Pocas
veces tan pocos han logrado hacer tan bien tantas cosas mal en tan poco tiempo
sin estar en una guerra de verdad
De lo
que no hay duda es que la inmensa mayoría de los ciudadanos de este país no
quieren más este régimen ni a sus dirigentes, y que la mayor parte de esa
mayoría no solo no los quieren sino que los detestan; y los pocos que los
siguen es por añoranza de “su comandante” eterno y con muy poca simpatía hacia
el sucesor que responsabilizan de destrozar lo que aquél dejó, con bastante
plomo en las alas por cierto, por eso menguan día a día.
Los
indicios muestran que cada vez es el cambio de forma de pensar de los que
creyeron en esa delirante entelequia de “socialismo del siglo XXI” que solo ha
servido para destruir el país, que a pesar de sus fallas, caminaba a
trompicones paso p’alante y pasito p’atrás, (baile es baile) en pos de un lugar
en el concierto de las naciones gobernadas por los mejores.
La
magnitud del fracaso está a la vista. Pocas veces tan pocos han logrado hacer
tan bien tantas cosas mal en tan poco tiempo sin estar en una guerra de verdad.
Su incapacidad es tal, que sin haber empezado esa guerra que tanto pregonan, el
país ya está en ruinas, mírese por donde se mire. La idea era quedarse con todo
para siempre y tuvieron al mejor “coach” posible: Fidel Castro, sin duda el dictador
más connotado de la segunda mitad del siglo pasado, que se puso a la orden a
cambio de…”peanuts”.
Castro
fue tan buen malo, que teniendo a su pueblo pasando hambre durante medio siglo,
se murió de viejo tranquilamente en su cama con tremendo funeral, y sin
contratiempos, pues la saga sigue con su hermano. A pesar de tan ilustre
maestro los de aquí no aprendieron nada, creyeron que con toneladas de dólares
se resolvía todo; mientras el dinero duró el espejismo brillaba, pero en el
segundo acto el telón de fondo era brumoso, la escenografía fue menos llamativa,
el futuro no se hacía presente, el sofista mayor se fue sobrevenidamente y un nuevo elemento entró en el libreto: la
realidad.
A
pesar de no faltarle de nada a la novísima concepción de la política del siglo
XXI, tan original, según aseguraban el mentor cubano y su eco el líder
endógeno, la cosa no despegaba y a medida que Venezuela se iba acercando
al mar de la felicidad, los venezolanos se fueron desencantando
hasta llegar al punto donde el país se encuentra ahora. No creo necesario explicar
lo que pasa a quienes están subsistiéndolo ni al resto del mundo que está bien
al tanto, tampoco se trata de dejarlo así y ya; la espiral de sucesos infaustos
es cada vez más vertiginosa, no es posible plantear una ecuación que pueda
ayudar a entender lo que pasa, y menos a resolverlo.
Mi
querencia natural cuando no logro razonar algo me lleva, ya de mayor, casi de
forma automática a ver qué pensaban los griegos sobre estos asuntos políticos,
me refiero a aquellos griegos del bachiller que, al menos en mi caso, daba
salpullido estudiarlos porque no se
entendía lo que querían decir, imagínense ustedes, con lo claras que tenían las
cosas y lo bien que las explicaban.
Como
siempre, el asunto que nos abruma tanto ya lo habían pensado con diagnósticos
acertados tres o cuatro siglos antes de nacer Jesús de Galilea; al contrastarlo
con lo que estamos viviendo no hay que cambiar ni una coma. Estos aniquiladores
del país, entrampados entre su ideología y el atrevimiento propio de su
inefable ignorancia, aún no se han enterado que los señores Sócrates, Platón y
Aristóteles, los habían clasificado y retratado perfectamente hace unos 24 siglos.
Sócrates,
que fue un filósofo clásico griego considerado como uno de los más grandes,
tanto de la filosofía occidental como de la universal, fue maestro de Platón
quien a su vez tuvo a Aristóteles como discípulo. Estos tres sabios
son las bases fundamentales de la filosofía de la Antigua Grecia.
Correspondería
a Aristóteles culminar los esfuerzos de sus maestros y ejercer la influencia
más perdurable, no sólo en el terreno de la filosofía y la teología, sino
prácticamente en todas las disciplinas científicas y humanísticas. De hecho,
debido al rigor de sus métodos y por la extensión y profundidad de los campos
que abarcó y sistematizó, puede ser considerado el primer investigador
científico de la historia.
Estableció
las bases que configuraron el pensamiento europeo; las teologías cristiana y
musulmana en la Edad Media tomaron sus métodos; la física y la astronomía aristotélicas
fueron efectivas hasta el siglo XVII; sus estudios zoológicos, hasta el XIX; la
lógica, hasta el siglo XX; sus escritos sobre estética se siguen debatiendo en
nuestros días. Y aún hay más, Aristóteles fue quien realizó las primeras
clasificaciones sobre los sistemas de gobierno.
Aquí
quería llegar: estudió a los gobernantes y los diferentes gobiernos
estableciendo que había tres grupos básicos que nombró Monarquía,
gobierno de uno, que debe basarse en el interés general; Aristocracia,
gobierno de varios, sea cual fuere su número se basa en el gobierno de los
mejores; República, gobierno de todos, sin distingos de clases
sociales. Aristóteles también estudió las formas de ejercer el
gobierno distinguiendo entre las Puras e Impuras.
Era Pura “cuando el gobierno se
ejecutaba en mayor interés o beneficio posible de todos, ejerciendo la
justicia”. Impura sin embargo era “cuando se buscaba el mayor
provecho para los gobernantes”. Percibió perfectamente a donde
conducirían los diferentes gobiernos ejecutados impuramente.
El
gobierno de uno solo, sea monarquía o realeza, cuando se desvía del camino
natural se constituye en tiranía.
El
gobierno de los mejores o Aristocracia al desviarse de sus obligaciones a su
conveniencia se convierte en oligarquía.
Y en
tercer lugar el gobierno republicano o de todos al desviarse termina en despotismo valiéndose de la demagogia.
No es
difícil apreciar que, en conjunto, los políticos de este régimen llevan cupones
de todo las rifas que Aristóteles describe, y además juegan sin respetar
las reglas y así pasa lo que conocemos bien; está claro que ya no gobiernan
nada, porque no saben ni pueden. Cuando vemos a un presidente decir que si no
gana con votos usará las armas (que por cierto lleva lustros regalándolas a los
suyos y usándolas contra los demás), o mientras los vigilantes de la base aérea
de la Carlota se dediquen a matar muchachos, a nadie debe extrañar que se roben
un helicóptero y se pasee por el cielo de Caracas más de una hora “derrocando
al gobierno”.
Son
como niños solo se sostienen porque tienen las armas y quienes las disparan,
por lo demás no saben ya que hacer, solo
van dando palos de ciego. Tienen prisa por ir a ninguna parte a no hacer nada,
aunque eso sí matando cada vez más gente.
Ahora
lo tengo más claro, según el catálogo del sabio griego, de quién sí me fio,
estos de la revolución bonita aplican perfectamente para tiranos, demagogos,
déspotas y buenos impuros, ya que solo buscan el mayor interés de los
gobernantes o sea ellos mismos. Aristóteles dixit.
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