Víctor José López
Cuna con arrullo platense
Guillermo Stábile
Cuando Jules Rimet le propuso a la Asamblea de FIFA realizada el 26 de mayo en Amsterdan, organizar un torneo en el que participaran naciones de América y de Europa, Rimet no preveía el alcance que tendría su proposición. Estaba muy impresionado por el juego desplegado por los jugadores de Uruguay en la competencia olímpica. Los charrúas habían conquistado dos medallas de oro en los Juegos Olímpicos de 1924 en París y de Amsterdan en el 28.
FIFA veía con envidia el desarrollo de los Olímpicos, evento que comenzaba a sentar sólidas bases en su difusión. Rimet acordó en el Congreso de Amsterdan realizar el Campeonato del Mundo en Uruguay, nación que construía un gran escenario para alojar su pasión, el fútbol, el Estadio Centenario de Montevideo.
Trece naciones asistieron a la primera Copa del Mundo, a pesar que algunos de los invitados europeos no se atrevieron apuntarse a la gran aventura. Asistieron Francia, Yugoslavia, Rumania y Bélgica por Europa. Decepcionó la ausencia de Inglaterra, considerada la madre natural del fútbol universal. Por América, además del anfitrión Uruguay, estuvieron Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Estados Unidos, México, Perú, Paraguay .
Trece banderas ondearon en el fragor de la competencia del deporte más universal en aquel Campeonato de 1930 que conquistaría la celeste del Uruguay.
Guillermo Stábile, de Argentina, fue el máximo goleador, pero también el jugador más destacado. Tanto que su performance en el Mundial del 30 lo proyectó a Europa, donde jugó en Italia con el Nápoli y el Génova, y en Francia vistió los colores del Estrella Roja de París. Su palmarés argentino es impresionante, pero lo que más nos llama la atención es que Stabile fue Técnico de la Albiceleste y con la selección más de 100 encuentros internacionales, logrando siete Copas de América. Apenas medía un metro con 68 centímetros, una talla como la de Messi o Maradona, pequeño, escurridizo, genial e inteligente. Todo el carácter del fútbol argentino en un frasquito.
Es nuestro primer héroe mundial en nuestro Sin Paralelo de hoy.
¡¡Escúchame!!,
¿Cómo vas a saber lo que es la solidaridad?
Si jamás saliste a dar la cara
por un compañero golpeado desde atrás
Quique Wolff
Y la orden fue "Vencer o Morir"
Vittorio Pozo
La Italia de Benito Mussolini organizó el segundo Mundial en 1934. Un torneo basado en el populismo político que caracterizó al régimen fascista, y que tuvo para los italianos la ridícula consigna que sin rubor se copió Chávez para su parapeto socialista en Venezuela, la de "Vencer o morir". Siempre la calavera, el terror de la muerte en la presión que vivieron sobre todo los jugadores italianos.
Es histórica la anécdota de la conversación del Duce con el General Vaccaro, presidente del Comité Olímpico Italiano:
-"General, Italia debe ganar el Campeonato Mundial"; "haremos todo lo posible"; "Creo que no me ha entendido General. He dicho que Italia debe ganar este Campeonato Mundial. Tómelo como una orden."
Italia fue Capeón del Mundo y sus héroes fueron Raimundo Orsi que empató con España a un gol y Angelo Schiavio que marcó el definitivo 2 - 1
Vittorio Pozzo, Director Técnico de la Azzurra, volvió a serlo para el Mundial de 1938, torneo al que los equipos de América no asistieron, con excepción de Brasil. América no asistió como protesta porque al repetir a Italia como sede se violaba el acuerdo de la alternabilidad.
Italia volvió a ser Campeón del Mundo, convirtiéndose en el primer bicampeón del torneo orbital, pero las miradas se centraron en el maravilloso fútbol de Brasil, un espectáculo encantador.
Un hombre, Leonidas fue el mago encantador.
Leonidas da Silva fue de acuerdo al dramaturgo Nelson Rodrígues "...un jugador rigurosamente brasileño. Tenía la fantasía, la infantilidad, la improvisación y la sensualidad de nuestros típicos cracks." ¿La premonición de Pelé, Zico, Romario, Bebeto, Ronaldo, Ronaldinho ...? Muchas de las gracias brasileñas le son adosadas a la infinita imaginación de Leonidas. Dicen que "la bicicleta", esa con la que Robinho equivocaba a los españoles, e cosa de su creación, lo mismo "la chalaca", también llamada "chilena", y tantas cosas; pero otros aseveran que son más vapores de la fantasía que la realidad.
