LA CHINITA Y EL NARCOTRÁFICO
Escribo
desde Maracaibo.
El pasado viernes conmemoramos un año más de la Virgen de
Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá. Se trata de la patrona del Zulia,
de la Guardia Nacional y de toda Colombia desde donde se inició la tradición.
Días memorables en los cuales se produce el reencuentro de familiares y amigos
de toda la vida y, en la medida de lo posible, de alegres festividades. Este
año no hubo fiesta en Maracaibo más allá de las tradicionales jornadas
religiosas en la Basílica y las que en privado sostuvieron las familias con la
mayor discreción.
Sin
embargo, Maracaibo siempre es grata por estos días. Una vez más se puso a
prueba el temple de los zulianos, su amor por la patrona y su rechazo
infinitamente mayoritario al régimen actual, tanto nacional como regional.
Entre los pocos motivos de júbilo está la designación de Monseñor Baltazar
Porras, Arzobispo de Mérida, como Cardenal y en consecuencia, Príncipe de la
Iglesia. Merecida distinción. La atención sigue pendiente de la Iglesia
vaticana y de la venezolana, ejemplo de dignidad y clara resolución frente a la
tragedia que padecemos los venezolanos. En tiempos confusos cuando hasta la
oposición más o menos organizada, parece una montaña rusa con sus altas y sus
bajas, la Iglesia es un faro de orientación que debemos observar de manera
permanente.
Pero
en estos días no todo ha sido feliz resignación alrededor de nuestra Patrona.
También llegó la información, con sus detalles al alcance de la opinión pública
nacional e internacional, de la declaración de culpabilidad de los sobrinos de
Cilia Flores y la eventualidad de enlaces con buena parte del mundo civil y
militar de la República. El narcotráfico continúa su criminal actividad corruptora
dentro y fuera del país. Nada podemos esperar de la acción, ni del régimen ni
de la desprestigiada alianza entre el gobierno y los cuatro representantes de
UNASUR, para mi gusto, de insólita tolerancia por parte de los representantes
formales de la MUD.
Aunque
algunos todavía no lo crean, el narcotráfico es el peligro mayor de Venezuela y
buena parte del continente. No sólo por la actividad mayor y gruesa de esa
actividad. También por el micro tráfico. Como ahora es bastante más fácil
hacerle seguimiento a las grandes cantidades de dinero en efectivo o por cuotas
en cualquier parte del mundo, se está pagando con droga a los integrantes
medianos y menores que integran los enormes tentáculos de esta actividad. De
allí las pandillas y los “colectivos” organizados enfrentándose mortalmente en
defensa de territorios o zonas concretas para garantizar actividades y
ganancias. Todo dentro de la mayor impunidad, es decir, complicidad según
algunos bien informados.
El
tráfico crece. También el consumo, especialmente entre jóvenes ricos y pobres.
Desaparece el hampa común convertida en verdadero crimen organizado.
Lunes,
21 de noviembre de 2016
oalvarezpaz@gmail.com
@osalpaz
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