14 Junio, 2014
A Leopoldo López
Hablemos claro: basta un elemental ejercicio de imaginación política
para constatar el daño que le causara la oposición oficialista – me refiero,
naturalmente a la MUD, única interlocutora cómoda y aceptable para el régimen
–, a los esfuerzos liberadores de la sociedad civil venezolana por zafarse del
yugo de la dictadura y enrumbarse hacia la reconquista definitiva de la
libertad. Veamos.
Si cuando el gobierno se vio obligado a movilizar sus tropas a la ciudad
de San Cristóbal ante la dimensión alcanzada por la insurrección popular y en
Mérida, en Trujillo, en Valencia, en Puerto Ordaz, en Caracas e incluso en los
pueblos y ciudades bastiones del llaneraje chavista la indignación popular se
había masificado y el enfrentamiento entre la juventud insurgente y la
dictadura demostraba su impotencia en controlar los acontecimientos, Henry
Ramos, Julio Borges, Omar Barboza y quien coordina su vocería, Ramón Guillermo
Aveledo se hubieran sumado a la ola de la indignación democrática y hubieran
llamado a sus respectivas militancias a respaldar y ampliar las acciones con la
consigna de detener el avance dictatorial y hacer respetar la potencia
opositora imponiendo cambios concretos que hicieran irreversible una transición
democrática, hoy Venezuela
sería otra. No se requiere ser adivino.
El mundo hubiera ampliado su denuncia y reclamo contra el régimen,
pasando de las élites intelectuales y artísticas de lugares emblemáticos del
planeta – los más significativos y populares artistas del mundo – que se
adelantaron a denunciar la sevicia fascista de Maduro, a las sociedades enteras.
Los gobiernos hubieran tenido que asumir la gravedad de un conflicto que se les
escapaba de las manos, la renuncia de Maduro hubiera sido una exigencia lógica
y perfectamente posible, que se hubiera escanciado de Nueva York a la
Patagonia. El Departamento
de Estado no se hubiera escudado en la infamia de considerar que aún no era el
momento ni nadie les hubiera servido el pretexto del diálogo en bandeja de
plata, como lo hicieran los mencionados dirigentes. Y lo esencial:
millones y millones de venezolanos se hubieran puesto de pie, en clara
demostración de temple, de raza, de grandeza espiritual. Exigiendo justicia.
¿Qué razones llevaron a Henrique Capriles y a la MUD a negarles toda
solidaridad a los mártires, a los combatientes, a las madres de quienes eran
acosados, perseguidos, torturados y asesinados frente a sus casas, en sus
propios edificios, en sus apartamentos? ¿Qué decisión política fue tomada y por
quién para optar por salvar al régimen de su inexorable caída, dejar en la
estacada a un gigantesco movimiento insurreccional y sentarse a una mesa de
diálogo con cartas marcadas, azuzados por unos cancilleres encargados a
instancias de Raúl Castro, Lula da Silva y el Foro de Sao Paulo para rescatar a
Maduro del naufragio y hundir a quienes luchaban por la libertad de la Patria
de Simón Bolívar, todo lo cual por orden de un cubano que lleva 55 años
tiranizando a su pueblo, desestabilizando la región y robándose dese hace 14
años las riquezas de Venezuela? ¿Cuál si no aislar al movimiento de resistencia
y correr a los brazos de los enviados de Fidel Castro para torcerle la mano al
pueblo venezolano en uno de los actos de infamia y traición más repulsivos
vividos en la historia contemporánea de nuestro país?
No tengo la respuesta. Ninguno de los personajes nombrados ha tenido la
cortesía de aclarárnosla. En Venezuela los políticos del establecimiento no
suelen perder el tiempo aclarándole a los ciudadanos qué pretenden, qué planes
tienen, cuáles son sus programas, salvo generalidades para captar incautos.
Habitualmente promesas traducibles en votos de corto plazo. Como lo hacen
permanente y sistemáticamente con sus militancias, dóciles electores a la
espera de alguna granjería. Ni Ramos Allup ni Julio Borges nos han explicado la
alternativa mejor, más eficaz, más pronta y favorable a los intereses del
pueblo venezolano que luchar a brazo partido por salir cuanto antes de la
dictadura que nos oprime. Ni muchísimo menos Henrique Capriles, que el lunes
denuncia un fraude y el martes reconoce haberse equivocado. ¿Estarán esperando
a Godot? ¿Craso y ominoso
oportunismo o simple pusilanimidad de quienes no calzan los puntos para dirigir
una nación sumida en una profunda crisis histórica, existencial?
No creo pintar un panorama exquisito a gusto de los asesinados y presos
políticos. Creo que, en efecto, por razones turbias, oscuras y seguramente
ominosas, los dueños de
las franquicias políticas que hacen vida en la MUD decidieron seguir y observar
pasivamente el curso de los acontecimientos, a la espera de que el sacrificio
de los mártires pusiera en aprietos al régimen a ver si pescaban algo en el río
revuelto de la sangre de jóvenes venezolanos y de paso desbarrancara a
Leopoldo López, a María Corina Machado, a Antonio Ledezma, entre otros, véase:
los personajes incómodos que no han estado dispuestos a pasar bajo las horcas
caudinas de la dictadura y constituyen una piedra en el zapato de los intentos
por unir fuerzas en favor de su entronización. ¿Esperar a las parlamentarias del 2015 o a las
presidenciales de 2019, contando con los mismos árbitros y todos estos años de
entronización dictatorial? ¿O creen los señores de la MUD que en estos cinco
años el gobierno se estaría chupando el dedo?
De allí a la traición, no hay más que un paso. Son exactamente los motivos
que señala Sebastian Haffner para explicar el odio, el asco y la repugnancia
que sintieron los alemanes de bien en 1933 que aún se resistían al nazismo
frente a la cobardía, la pusilanimidad y la carencia de grandeza de una élite
política pervertida hasta los tuétanos. La historia se despliega dialéctica, no
mecánicamente. En Alemania, esa traición se tradujo en repugnancia contra los
opositores y respaldo a Hitler. No quiero imaginarme qué sucedería en Venezuela
si la oposición se echa a dormir mientras el eterno candidato apuesta una vez
más por otro fraude descomunal. Con una masa martirizada, reprimida y
silenciada.
Se equivoca quien crea en la ilimitada paciencia de un pueblo
martirizado. No se equivoca quien espere una reacción potenciada hasta la
devastación, cuyas víctimas también podrían ser los culpables del silencio. Así
son las cosas.
@sangarccs
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