Blog de Víctor José López /Periodista

domingo, 11 de marzo de 2012

EL VITO: Los Novios de la Muerte





Hipócritas inquisidores
atentan contra los toros

EL VITO


Tratar bien a un toro de lidia consiste precisamente en lidiarlo. No hace falta insistir en que, comparada con la existencia de muchos animales de nuestras granjas o de nuestros laboratorios, la vida de los toros es principesca.

LEYENDA DE FOTO

Ni una palabra respecto a los niños armados en el 23 de Enero por parte de la Defensoría del Pueblo, mientras prohíbe la entrada de menores a las plazas de toros

Los dos “fenómenos” del toreo, el mexicano Michelito y el venezolano Colombo, triunfadores en la Feria del Sol de Mérida, Con sus padres, el ganadero Orlando Echenagucia y Zeta, que estuvo presente en la temporada serrana. Muy lejos de las enseñanzas genocidas del Alcalde de Bogotá y su cartilla del M - 19





Fernando Savater en su gráfica irreverencia anunció el regreso del Santo Oficio, -la Inquisición -, al desmenuzar con profundidad analítica cómo y por dónde es atacada la Fiesta de los Toros a nivel mundial. Nosotros, que somos menos ingeniosos y estamos menos preparados que el gran escritor, sólo vemos que atacar a los toros es una moda Una moda que provoca la aberrante posición de “prohibir por prohibir” cuando lo ideal sería prohibido prohibir, como aquella simpática consigna de los revoltosos del Mayo Francés que copiaron del poema de Pablo Neruda, que uno de sus versos dice “Queda prohibido no intentar comprender a las personas, pensar que sus vidas valen más que la tuya, no saber que cada uno tiene su camino y su dicha.”
Neruda, que fue un poeta de la vida, no se atrevió condenar, mucho menos prohibir a la Fiesta de los toros, como ahora intenta hacerlo el Alcalde de Bogotá Gustavo Petro que es uno de los novios de la muerte militante del grupo terrorista M – 19, un grupo al que jamás le tembló el pulso para provocar la muerte de seres humanos inocentes, ignorantes de la causa de sus protestas, involucrando niños y esperanzas de un pueblo. Son las cosas de esta vida llena de contradicciones.
Vuelve el Santo Oficio, como dice Savater, y regresa como si de una orden del Cardenal Cisneros (1511) debe de ser cumplida por autoridades como la señora María Gabriela Ramírez, Defensora del Pueblo, convertida en Adriano de Oltrecht (1519), como cabeza de la nueva y fundamentalista Inquisición designa a la Guardia Nacional Bolivariana y convierte a sus plazas en comisionados especiales del Santo Oficio a las puertas de las plazas de toros de Venezuela.
La Inquisidora, Defensora del Pueblo, no ha abierto esta boca, y mucho menos protestado, ante los hechos denunciados y constatados en el 23 de Enero de los niños armados. Sin embargo envía la tropa a que impida a la puerta de las plazas de toros la entrada de los niños a las corridas de toros. Deja que los niños jueguen con granadas, pero prohíbe que jueguen al toro.
Hay gente que le gustan los toros y muchos otros que no han pisado una plaza en su vida o que sienten repugnancia por la fiesta: es la diversidad de los hijos de Dios; pero que un Parlamento prohíba una costumbre arraigada, una industria, una forma de vida popular… es algo que necesita una argumentación muy concluyente. La que hemos oído hasta la fecha dista mucho de serlo.
Agrega Savater a sus argumentos la pregunta ¿Son las corridas de toros una forma del maltrato animal? Y el pensador donostiarra se responde:-“A los animales domésticos se les maltrata cuando no se les trata de manera acorde con el fin para el que fueron criados. No es maltrato obtener huevos de las gallinas, jamones del cerdo, velocidad del caballo o bravura del toro. Todos estos animales y tantos otros no son fruto de la mera evolución sino del designio humano (precisamente estudiar la cría de los animales inspiró a Darwin El origen de las especies) Lo que en la naturaleza es el resultado de tanteos azarosos combinados con las circunstancias ambientales, en los animales que viven en simbiosis con el hombre es logro de un proyecto más o menos definido. Tratar bien a un toro de lidia consiste precisamente en lidiarlo. No hace falta insistir en que, comparada con la existencia de muchos animales de nuestras granjas o de nuestros laboratorios, la vida de los toros es principesca. Y su muerte luchando en la plaza no desmiente ese privilegio, lo mismo que sentimos considerando el conjunto afortunado a un millonario que tras sesenta o setenta años a cuerpo de rey pasa su último año padeciendo en una unidad de cuidados intensivos.
Se habrán dado cuenta cómo de un tiempo a esta fecha crece y se reproduce la violencia en el fútbol. Los campos de juego, y los graderíos de los escenarios son terreno para absurdas, violentas y desmesuradas batallas en las que pierden la vida muchos inocentes. ¿Hay que prohibir que los niños vayan al fútbol, para evitar la violencia? De ninguna manera, sería estúpido recomendar la prohibición del fútbol por presumir que la violencia que genera pudiera ser un estímulo para que haya violencia en la sociedad. El fútbol ha sido por siglos, y sigue siendo un deporte hermoso, viril, lleno de enseñanzas y de ejemplos de competividad a ser reflejados por la sociedad y sus integrantes.
Dejemos al fútbol quieto, también tranquila la fiesta de los toros y, de una vez por todas, salgamos de los inquisidores del Santo Oficio.

No hay comentarios: