Chile en 1930 eligió como director técnico al joven húngaro Jorge Orth, quien se había graduado de Educación Física en el Instituto Superior de Berlín. Chile no vestía camiseta roja, su franela era blanca, pantalón azul y medias azules. En ese mundial, Chile quedó ubicado en el grupo 1 junto con Argentina, Francia y México, el único con cuatro integrantes donde solo clasificaba el ganador del grupo. Hernán Pelaez, destacado columnista colombiano en su espacio "Nada CAmbia", que amablemente nos remite don Jaime Daza Pérez, nos brinda una "cátedra" de lo que nunca cambiará ...
Hernán Peláez Restrepo
El Espectador, de Bogotá
Para los jóvenes lectores es bueno precisar quién fue Jorge Orth. Dirigió en Argentina a Rosario Central; en Perú, al Sporting Cristal y fue seleccionador peruano. Trabajó en Portugal y en Colombia; la Liga Vallecaucana lo contrató y armó entonces la mejor selección aficionada de todos los tiempos, cuando se realizaba un campeonato nacional de departamentos. Allí, generalmente el duelo era entre Valle y Antioquia. Esa selección del Valle, con base en jugadores de Buenaventura, encontró a Maravilla Gamboa, Marino Klínger, Cóndor Valencia y Daguia Sinisterra, entre otros. Así que Jorge Orth caminó por el mundo del fútbol y es curioso anotar que lo dicho tanto tiempo atrás mantiene vigencia hoy en día.
Dijo Orth: “se puede jugar al fútbol en dos formas, bien o mal. No hay una tercera alternativa, no existe el intermedio regular, aceptable o pasable. Se juega bien o se juega mal. Se sabe jugar o no se sabe jugar. No hay términos medios. Los términos medios pertenecen a la buena voluntad de los cronistas para disimular errores o halagar al público, cuya pasión no tolera críticas para sus preferidos. Juega bien al fútbol únicamente quien domina bien la pelota. En ese punto tampoco hay términos medios. Si no hay pleno dominio del balón, no puede haber buen jugador de fútbol, aunque no baste dominar el balón para ser buen jugador de fútbol. Hay otros factores que pueden anular o complementar esa virtud”.
Pues bien, un jugador de hoy en día pasa por ser más atleta que jugador. Los planes de preparación físico-atlética en el presente, buscan dotar de velocidad y fuerza a los jugadores, dejando poco tiempo al control del balón, al dominio del mismo. Por eso se ven más atletas que jugadores de fútbol. Recuerdo que en el viejo campo de entrenamiento de Millonarios existía un frontón, una pared, debidamente numerada. Los técnicos exigían a los jugadores patear el balón y acertar en determinado numero. La pared estaba numerada del uno al diez. Si había que pegarle al cinco, el jugador debía darle a ese número para ganar precisión en el remate.
Los jugadores deben estar en contacto constante con la pelota para aprender a cabecear, a pararla con el pecho. Si el jugador es derecho, ejercitar la izquierda. Todo esto para resaltar la importancia de ser el futbolista amigo del balón. La repetición es la clave de la fundamentación. Los arqueros deben dejar la costumbre de sacar lejos el balón, dando oportunidad a la defensa contraria de hacerse a la pelota. Los pelotazos que tanto se ven hoy en día, carecen de precisión. Todo ello por falta de trabajo con la pelota en la semana. El jugador debe de estar por encima del atleta.
Quería simplemente hacer en cuenta cómo el fútbol, después de 50 años, tomando como referencia las precisiones de Jorge Orth, no ha cambiado en esencia. Sigue siendo el mismo: o se juega bien o se juega mal. Los técnicos y más los jugadores lo deciden.
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