Blog de Víctor José López /Periodista

lunes, 29 de octubre de 2012

Francisco Suniaga La increíble y mágica noche del Panda (juego 1),




PABLO SANDOVAL, KUNG-FU PANDA
La temporada de 2012 ha sido mágica para los venezolanos que aman el beisbol. Será recordada por mucho tiempo por la triple corona de Miguel Cabrera, el juego perfecto de Félix Hernández, el no hit no run de Johan Santana, el retiro después de una gloriosa y ejemplar carrera de Omar Vizquel, el Más Valioso de Marco Scutaro en la serie por el campeonato de la Liga Nacional, la presencia de nueve venezolanos en los rosters de los equipos campeones que se enfrentan en la Serie Mundial y, ya dentro de esta, por la increíble noche de Pablo Sandoval en el primer juego.
El Kung Fu Panda –apodo que lo retrata y que le fuese puesto por Barry Zito en la temporada de 2008, cuando llegó al equipo– es un jugador de esos que hacen que el beisbol sea el deporte que es. Pablo es joseador, perro caliente, tiene innumerables tics al batear que ejecuta con nerviosa rapidez y, para rematar, es lo que en criollo llamaríamos “un gordito”, un tipo que tiene la misma pinta del jugador cervecero de softbol de los fines de semana. Es por tanto un jugador de grandes ligas muy próximo al aficionado medio, aquel que ama el juego, lo conoce profundamente y alguna vez lo jugó, pero sin las condiciones atléticas ni beisboleras para llegar a practicarlo en serio. Si con alguien le resultará fácil a ese aficionado identificarse es precisamente con el Panda.
Pero no es por esas razones que Pablo Sandoval no pasa desapercibido en el mundo del beisbol de las grandes ligas y es ídolo en San Francisco. Pablo llama la atención porque es un bateador natural de trescientos y puede conectar la pelota con fuerza en los dos lados del plato y hacia cualquier parte del terreno. Es talento puro y crudo y siempre lo será. Jamás le pidamos al Panda que sea un cirujano del bateo como Miguel Cabrera, que aprende con cada lanzamiento y selecciona muy bien sus pitcheos. No, el Panda es una fuerza desatada de la naturaleza que le hace swing y batea lanzamientos dentro y fuera (a veces bien afuera) de la zona de strike.
Si fuese un bateador más educado, como Scutaro, su compañero de equipo, Pablo Sandoval tendría unos treinta o cuarenta puntos más en su average y sería mucho más efectivo. Pero Pablo, reitero, jamás hará eso, como no lo haría un jugador de caimanera. Se para a batear y le hace swing al lanzamiento que le guste, esté donde esté, punto. Eso fue lo que hizo cuando escribió la historia del primer juego de la Serie Mundial del 2012, al batear tres jonrones en sus tres primeros turnos, y ascender a un olimpo donde solo había tres peloteros: Babe Ruth, Reggie Jackson y Albert Pujols.
El primero de esos jonrones, en la parte baja del inning de apertura, fue un swing típico de Pablo. Estaba en cero bolas y dos strikes frente al mejor pitcher de las grandes ligas, Justin Verlander, y conectó una recta de noventa y cinco millas, alta y adentro, un lanzamiento al que un bateador educado (Bobby Abreu, por ejemplo) probablemente no le habría tirado. No lo habría hecho porque con casi toda seguridad habría abanicado. Incluso Pablo se habría ponchado (quienes siguen las grandes ligas deben haberlo visto poncharse muchas veces con lanzamientos similares) pero, y eso es lo grande de este jugador, no cuando está encendido, como anoche, cuando parecía capaz de batear cualquier cosa. San Francisco 1, Detroit 0.
El segundo turno del Panda en el tercer inning fue asimismo increíble; al propio Verlander se le vio exclamar “wow” en la repetición de la tv. En cuenta de dos y nada, el estelar de los Tigres le lanzó otra recta de noventa y cinco millas, esta vez baja y afuera (parecía en la zona de strike) y Pablo le hizo swing para sacarla por la banda contraria y empujar dos carreras. Esta vez el daño era irreversible: San Francisco 4 Detroit 0.
El tercer turno, en el quinto inning con el juego cinco a cero, contra otro pitcher, Al Albuquerque, conteo uno y uno, una slider baja. Swing de Sandoval y lo que salió fue un cohete por el center field. Curt Schilling y Terry Francona, fungiendo de comentaristas resumieron el problema de los pitchers de Detroit: A Pablo Sandoval cuando está encendido no hay manera de “trabajarlo” porque le hace swing a lanzamientos malos e igual batea de hit.
En su último turno contra el alicaído Valverde, con el público de pie, en medio de una expectativa por el cuarto jonrón que incluía a los mismos peloteros, Pablo conectó una línea salvaje, un sencillo al centro. Se podría decir que la historia del juego terminó con ese turno, no había nada más que esperar. Ni los más temerosos aficionados Gigantes ni los más entusiastas seguidores de los Tigres podían siquiera imaginar que el juego pudiera voltearse, no en la increíble y mágica noche del Panda.
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La redención
Por su naturaleza lenta y de larga duración, quizás ningún otro deporte brinde como el beisbol tantas oportunidades para redimirse. Marco Scutaro y Pablo Sandoval son una prueba de ello. Marco Scutaro es uno de esos buenos peloteros que han pasado por tantos equipos que no es posible recordarlos a todos. Un tipo que hace el trabajo bien y consistentemente pero que nunca ha alcanzado el status de estrella. Tras quince temporadas, su carrera se acerca al final (tendrá 37 años en pocos días) y no había estado nunca antes en el estado de gracia en el que ahora se encuentra y merecidamente disfruta. Su actuación en la Serie Mundial, bateó de cuatro dos y empujó dos carreras en el primer juego, continúa la rutilante actuación que lo llevó a merecer el premio del Más Valioso en la serie por el campeonato de la Liga Nacional. En esta temporada Marco Scutaro entró como estrella en la historia oficial del beisbol y en la historia verdadera del juego, la de los aficionados de aquí y de allá que jamás olvidarán su brillante actuación.
Pablo Sandoval ha ocupado la candileja del primer juego de esta Serie Mundial con una actuación histórica: tres jonrones, en sus primeros tres turnos. Su bate ayer mismo fue recogido por el delegado del Salón de la Fama de Cooperstown. El Panda ha vivido una postemporada, en particular un primer juego de Serie Mundial de ensueño, que también lo redime. A los fanáticos del Panda (en su mayoría los magallaneros) nos rompía el corazón mirarlo en la Serie Mundial de 2010, relegado en el banco por su gordura y su bajo rendimiento. Su sufrimiento era tal que ni siquiera en el desfile de aquella celebrada victoria contra los Texas Rangers por las calles de San Francisco se le veía sonreír. Es cuestión de imaginarse los sentimientos del tipo más “fiebrúo” del beisbol, el que parece que más lo disfruta, obligado a ser espectador de casi toda la serie de 2010. Quizás no volvería a disfrutar de esa ocasión, pero nada como el beisbol para brindarle redención a las almas heridas. Es cuestión, como dicen en el juego, de esperar la oportunidad y estar “ready”.

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