Blog de Víctor José López /Periodista

sábado, 25 de febrero de 2012

RICHARD PÁEZ por Antonio Casale

El Espectador BOGOTÁ



He hablado una sola vez en mi vida con Richard Páez. Lo he entrevistado en radio unas cuatro veces. He criticado en numerosas oportunidades los cambios que hace y la manera como lee el trámite de los partidos, pero he aprendido a entender su manera de ver el fútbol, al punto de que hoy, a diferencia de muchos, lo admiro profundamente.
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Creo que el venezolano merece un poco más de respeto y gratitud, no sólo porque ha sido el de mejores resultados en los últimos 24 años del otrora mejor equipo del mundo, sino porque lo ha logrado con nóminas inferiores a las que varios de sus antecesores tuvieron disponibles. En un año y medio, el médico ganó una copa, fue a semifinales de otra y clasificó a la misma instancia en dos torneos de liga. Méritos suficientes para mirar con más atención a un entrenador que le devolvió la sonrisa a la hinchada. No podemos ser tan amnésicos como para olvidar que, antes de Páez, Millonarios peleaba descenso.
Sin embargo, los entrenadores, como todas las personas, no pueden vivir del pasado. Las credenciales se deben validar todos los días, y el mundo del fútbol no perdona.
Se equivoca el profesor Páez al aceptar que de nuevo le hayan reforzado el equipo con jugadores que, en su mayoría, tienen un pasado reciente en el que predomina el bajo rendimiento. Ya el año pasado había sucedido lo mismo y el entrenador logró armar un colectivo que llegó mucho más lejos de lo que se podría pensar con esa nómina.
A pesar del buen momento económico del equipo, pues lo administrativo marcha bien, los hinchas acuden masivamente al estadio y los patrocinadores pagan una buena cantidad de dinero, las contrataciones que un equipo de esas características merece brillaron por su ausencia.
Se habrá equivocado Páez en la lectura de los partidos y habrá pecado en los cambios, pero siempre con la sana intención de buscar el arco contrario. Es loable encontrar un técnico con ese temperamento ofensivo en el fútbol colombiano, donde la doble línea de cuatro se impone para el aburrimiento de los pocos hinchas que todavía acuden a los estadios del país.
El venezolano es un soñador que carece de cobardía, es un tipo que hace que sus equipos propongan, sin importar lo poco con lo que cuenten. Sé que hoy, ante la impotencia que se siente tras perder con la buena nómina de suplentes de Nacional, pocos están de acuerdo conmigo, pero el frío balance de la gestión de Páez me da la razón. En cambio la tarea le queda al nuevo presidente: hay que revisar la manera como se contratan los refuerzos, porque ahí algo anda mal.
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