Borrar, como "cosa del pasado", al artífice del rescate de la dignidad nacional, que ahora Santos pretende presentar como cosa suya, es no sólo una injusticia histórica, sino una torpeza política.
No creemos que los múltiples ataques de estos días contra el Expresidente Álvaro Uribe Vélez sean mera coincidencia.
No recordamos antecedentes de un expresidente que, a más de año y medio de haber terminado su mandato, siga siendo objeto de toda una estrategia de demolición de su imagen, dignidad y prestigio.
Para ello, se ha echado mano de toda clase de mañas y golpes arteros. Los impulsores de tan dañina estrategia saben que no se enfrentan a un contrincante débil ni cobarde. Por eso afilan con mayor sevicia sus navajas.
Un día, un dirigente de extrema izquierda presenta, con gran aparato publicitario, supuestas pruebas sobre participación del Expresidente en hechos punibles, pruebas que no resisten un análisis crítico de la técnica forense.
Con apenas horas de diferencia con el espectáculo anterior, el canal de televisión del chavismo había presentado un documental lleno de inexactitudes, con participación obsecuente de opinadores colombianos, algunos de ellos no caracterizados por su honradez intelectual, sino por sus ideologías cegadas por el sectarismo y el odio.
Acompañado siempre todo esto por el obsesivo martilleo diario de muchos columnistas. Quienes si bien ejercen su libertad de opinión -ni más faltaba que fuéramos a abogar por lo contrario-, hacen que sus lectores echen de menos la aplicación de sus inteligencias y plumas a otros temas distintos a la reiteración permanente de sus animadversiones personales y políticas.
Y vienen a unirse a todo esto, las desafortunadas declaraciones del Presidente Juan Manuel Santos a la prensa internacional contra el Expresidente Uribe. No tan sorpresivas, en el fondo, pues sobre la deslealtad y el ejercicio oportunista de la política ha edificado íntegramente su carrera.
No alcanzaría el espacio para reproducir todas las advertencias hechas en su momento sobre el largo historial de volteadas y triples saltos políticos de Juan Manuel Santos en su recorrido por el poder.
Lo que es nuevo ahora, es el momento escogido para atacar a su exjefe: las vísperas de una Cumbre internacional en nuestro país, con amplia cobertura de prensa mundial y presencia de gobernantes de todo el continente.
Cumbre en la cual se hace todo lo posible por presentar una imagen renovada de Colombia, sus avances, retos y perspectivas.
Y eso no será factible si, como se pretende, se borran de tajo los cambios ejecutados en los dos mandatos del gobernante a quien ahora se pretende hacer "parte del pasado".
Porque no nos parece creíble que se trate de una simple respuesta de Santos a cuestionamientos hechos por Uribe Vélez en su activo twitter.
Santos está en su derecho de defender sus programas de Gobierno, así como de reivindicar su oportunidad para ejercer el mando bajo su propio estilo.
Pero Santos también sabe perfectamente por qué fue elegido con una votación tan grande, si nunca había tenido trayectoria de elección popular. Siempre había sido nombrado, nunca elegido.
Y lo fue en esa ocasión, por personificar, así fuera con disfraz, la política de Seguridad Democrática.
Lo dijo en su discurso de posesión: "(Hay) un hombre que brillará en la historia patria como aquel que devolvió a los colombianos la esperanza en el mañana y la posibilidad de recorrer sin miedo nuestro hermoso país: el Presidente Álvaro Uribe Vélez. Las próximas generaciones de colombianos mirarán hacia atrás y descubrirán, con admiración, que fue el liderazgo del Presidente Uribe, un colombiano genial e irrepetible, el que sentó las bases del país próspero y en paz que vivirán".
A Santos, evidentemente, no le importa borrar sus propias palabras y cambiar de postura cuando su particular interés se lo demande.
Pero hay millones de colombianos con memoria. Y conscientes de que en una refriega de esta naturaleza es todo el país el que pierde.
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