sábado, 17 de septiembre de 2011
CARLOS MONTENEGRO Una generación perdida
carlosmmontenegro22@gmail.com
El régimen se contenta y burla con la diáspora de esos traidores escuálidos, niñatos, riquitos y demás escoria genuflexa de los países enemigos, impacientes por invadirnos pronto, debiera analizar si puede, por qué estando las cosas “tan bien” -- a pesar de que todo se hunde -- esta generación de jóvenes útiles se va marchando.
Sea cual sea el resultado de las elecciones presidenciales 2012, recién adelantadas por el CNE, con su peculiar equidad y limpidez que le caracteriza, con el beneplácito “asambleístico” casi instantáneo y casualmente sin la menor objeción del candidato oficialista, al menos se despeja un poco más el camino hacia las urnas.
Pero, siempre hay un pero, la oposición en forma de MUD, desde el otro lado de ese muro, alzado por el gobierno al estilo RDA en su momento, para que no se le fuguen al otro bando sus súbditos, víctimas de los cantos de sirena, expresan dudas de por qué esa medida, por otro lado tan reiteradamente solicitada, es promulgada en solitario y de repente, ignorando otras complementarias, que debieran dejar las reglas, todas las reglas, establecidas de una vez por todas, para despejar la cancha y comenzar el juego sin más sorpresas ni más zancadillas.
Eso es algo que los políticos deben dirimir. Sin embargo es notorio que no va a ser fácil. La “oposición” es acusada de ser causante de todos los males del pueblo, en conchupancia con las perversas potencias extranjeras que conspiran para invadirnos desde que la república es república, e incluso desde que Colón llegó a estas tierras. La historia lo dice bien claro (claro, que en versión oficial que desde su machacona tribuna nos quieren imponer como buena). A los que la conocen de fuentes menos parciales y mas doctas, e incluso han vivido por sí mismos la contemporánea, no es sencillo hacerles comulgar con ruedas de molino.
Rafael Caldera, en su momento dijo ante el Congreso de la República, a raíz del golpe fallido de Chávez para el que se pedía su cabeza, que con hambre no había ideología, cosa que le valió de nuevo la presidencia, sin partido que lo respaldase, sino con una cantidad de heterogéneos seguidores apodados peyorativamente “el chiripero”; hubo un diputado que convencido por argumento tan contundente, cambió de parecer y desde el mismo estrado así lo manifestó; era el hoy vicepresidente de la Asamblea, Aristóbulo Istúriz. También fue la llave que abrió la puerta de salida de la cárcel al reo que hoy preside el gobierno “del pueblo”; nadie lo inhabilitó para ejercer cargos públicos, ya que aún no había sido sentenciado, cosa que él parece haber olvidado, por ahora.
Esta pequeña muestra, a la manera más cervantina, que el protagonista de esa historia no quiere acordarse, es el inicio de una era que estamos viviendo, con perdón, llena de sucesos que se pretenden minimizar cuando no ignorar por un lado, e imposible de ocultar por otro. Es “la historia imaginada vs. La realidad”. Son incontables los hechos y circunstancias que en esta larga docena de años van quedando en el polvo del camino y en las estelas de la mar machadianos.
Pero hay cosas que no se podrán soslayar: el actual gobierno de Venezuela es responsable y tiene en su haber una mácula imborrable por la que probablemente no se ha paseado y que quizás sea la más grave de las que se le pueda acusar fehacientemente. El término es muy duro: “diáspora”, tan duro, que me veo obligado a transcribir textualmente su significado según el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) que en su segunda acepción encaja perfectamente:
Diáspora. (Del gr. διασπορά, dispersión). f. Dispersión de los judíos exiliados de su país. || 2. Dispersión de grupos humanos que abandonan su lugar de origen.
En Venezuela no ignoramos que España, Italia, Portugal, Irlanda, Alemania, Siria, Líbano, Israel y otros muchos países saben muy bien de qué se trata la cosa. América del norte, EEUU y Canadá, desde principios del siglo XX recibieron oleadas de inmigrantes; a finales de los años 30, América Latina fue destino favorito de millones de emigrantes que querían solo una cosa: vivir mejor, tan sencillo como eso. Aunque por diversas razones y circunstancias de cada país, los motivos están claros: unos huyendo de asfixiantes dictaduras, otros de la hambruna de las posguerras y otros escapando de verdaderos genocidios. Argentina, México, Chile y Venezuela eran los destinos más deseados.
Hoy, en nuestro caso cambió la dirección, los motivos no tanto. Hasta el año 2000 no parecía que Venezuela iba a ser protagonista de lo que está ocurriendo desde hace una década. La gente más preparada a todos los niveles como médicos, técnicos, constructores científicos de todas las ramas, artistas, obreros especializados y universitarios de todas las disciplinas se ha ido marchando de este país, tradicionalmente receptor de expatriados. No estoy muy seguro de las cifras, pero la de cientos de miles es generalmente aceptada, y al parecer con excelente calificación en sus diferentes destinos y actividades. Aún quedan muchos que por falta de medios no pueden irse, y otros que por convicción no se irán; pero no hay duda que la generación de relevo está prácticamente desmantelada. Pronto, cuando esa enorme cantidad de jóvenes se vayan integrando en sus destinos, formando familias y viendo que aunque no les regala nada nadie, su calidad de vida subió notablemente; obtienen servicios sociales, médicos y de todo tipo mucho mejores que en su patria, que pueden salir a la calle con tranquilidad, con la casi total convicción de que no serán atracados ni asesinados, por mucho que los políticos les hagan llamados al retorno cuando aquí las cosas cambien, les auguro poco éxito.
Este país tendrá que levantarse con la gente que hay de los escombros que quedan, y esperar a la próxima generación, la segunda del siglo XXI, sin entrar en detalles de cómo estará formada. Mientras, el gobierno actual que pareciera alegrarse y burlarse de que se vayan esos traidores escuálidos, niñatos, riquitos y demás escoria genuflexa de los países enemigos, impacientes por invadirnos pronto, debiera analizar si puede, por qué estando las cosas “tan bien” -- a pesar de que todo se hunde -- esta generación de jóvenes útiles se va marchando.
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