Y sobre los rieles de la fantasía ha rodado el fútbol de Brasil desde entonces.
Un Gran Capitán y dos Generales
Obdulio Varela
Una Guerra Mundial por medio, cambios radicales en la geopolítica, el mundo en la plenitud de la Guerra Fría entre la Unión Soviética y Occidente, salta el Campeonato Mundial de Fútbol el Atlántico, para aterrizar en el gran Brasil que se había preparado obsecionadamente para posesionarse de la Copa Jules Rimet en un campo de marte de fábula, un estadio gigantesco, capaz de albergar una ciudad en sus entrañas, donde el corazón de todo Brasil podría latir sin estrecheces. Era el Maracaná y el año estaba marcado en el calendario como 1950. Número fatídico para la religión del fútbol brasileño desde aquella demoníaca jornada que convirtió en Sacerdote Supremo del balompié universal al negro Obdulio Valera, distinguido desde ese día como "El gran capitán".
Un capitán que le arruinó la campaña a dos grandes generales de la política suramericana, Getulio Vargas, dictador de Brasil, y Juan Domingo Perón, de Argentina.
Al terminar la II Guerra FIFA convocó un congreso en Luxemburgo en julio del 46. El primer acuerdo de aquella asamblea fue la de nombrar el Campeonato Mundial como Copa Jules Rimet, en honor a su creador. Suiza había sido escogida como sede para el torneo que se reanudaría en 1949; pero las presiones de Sur América, que ya se habían revelado en el torneo de 1938 cuando no asistieron a Italia, hizo recapacitar a FIFA.
Getulio Vargas y Perón, acordaron el apoyo a la candidatura brasileña.
Brasil tuvo el honor de ser anfitrión de Inglaterra. El Reino Unido participó en las eliminatorias con cuatro equipos. La madre del fútbol se reunía con sus hijos, allende sus mares y de sus fronteras. Turquía, clasificó, pero renunció, como también renunció India pues algunos hindúes pretendían jugar sin botines, tal como lo habían hecho en los Juegos Olímpicos de Londres en 1948.
Italia, Campeón del Mundo, sufrió la muerte de gran parte de su seleccionado cuando se estrelló en el avión en el que viajaba el equipo de Torino. INtegrado por mayoría de miembros de la selección el Torino regresaba a Italia después de jugar un partido ante el Benfica, en Lisboa.
Como un estigma los brasileños recuerdan el Mundial de 1950, como una gesta patriótica los Uruguayos. Mientras Juan Schiaffino y Alcides Ghiggia vivieron como héroes nacionales, al portero de Brasil, Moacyr Barbosa, tuvo que vivir como un traidor a la historia de su patria, escondiéndose y sin pisar el Maracaná.
El drama tuvo su inflexión en el guión cuando Friaca, que llevaba el número13 en el dorsal de su franela, anotó en el 47 en primer gol del juego.Único del partido para los brasileños. En ese momento Obdulio Varela, capitán de Uriguay, rescató el balón anidado en la red charrúa y llevándola, como quien lleva una muñeca en sus brazos, se dirigió a uno de los liniers. Un escocés que no entendía el español. Varela apenas lo hablaba.
-"¡Qué hace este negro!" Gritó alguien de la bancada brasileña. Había cundido el desconcierto.
La fiesta en el Maracaná tomaba cuerpo, hasta que Schiaffino en el minuto 66 se metió a terrenos vedados para los uruguayos y empató el juego. A los 13 minutos exactos, Alcides Ghiggia provocó el la hecatombe: 200 mil personas callaron para siempre, pues de ahí en adelante Obdulio Varela, el Gran Capitán, dirigía la orquesta que entonaría la Marcha Triunfal.
Jules Rimet le entregó la primera copa que llevaba su nombre a Obdulio Varela. Con los años Brasil despertó y lograría tres títulos para apropiarse, con todas las de la ley, del trofeo más deseado en el mundo del fútbol.
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