Blog de Víctor José López /Periodista

sábado, 3 de diciembre de 2011

OSWALDO PÁZ PUMAR Ojo’e Garza

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La enfermedad grave del presidente obliga a la oposición a mantenerse alerta frente a lo que pueda ocurrir sin intervención humana y a lo que pueda suceder precisamente por intervención del hombre.
Sabemos que el presidente está enfermo pero no tenemos claro conocimiento del diagnóstico, ni tampoco del pronóstico. También sabemos que Castro y su corte conocen uno y otro y por lo tanto están capacitados para planificar acciones en función de su presencia o de su ausencia.
Sabemos que la llegada de Chávez al poder representó para Castro un inesperado salvavidas arrojado en el mar de felicidad que rodea por todas partes su isla de miseria;y que la separación de Chávez del poder en Venezuela representaría el entierro definitivo de la llamada revolución cubana.
También sabemos que el proceso electoral que se avecina puede ser abordado por la oposición con Chávez de candidato transmitiendo la idea de que hay Chávez para rato, con Chávez candidato mostrando sin remedio su estado decadente, o con un tercer candidato nominado por Chávez para que lo releve. Solo en la primera hipótesis es pensable una derrota de la oposición y sabemos que eso lo sabe Castro.
Por la historia conocemos que a Castro jamás se le ha enfriado el guarapo para prescindir de sus más cercanos colaboradores. Lo testimonian: Camilo Cienfuegos en la aurora de la revolución, Ernesto Guevara en el proceso de su exportación y el General Ochoa cuando el descubrimiento de la comandita entre la revolución y el narcotráfico hizo necesario un chivo expiatorio.
Fue Castro el inventor para sí de la idea de que se planeaba atentar contra su vida, conspiración que de ser cierta por haber durado 53 años debe haber sido dirigida por padres, hijos y nietos. A Chávez lo equipó con la misma idea y son muchos los atentados denunciados por éste, pero eso sí, le dio además los anillos de seguridad conformados por cubanos que reciben instrucciones directas de La Habana ¿para garantizarle la vida? Así es, si le resulta más útil vivo, porque si a Castro le resulta más útil muerto que en campaña lo tiene al alcance de la mano. ¿Acaso el coronel cubano De la Guardia no puede traer también el testimonio de Allende que contó con el anillo de seguridad para “suicidarse”.
Así se dinamita un proceso electoral, porque sin duda un atentado exitoso contra la vida de Chávez tendría preestablecido como autor al imperio y sus aliados los candidatos de la oposición. Stalin lo tendría claro.
Caracas, 1° de diciembre de 2011

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