Blog de Víctor José López /Periodista

viernes, 18 de noviembre de 2016

LEOPOLDO LÓPEZ GIL Carta a mi hijo Leopoldo

Mil días de cautiverio. El tiempo se nos cuela entre esperanzas e ilusiones, pero tu fortaleza, cual muro, impide la desesperanza.
Contamos más los años que lleva la pobre Venezuela padeciendo el terrible sufrimiento causado por el grupo de malhechores que traicionó su juramento violentando el hilo constitucional, dejando la huella del fratricidio y sangre de inocentes en nuestro suelo.
Lamentablemente los cantos de sirena volaron en las brisas y hoy a más de seis mil días de desgobierno, oclocracia y justicia vengativa, impera la miseria.
Mil días apartados de tu familia, amigos, partido y pueblo, se han convertido en tu acercamiento a todos. Nos sentimos orgullosos de tus acciones, reconfortados con las palabras de tu libro que produce una extraña cercanía pues, como lo explicas, tu cuerpo está tras barrotes del ergástulo, pero tu alma recorre libre los senderos de la patria en alas de tu mensaje.
Han sido días duros. Horas de dolor que han permitido conocer lo peor del ser humano y también lo mejor de  mujeres y hombres que en cientos de miles hacen causa contigo. Son vivencias que educan.
Momentos hubo en los que la tristeza no cabía en el recinto, como el día que supiste del asesinato de queridos amigos. Crimen canallesco que en vez de sembrar odio en ti, te indujo a la reflexión, profundizando la necesidad de priorizar la seguridad pública. De inmediato, comenzaste a trabajar y renovar tu plan, varias veces presentado aunque siempre ignorado. Mirándome a los ojos, recuerdo, dijiste con afirmativa contundencia: “Sí se puede”. Estoy seguro de que podrás.
O también momentos de alegría, aquellos que por escasos se hicieron tan intensos que no recuerdo si en libertad alguna vez disfrutamos tanto. La navidad del 2014, con vista sobre el valle de Santiago de León de Caracas, bañado por luces de los fuegos artificiales y los nietos embelesados por tus explicaciones e historias. Me ilusionó ver al padre cariñoso, que con tanto amor no solo se daba a sus hijos, y al mismo tiempo recordaba a todos que esa noche había miles de Panchitos Mandefuá esperando cenar con Papá Dios.
Han sido mil días de orgullo. La templanza de tu carácter, lo duro de tu lucha sin dar tregua, lo coherente de tu ideario y humildad ciudadana han sido y son lecciones y motivo para amalgamarnos como bloque defensor de libertad y derechos fundamentales para todos los que hoy sufren  persecución de los gerifaltes traidores de la constitución.
Quiero felicitarte por la definida y clara posición que tomaste ante el engañoso diálogo, que claramente intentaron venderte como salida los tentadores extranjeros, que cual demonios se propusieron quebrar tu voluntad, como Lucifer tentó al Bautista. Recordamos las únicas visitas permitidas por los sátrapas a tu prisión, cuando te ofrecían agua porque creyeron tenias sed, y pan para calmarte el hambre. No se dieron cuenta de que tienes mucha sed y mucha hambre, pero de Justicia.
Que Dios te bendiga y, como decía tu abuelo, te ilumine.

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