Diario de un cazamoscas
SÁBADO DE CIRCO
Por Laurentzi Odriozola
De tres pistas. En la del medio, la principal y de mayor diámetro; la de las estrellas del momento; con potentes reflectores y presentación al estilo del Sands de Las Vegas o el Tropicana de La Habana, de otros tiempos: ¡Now... we present a wanderful New Show!.. Señoras y Señores... Ladys and Gentlemen... cooon nosotrooos... with uuuus... ¡Baaaarak Obama and Rauuuúl Castro! (Cartelito: Aplause). A ambos lados, de diámetros bastante más reducidos, las dos pistas dispuestas para los artistas de imprescindible relleno, los “teloneros” defensores de la pisoteada dignidad latinoamericana; unos más que otros, pero todos al cobijo de la misma Gran Carpa.
A la izquierda, definitivamente más pequeña pero, eso sí, con toda la parafernalia también de focos, trapecios, trampolines y fanfarrias, el muy enfadado e indignado Maduro y su corte de “encabronados” (para usar la misma voz que utilizó el indignado) acróbatas y prestidigitadores; hermanos suramericanos -incluyed caribean brothers angloparlantes - y revolucionarios, aunque de estos últimos, algunos ya lo van siendo menos que otros, también es verdad. En la otra, la tercera, más modesta en cuanto a tecnologías circenses y artilugios iluminativos, unos pocos señores y una señora, que intentaron hablar de sobre vainas de cierta importancia y seriedad y que, por eso mismo, por estar fuera del programa, recibieron pocos oídos y aplausos de la escuálida atención que estaba sentada por esos extremos de la gradería; con alguna que otra sonrisa de solidaria comprensión. Un trío de presidentes centroamericanos anunciaron su decisión de abrir las fronteras entre sí para acelerar el proceso de integración económica; el cholo Humala, “El Converso”, ignorando las indignadas filipicas anticapitalistas y denuncias contra el imperio de sus antiguos camaradas, se mandó con una muy sensata advertencia de que el crecimiento económico no es todo sino se les incorporan la eficiencia en el gasto público y calidad en las inversiones; que hay que diversificar los sistemas productivos; y así. La mujer, que no fue la Cristina respondona, descangayada y tan pelotuda, como es ella, sino la Rouseff, gran “batacazo brasileiro”, pidió liberar a los presos políticos en Venezuela... Casi nadie les paró. Que a un circo se viene es a divertirse, aunque los payasos no den risa; a participar de las fuertes emociones de trapecistas y funámbulos; a escapar de la fastidiosa y cansina rutina de las agobiantes realidades nacionales.
El moreno de Illinois; de elegantes movimientos pausados, pero muy seguro él, consumió los ocho minutos que le correspondían, en una muy habilidosa rutina de malabarismos y prestidigitación, que culminó –aaaahh!.. oooohh!.. yeaaah!- sacándole un dólar de plata de detrás de la oreja al incrédulo pero asombrado hermano de Fidel. (Aplause, one more). A Raúl, conmocionado, no le quedó otra que replicar con conmovedora emoción, su fe y esperanza en la caridad y las sanas intenciones de ese buen hombre norteamericano. Toda una devota y amorosa declaración de respeto y admiración... pero en vez de ocho minutos, se agarró una hora para recordar también que, a pesar de su prendado reconocimiento, había toda una larga historia de abusos imperialistas -y dale con la vaina, ahí nomás- pero de los que, aclaró, no era responsable, de ninguna manera, este nuevo líder del Norte; gringo también, pero negrito bueno y cariñoso. Raúl, el preceptor, dejó así, ¡oh dorpresa!, el el aire, descolgado de su trapecio, a su escolapio venezolano, el que, un rato después, insistió no tener “ninguna confianza” en el mismo y admirable negro. No pasó nada. La malla de seguridad estaba colocada en su sitio.
“Siento que ahí está sentado Fidel”, bramó con vibratoria y conmovida voz el presidente venezolano cuando le tocó el turno de su presentación. Pero ahí, ahí quien estaba sentado era su hermano; y ya hemos dicho lo que dijo. Reveló su nuevo gran descubrimiento, que Obama no es Bush. Pero confesó su enorme y embarrancado enfado porque el negro de la Casa Blanca nunca se habría dignado a contestar ni a uno solo de sus mensajes. Así que lanzó su frase del día: “Lo respeto, pero no tengo confianza en usted presidente Obama”. ¿Y entonces? Las cajas con las once millones de firmas tampoco aparecieron por allí. ¿Y entonces? El decreto no se deroga, recalcaron desde Washington. ¿Y entonces?
“Cuando los elefantes bailan, acaban con la grama del jardín”, aseguró Mister Perssad-Bissessar, de Trinidad-Tobago. Sin ánimo, ni atrevimientos hermenéuticos, lo que si quedó claro de las palabras del trinitario de pausado ritmo británico, fue la confirmación de que, ante la presencia de elefantes, aquello, definitivamente, aunque no lo fuese; fue lo más parecido a un circo.
Las entradas para Lima saldrán pronto a la venta.
Enviado desde mi BlackBerry de Movistar
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