Blog de Víctor José López /Periodista

miércoles, 18 de junio de 2014

JOSÉMANUELPALLÌ “dialoguera”, palabra que pretende descalificar a una actitud, a una aproximación hacia la problemática cubana

¿Quien es dialoguero?

José Manuel Pallí


Entre las materias que uno debía aprobar para ingresar a la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires allá por los 'early seventies', había una que se llamaba algo así como filosofía del lenguaje. Materia árida y aburrida como pocas, pero importante para un abogado en ciernes, cuya herramienta profesional mas valiosa (hay quienes prefieren hablar de arma) es la palabra.

Siempre es bueno, cuando uno estudia, no quedarse con los autores que los profesores o "expertos" en la materia le ponen en frente, y ante la pesadez del tema, me puse a explorarlo a través de otras fuentes (que, muy a mi pesar, no recuerdo ahora) en las cuales pesqué un par de cosas o datos (no dogmas, no axiomas, porque no creo en ellos) interesantes. Uno de ellos es que quien controla el significado de las palabras controla el debate, si no el mundo. Y el otro dato interesante es que, aún quien controla el debate a través del control del significado de las palabras está expuesto a ciertas reglas que, de no atenerse a ellas, le pueden costar ese “control” al desgastarse su credibilidad. Y es que el ejercicio de ese control del debate está sujeto tanto a las reglas de la lógica como al veredicto de quienes participan (los menos) en ese debate, y de quienes no son sino el público ante el cual se desarrolla (pùblico que, aunque cada vez con menos entusiasmo, de vez en cuando se pronuncia en las urnas de votaciòn, cementerio de muchos de los argumentos de quienes pretenden controlar el significado de ciertas palabras).

Esa materia plomiza, pero útil, me vino a la mente recién llegado a estas playas –hace cerca de 35 años- cuando escuchaba boquiabierto como gente valiosa y de muchos méritos era calificada, hasta por sus propios amigos (cuando no parientes) como “dialoguera”, palabra cuyo significado no entiendo hasta el día de hoy pero que pretende descalificar a una actitud, a una aproximación hacia la problemática cubana, actitud que rechazan visceralmente quienes tildan a “los otros” de “dialogueros”… Para mi sorpresa aun mayor, la palabra sigue teniendo vigencia hoy –en la mente y en el corazón de cada vez menos gente, es cierto, pero sin que ese grupete haya perdido el control del debate, a pesar de los estragos que el tiempo, la realidad y la lógica han hecho en su “visión del mundo” –o visión del barrio, para mayor precisión. Y a pesar, también, de una serie de encuestas que, una tras otra, debieran demostrarle a nuestros policías “anti-dialogueros” que su cómoda estancia en el pasado efímero y el mundo de fantasía en el que habitan tiene un costo cada vez mas alto para su credibilidad.

Recientemente me volvió a la mente el tema de la filosofía (o la lógica) del lenguaje gracias a una excelente columna escrita por el presidente de uno de los institutos o tanques de pensamiento de nuestro patio, en la cual describía el uso del calificativo de “fascista” de una manera muy parecida a la que se usa entre nosotros el de “dialoguero”, y hasta el de “comunista”, para el caso: invariablemente en un sentido descalificador y peyorativo. La columna en cuestión apela a una serie de elementos (tomados de una lista de otro muy buen escritor) que, según sostiene el escrito, son vitales para la estrategia política de una serie de regímenes que se definen como “socialistas” pero que son, en “realidad”, fascistas, al igual que el peronismo que les sirve de modelo (o de masilla o plastilina, en realidad, porque sus argumentos no dan para premisa) a ambos, al autor de la columna y a su fuente.

Yo no recuerdo haber llamado jamás a nadie ni “fascista”, ni “comunista” ni mucho menos “dialoguero”, lo que me convierte, probablemente en una suerte de bicho raro aquí en Miami. Pero lo interesante del articulo de los tanquistas del pensamiento es que pretende definir quienes son los verdaderos “fascistas” (aquellos a quienes ellos mismos llevan años llamando “socialistas del siglo XXI”) apoyándose en un presunto “acuerdo general” (¿?), acuerdo que brilla por su ausencia en casi todas nuestras sociedades por lo TAN polarizadas que están, empezando por la nuestra. Esos elementos (tres o cuatro) aportados por los críticos de un peronismo que, por acuerdo general, gobierna a la Argentina desde hace añares, pintan un “cuadro” –hasta ayer la palabra de moda era “relato”- ante el cual nadie (¡!) puede discutir que los “fascistas” son “los otros”. Esa aseveración carece de toda credibilidad ante la ausencia de por lo menos algún peronista (o de algún chavista, o sandinista, o correista para el caso) con el cual consultar y contrastar ideas y opiniones en el elenco estable de ninguno de estos tanques de pensamiento Mayameros.

Cualquiera que haya visitado el Museo del Louvre sabe que cuadros, lo que se dice cuadros, hay muchos. Salas y salas repletas con la obra de distintas escuelas del arte de la pintura, cada una pintando cuadros en base a estilos que poco y nada tienen que ver unos con otros.
Para mi la política se parece mucho a esa diversidad de cuadros, y prefiero (supongo que nos pasa a todos) a algunos pintores por sobre otros, y así visito ciertas salas del Louvre mas que a otras.

Pero “los que saben” –los “expertos”- dicen que en el Louvre la obra de arte que uno debe ver si no tiene tiempo sino para ver una sola es La Victoria de Samotracia, una escultura que también me recuerda mucho a la política (y a los expertos en política). Para quienes no hayan tenido el privilegio de pararse frente a ella, a La Victoria de Samotracia no se le ven bien los pies, ni tiene cabeza…


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