Del alcalde que mal gobierna Bogotá, Gustavo
Francisco Petro Urrego cualquier cosa puede esperarse. Hoy en una
muestra de “imparcialidad”, que bien debería ser objeto de investigación
por parte de los organismos de control del país, lideró una marcha
antitaurina que llegó a la Plaza de Toros la Santamaría, allí con su
mascota sujeta a una cuerda, -la cual seguramente le manifestó
positivamente que era su voluntad estar amarrada- lanzó un discurso
ofensivo para la afición taurina.
En primer
lugar manifestó el Alcalde, que la Plaza se recuperaba de una ‘élite’
para ponerla al servicio de la ciudad. ¿Que pensarán los humildes
aficionados que llegaban del sur o de barrios tradicionales como la
‘perseverancia’ con sus ahorros para tomar parte en los tendidos, de una
fiesta que no conoce de distinciones sociales? ¿ Que dirán los
campesinos que en sus pueblos celebran las tradicionales fiestas con
espectáculos taurinos? ¿Qué responderá el alcalde a los estudiantes
jóvenes que apartan de su mesada dinero para poder comprar su lugar en
los tendidos altos de la plaza?. En los toros hay lugar para todos, para
la élite y para el pueblo, diría Sánchez Mejías en su monumental
intervención en Columbia que es el pueblo quien llena la localidad
‘barata’ de sol y es éste quien con “el ruido de sus ovaciones fabrica
glorias, y héroes a su gusto y capricho”.
Pero
la más peligrosa de sus afirmaciones fue el decir, sin que si quiera
por vergüenza se le cortara la voz, que la cultura taurina es la
“cultura de la muerte que lleva a Auschwitz”. El Señor
Alcalde, tiene en primer lugar un error de conocimiento de la historia,
pues Hitler, el cerebro de Auschwitz deploraba la cultura taurina, por
lo cual optó por su prohibición. Pero no quiero caer en el simplismo
ridículo de comparar a los antitaurinos con las barbaridades del
nazismo, no me cabe duda que muchos de estos ‘antis’ son grandes
personas, con buenos sentimientos pero con escasas luces. Más bien me
permito recordarle al Señor Petro que lo que lleva a Auschwitz es
precisamente la intolerancia, el irrespeto a las minorías, a los
derechos de los demás, que los merecen y son legítimos así no se
compartan. A Auschwitz se llega por el afán de homogeneizar la sociedad,
de eliminar los gustos y las apariencias distintas, lo cual se asemeja
más a lo que pretende Petro en Bogotá, que a lo que aporta la
tauromaquia.
Señor Alcalde, Usted acaba de
declarar a personas como Mario Vargas Llosa, Fernando Botero, Gabriel
García Márquez, Baltazar Garzón, Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina,
Jean Cocteau, Ernest Hemingway… como promotores y defensores de
Auschwitz. ¡No señor Alcalde ese no es el camino!, en lugar de
estigmatizar a los taurinos con falacias ofensivas, irrespetuosas e
injuriosas, limítese a su papel como gobernante: el de cumplir la ley y
gobernar con imparcialidad.
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