Cartel promocional para la campaña de mecenazgo de Doña Marina
"...Ahora vuelve a la carga con Doña Marina, el nacimiento de Hispanoamérica, la famosa Malinche que Nacho Cano ha llevado a Madrid y que López-Linares llevará pronto al mundo. Así, Doña Marina, traductora entre tlaxcaltecas y españoles, difusora del catolicismo entre los indígenas, da continuación a la que –nos confiesa el director– será la segunda de tantas. Porque cuando se difunde la Verdad, el éxito está asegurado. ¿O quizás no?..."
'Doña Marina, el nacimiento de Hispanoamérica', es un proyecto de película documental con el que pretendemos dar a conocer cómo sucedió realmente la mal llamada conquista, un hecho decisivo en la historia de la humanidad contra el que se acumulan toda clase de mentiras, fabulaciones y disparates.
Doña Marina y la batalla ganada
PABLO MARIÑOSO DE JUANA
LA GACETA/OCTUBRE 23, 2022
Cuando en Madrid se presentó IDEAS, hace ya algunos meses, José Antonio Fúster nos dijo que ya tocaba dar la batalla de las ideas. Algo así como que ya era hora de plantear debates de altura con, eso sí, la españolísima gracia que nos imbuye. Y pues a eso hemos venido. Es esto de las palabras cosa buena para dar la batalla de las ideas. Pero como yo no me veo capaz de plantear dichos debates de altura y tengo el salero limitado, he invitado a este espacio a José Luis López-Linares. Ayer hablé por teléfono con él y se me abrió un horizonte que yo, torpe por naturaleza, desmañado por rutina, jamás había explorado. Y prometo que pronto lo tendrán por estas páginas, hablándonos de cualquier cosa buena, verdadera y bella. Porque López-Linares es un jinete de primera línea, incapaz de custodiar la retaguardia. Por eso, por de pronto, ha querido adelantarnos generosamente alguna cosa del nuevo proyecto del que pronto disfrutaremos todos en los cines.
El trabajo de López-Linares triunfa porque es verdaderamente suyo, porque hace propio el triunfo o fracaso de sus proyectos, porque se adueña del destino de sus empresas
Hablábamos por teléfono, decía, y con gran alegría me recordaba las cifras de España, la primera globalización. Yo espeté que uno no pretende forrarse con estos proyectos. Asintiendo, me hizo ver que, sin pretenderlo, fueron más de sesenta mil espectadores en cines, más de medio millón de visualizaciones en televisión, miles de patrocinadores y el cariño de tantos. Ahora vuelve a la carga con Doña Marina, el nacimiento de Hispanoamérica, la famosa Malinche que Nacho Cano ha llevado a Madrid y que López-Linares llevará pronto al mundo. Así, Doña Marina, traductora entre tlaxcaltecas y españoles, difusora del catolicismo entre los indígenas, da continuación a la que –nos confiesa el director– será la segunda de tantas. Porque cuando se difunde la Verdad, el éxito está asegurado. ¿O quizás no?
López-Linares habla con voz franca porque él es así y así son sus películas. Dejando de lado otras cuestiones, he llegado a una conclusión: el trabajo de López-Linares triunfa porque es verdaderamente suyo, porque hace propio el triunfo o fracaso de sus proyectos, porque se adueña del destino de sus empresas. Y eso, claro está, no puede ser por más que exitoso. Lo comprendí bien hace tiempo. Recuerdo la ocasión en que me metí en un cine aleatorio, un día aleatorio, a una hora aleatoria, para ver la película de la globalización. Allí estaba él, en primerísima fila, cuidando los pequeños detalles de su empresa, acompañándonos a los espectadores hasta hacernos partícipes de su propia creación. Escuchando, con algo de timidez, los aplausos de la sala. Ayer, de hecho, me confesaba que jamás había visto tantos aplausos espontáneos en su vida. Y yo creo que tampoco.
Lo dijo Chesterton y López-Linares lo lleva a cabo: amar cuanto tenemos atrás para así aprender a amar cuanto tenemos enfrente
Victorioso pues López-Linares, sabemos que Doña Marina será uno más de entre sus éxitos. Porque cuando uno batalla –recuerdo que a esto habíamos venido– en favor de la Verdad, no batalla contra nadie. Y esto es fundamental. Contar la Historia de España, sin exageraciones ni complejos, hablar de la evangelización de indígenas, reflexionar sobre el papel de una mujer «de peso y poso», poner en duda consensos históricos impuestos desde fuera, etc. Es la batalla de lo universal, que no trata de enfrentar ni dividir, que no tiene enemigos sino aliados. La batalla que desempuña la virtud para embriagarlo todo. Lo dijo Chesterton y López-Linares lo lleva a cabo: amar cuanto tenemos atrás para así aprender a amar cuanto tenemos enfrente. Y sus películas, lo será también Doña Marina, lo cumplen, siguiendo siempre la parresía, virtud de decir la verdad en sus justos términos, pero con el estruendo clamoroso de lo correcto.
Quedamos por tanto exhortados a colaborar con este y otros proyectos que abanderen la verdad. Sabemos de dónde venimos y a dónde vamos.
Reímos cuando le dije que sus mejores proselitistas están en estudios de Malasaña, en cátedras universitarias y en dicasterios, así como en la casa de, qué sé yo, López Obrador. «La gente que no tiene ni idea tan sólo consigue que vengan más personas a ver mis películas», me sentenció. Y es así en tanto que la ignorancia de muchos voceros está ayudando a paliar la de otros. Sin embargo, esto no significa que podamos abandonar en manos de su fracaso nuestro éxito. López-Linares le necesita a usted, a mí y a tantos otros españoles de ambos hemisferios para que Doña Marina vea la luz. «Sin todos nuestros patrocinadores, sería imposible sacar la película. Y no estoy hablando sólo de una cuestión de dinero». Así, quedamos por tanto exhortados a colaborar con este y otros proyectos que abanderen la verdad. Sabemos de dónde venimos y a dónde vamos. Es hora de decirlo alto y claro. Porque siendo poseedores de semejante herencia, sería un fracaso quedar callados. «Y no lo llaméis crowfunding; llamadlo mecenazgo». Eso, José Luis lo sabe bien, es dar la batalla.
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