Blog de Víctor José López /Periodista

domingo, 14 de octubre de 2012

EZEQUIEL KORIN "No quiero a Capriles de Presidente


 
Durante la última semana, son varias las voces que desde la oposición venezolana (y, en algunos casos, incluso extranjera) han alzado la voz contra lo que perciben como la única explicación posible de la derrota electoral en la reciente contienda por la Presidencia de la República: HUBO FRAUDE.
A lo largo de la semana que acaba de transcurrir, he leído un sinfín de cartas, relatos, opiniones y artículos, cada uno con su particular grado de verosimilitud y argumentación; he conversado con gente de mi ámbito inmediato quienes se han valido o bien de pruebas dudosas o bien de convicciones a ciegas para sustentar la comisión del fraude. En todos los casos, la mayoría concluye con un simple e irreflexivo "hubo fraude". Quizás por haber tenido esta misma experiencia durante los últimos 7 días - evidentemente magnificada ad infinitum dada su función como políticos - los abanderados de la oposición para las elecciones del 7O fueron claros, saliendo al paso a las dudas sobre el proceso electoral vivido. Según ellos, no hubo fraude.
Lo que en cualquier situación de normalidad hubiera significado un 'punto y final' a la historia del fraude, en Venezuela fue descodificado por quienes creen fielmente en la tergiversación de la voluntad mayoritaria como un signo inequívoco de lo sucedido: no sólo hubo fraude, sino que la dirigencia opositora estaba en contubernio con el chavismo en contra de los electores. Para apoyar esta tesis, rápidamente comenzó a circular un video de Eric Ekvall en el cual relata los presuntos hechos de la trastienda electoral de 2006 en donde Petkoff, Borges y Rosales habrían vendido las elecciones a José Vicente Rangel. Si lo habían hecho en 2006, ¿por qué no lo habrían de hacer nuevamente en 2012? Esa era la pregunta que dejaban en el aire; ese era la duda.
Con este antecedente, entonces, el cuestionamiento sobre el fraude cobraba otro matiz, incluyendo las acusaciones de que los líderes opositores 'se habían vendido' y que, con su accionar, habían legitimado no sólo el presunto robo del que fuera víctima el electorado venezolano en las presidenciales del 7O sino en cualquier evento electoral a futuro. Los dedos acusadores apuntan hacia todos lados y, a la vez, hacia ninguno en específico: Borges, López, Briquet, Aveledo, entre muchos otros. Algunos, quizás los más enardecidos, implican directamente a quien hasta hace apenas una semana encarnaba la esperanza de la oposición, Henrique Capriles Radonski.
Hoy pululan en las redes sociales los reclamos que exigen sean mostradas todas las actas con que cuenta el Comando Venezuela, no vaya a ser cosa que las actas dejen al descubierto una realidad distinta a la que dio como ganador a Chávez y que Capriles prontamente aceptó... según él por su carácter democrático, según algunas voces 'radicales' (aunque les moleste ser llamados como tales), por formar parte del engaño articulado desde el CNE. Las voces - unas indudablemente más altisonantes que otras - caen en una franca contradicción que nadie se ha atrevido a señalar: si bien se debería luchar por el reconocimiento de un presunto triunfo opositor en las urnas, esta lucha terminaría con la investidura de quien habría traicionado a la causa opositora, habiéndose prestado para el reconocimiento del fraude.
Personalmente, si sintiera la necesidad de exigirle a la MUD o a Capriles que demostraran su derrota y que me certificaran con pruebas, pelos, señas y detalles que no triunfamos, entonces sentiría que no están en capacidad de representarme y que más bien pertenecen a la forma de hacer política que rechazo. Si asumiera que la aceptación de Capriles de los resultados se debe a la conchupancia entre el gobierno y el liderazgo opositor, le rebajaría a un escalón de mi valoración aún menor que aquel que ocupan los jerarcas chavistas, pues estos últimos nunca dijeron estar junto a mí en esta lucha. Si creyera que Capriles no sabía de los arreglos, pero que su entorno estaba siendo manipulado desde Miraflores, pensaría que - a pesar de ser 'un buen muchacho' - el gobierno tuvo toda la razón cuando lo tildó de 'muchacho pa bobo'. Si pensara que nos entregaron como borregos en la puerta del matadero, llevándonos a unas elecciones que jamás íbamos a ganar pues estaban arregladas desde antes, tendría que considerarles no sólo embaucadores, sino francos criminales.
De ser así, a la única conclusión a la que pudiera lógicamente arribar es que no quiero a Capriles de Presidente... pero eso no es cierto.

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