"El primer
enigma del diálogo es que aún se hable de diálogo. En realidad, se avecina, en
teoría, un proceso de negociación. No me asusta la palabra. Buscar compromisos
políticos no es en sí mismo equivocado y negociar no significa necesariamente
sacrificar principios indeclinables. Pero el peligro acecha.
El diálogo ha
concluido porque la situación del país es desesperada y porque ya la soberanía
popular se expresó el pasado 6 de diciembre (6D). El cambio de régimen es un
requisito perentorio para detener el rumbo hacia un todavía más hondo abismo.
Pero el régimen no busca sacar al país del foso, sino escapar del foso que él
ha cavado.
El segundo enigma del
mal llamado diálogo es que no se conoce en absoluto la posición negociadora del
régimen. Del lado opositor es sabido que existen temas básicos sobre los cuales
hay un compromiso, sin poner en riesgo lo ya logrado a través de años de lucha:
la libertad de los presos políticos, la apertura inmediata de canales de ayuda
humanitaria, la realización de un referendo revocatorio y de las elecciones de
gobernadores en 2016.
Pero, ¿qué quiere el
régimen? El Gobierno sólo busca ganar tiempo, confundir, postergar el
revocatorio hasta vaciarle de toda sustancia, dividir a la oposición y
complacer a una comunidad internacional ansiosa de ver algún tipo de movimiento
que al menos en apariencia destrabe un poco la crisis venezolana, así se trate
de un espejismo. La comunidad internacional, al menos parte de ella, luce
ansiosa de ser engañada.
Diferente sería la
situación si, por ejemplo, el Gobierno buscase proteger a sus principales
miembros mediante una posible amnistía, que no incluya impunidad para los
crímenes contra los derechos humanos y el patrimonio público; asegurar un
espacio para el hoy partido de Gobierno, en una Venezuela distinta y regida por
normas democráticas, y evitar una retaliación [represalia] generalizada por los
desafueros de este tiempo de oprobio. Estas son demandas que pueden plantearse
en una mesa de negociación política. Pero, ¿cuál es la posición negociadora del
Gobierno, si es que tiene alguna? No lo sabemos, pues seguramente no la tiene.
El objetivo real del régimen es mantenerse en el poder a toda costa, siguiendo
la vieja, pero eficaz táctica leninista de «un paso atrás, dos adelante» cuando
se encuentra, como ahora, cercado por los efectos de su incompetencia y
corrupción.
De allí los riesgos
que se corren con este diálogo promovido desde el exterior, con ciertas figuras
que no merecen nuestra confianza. Y esto me lleva al tercer enigma del
diálogo, que se refiere al empeño de Washington, Madrid, El Vaticano, La
Habana, entre otros, por promover un proceso que, en las condiciones actuales, ocurriría
en el vacío, en vista de la ausencia de compromiso negociador por parte del
régimen. Ya el pueblo de Venezuela ha fijado su posición, ¿y el régimen?
Varios casos en
América Latina, entre los que se cuentan procesos como el de Contadora en
Centroamérica, ponen de manifiesto que para negociar se requieren
interlocutores comprometidos con objetivos explícitos. Pero todavía más
ilustrativo fue lo ocurrido en Chile, cuando se puso fin a la dictadura y se
abrió el camino de reconstrucción democrática. El paso clave fue la
realización de un referendo aceptado por todos los principales actores
políticos.
En Venezuela el
pueblo ya se expresó el 6D y el diálogo debe partir del acatamiento de la
soberanía popular. El referendo revocatorio en Venezuela está avalado
constitucionalmente. Se trata de un derecho del pueblo en función del cual se
está llevando a cabo un descomunal esfuerzo ciudadano. Ésta es la vía a seguir.
¿Por qué restar peso a los empeños del secretario general de la OEA, Luis
Almagro, que buscan una salida democrática y constitucional perentoria, y en
lugar de ello extraviarse en un teatro sin perspectivas?
¿No sería preferible
que Washington, Madrid, La Habana y El Vaticano persuadiesen al régimen de
acatar la Constitución, el mandato popular expresado en diciembre pasado y
anunciarlo?"
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