Cada vez que paso por la Autopista Francisco Fajardo (cuyo nuevo nombre es «Gran Cacique Guaicaipuro», que me niego a usar), y veo ese gigantesco adefesio dorado, hacha en mano, cuando se sabe que entre las armas que nuestros pueblos originarios usaban no había hachas, y encima, rodeado de otras figuras tan esperpénticas como el gigante, no puedo dejar de pensar en la hipocresía de este régimen en cuanto a nuestros indígenas se refiere.
Cierto que la hipocresía del chavismo-madurismo toca a muchas personas e instituciones, pero a los indígenas les ha tocado muy duro. Con ponerle el nombre de Guaicaipuro a una autopista lo que hacen es añadir una burla más hacia quienes, en su momento, creyeron en que sus reclamos serían oídos y resueltos.
«Los indígenas venezolanos… la Pacha Mama… su reivindicación… sus lenguas… el país pluricultural según la Constitución…», decía Hugo Chávez alardeando de su condición de zambo -mezcla de indio y negro- para atraer a miles como él, prometiendo cualquier cantidad de ofertas que jamás cumplió.
¿Recuerdan en 2004, cuando en un acto en el Teresa Carreño, Chávez denostó de Cristóbal Colón, le abrió un “juicio” «por el genocidio de las poblaciones amerindias hace 500 años» y salieron unos arrastrados a derribar la hermosa estatua del cubano Rafael de la Cova que había en el Paseo Colón? Esa magnífica estatua, que en aquel momento le entregaron como trofeo de caza a Chávez, se perdió, por lo visto, para siempre. No sé qué habrán hecho con las otras dos bellas figuras que estaban a los lados. “Mucho ruido y pocas nueces”, reza el dicho.
¿Para qué derribar una estatua de Colón, si Colón pasó en Venezuela apenas unos meses? ¡Fue una imputación totalmente falsa! Colón no llevó a cabo ningún genocidio. Los indígenas que lo recibieron no opusieron resistencia ¡Este revisionismo histórico va de mal en peor!
Recuerdo cuando traían a los indígenas de distintas etnias y los llevaban a la Asamblea Nacional vestidos con sus trajes típicos ¿Para qué? ¡Era como si se tratara de un circo, pues los exhibían y los mandaban de vuelta a sus pueblos, más pobres que cuando llegaron a Caracas!
Nadie ha sido más maltratado, después de los presos políticos, que nuestros indígenas. Cuando protestan, siempre salen uno, o dos o más muertos. Los que viven en los alrededores del Arco Minero lo saben. Y los que viven lejos, también. Muchos chavistas han hecho pingües negocios a costa de ellos, y en vez de mejorarles sus condiciones en algo, estas personas siguen viviendo en condiciones infrahumanas.
Sus hábitats, que supuestamente iban a ser protegidos, están siendo destrozados. Y hoy -no como hace 500 años- aparecen cadáveres de muchos de ellos, asesinados por quién sabe quienes: guardias nacionales, garimpeiros, miembros de las FARC o el ELN, o enchufados que están metidos en esa minería depredadora. A Colón sí le abrieron un “juicio” por un genocidio que no cometió. Eso contrasta con lo que hoy sí está ocurriendo, y que no ha sido ni investigado, ni imputado, mucho menos juzgado.
En la Guajira venezolana (también en la colombiana) los niños mueren por desnutrición, cada vez en mayor cantidad y con mayor frecuencia. En 2017 ya lo había denunciado el pediatra Abudi Dasuki, que trabaja en el Hospital Nuestra Señora de los Remedios de Riohacha, Colombia: “(…) El 20% de los niños que ingresan, viene de Venezuela”.
La realidad es que los indígenas son tomados en cuenta solo cuando algún enchufado tiene un negocio de por medio. De resto, son reprimidos y olvidados, usados y abandonados a su suerte. A su mala suerte. No sé cuánto le habrán pagado al autor del adefesio en la autopista, pero presumo que debe ser una cantidad importante. Hubiera sido mejor destinarla a mejorar las condiciones de los de la vida real, que estoy segura se deben revolver en su interior cuando ven esa iconografía tan espantosa, tan insultante, tan vejatoria.
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