Blog de Víctor José López /Periodista

lunes, 25 de junio de 2018

EL FLACO BOLSILLO VENEZOLANO NO MATA EL HAMBRE Egildo Luján Nava

                                                                                   Formato del Futuro…

Hoy es difícil para cualquier venezolano  “hacer mercado”. Ir en procura de alimentos. Porque equivale a tener que ir de un lado a otro, acompañado de la angustiante sensación estomacal  de estar montado en una montaña rusa, soportando  el vértigo que provoca el hecho de constatar que tan sólo en días, los precios se inflan como sapos en el estanque en procura de apareamiento.

Cada día se hace imposible cumplir con la compra necesaria -o suficiente- para satisfacer requerimientos alimenticios y nutricionales  familiares  imprescindibles. El reflejo de dicha imposibilidad lo demuestra el retorno al hogar. Se hace con un menguado mercadillo  de productos. Y peor aún: sin la respuesta correspondiente a la inevitable pregunta del más pequeño de la casa: ¿qué me trajiste, Papá?.

Entre los venezolanos, en lo más íntimo de su hogar, pocas veces hay oportunidades de disfrutar la reacción del rostro que, de ilusión, pasa a satisfacción. Y sucede porque la compra de un chocolate o de cualquier chuchería, sencillamente, ya no es posible honrarla. No siempre se dispone  de millones de devaluados bolívares para complacer ese endulzado momento. La modesta compra de alimentos, sencillamente, predomina por sobre gustos y caprichos de alguien de la familia o de la familia entera.

Se avecina el nuevo año escolar. Y la compra de útiles escolares, que también implica el uso de inexistentes millones de bolívares en los presupuestos familiares, pasa a competir con la adquisición de alimentos. ¿Y qué hacer cuando los devaluados  millones de bolívares disponibles -si es que es así-  se deben reorientar en su uso?.   Sólo un lápiz  cuesta hoy  170.000 bolívares . Y eso se traduce en lo que es igual al ingreso familiar por el día de trabajo de uno de sus miembros, según el nuevo ingreso salarial a partir del 15 de Junio. Ni pensar en el costo individual de libros, cuadernos, uniformes, calzados, pago por servicio de transporte, alimentación durante los poco más de 100 días de clases.

Adicionalmente, tampoco es posible citar el caso de la compra de los alimentos y de los retos financieros familiares para hacerle frente a los gastos escolares, sin relacionarlo con la polémica que se ha producido entre Padres y Representantes y las autoridades  gubernamentales  escolares. Estas últimas rechazan todo argumento académico o familiar que relacione deserción escolar con la desaparición de colegios privados, la renuncia en masa de educadores a nivel primario, medio y hasta universitario, la extinción del servicio de transporte y la imposibilidad de atender la alimentación de los muchachos.

 Sencillamente, nada de eso es real, dicen las autoridades.  Sin embargo, salir a la calle es vivir la oportunidad de confrontar esa manipulada apreciación con la verdad. Esta no es otra que en las calles en donde antes el tráfico era abundante y las trancas de sus interminables colas desestimulaban a salir, hoy no  existen. Hoy ya no hay colas. Desaparecieron  los  vehículos, también el servicio formal de transporte de pasajeros. Lo novedoso es que ahora en las grandes ciudades del país, el servicio de transporte público se presta en “perreras”, en  camiones jaulas. Sí. Es esa especie de “bachaquerismo” no comercial, transformador del concepto de servicio de pasajeros, e innovador  del aprovechamiento del transporte ocioso de mercancía.

Las “perreras”, esa especie de modalidad de servicio que ya ha pasado a ser calificado de degradante formato excluyente, se enfrentan a la posibilidad de que sea sometido a regulación. No para que sea seguro, confiable y de un valor adecuado y apropiado en procesos hiperinflacionarios. En cambio, sí acondicionado para damas.

Es que, a decir de quienes desestiman lo grave de que no haya un serio y eficiente servicio de transporte de pasajeros en el país, están preocupados por otro elemento. Y es que  las mujeres  usuarias de la innovación, sencillamente, no pueden hacerlo si deben llevar faldas. Ya que “quedan expuestas ante los ojos sádicos de los usuarios masculinos, por lo que son objeto de toda clase de irrespeto”.

Se estima que más del 30% del parque automotor de casi 5 millones de unidades de que disponía Venezuela hace apenas 4 años, sencillamente, está parado.  Y sucede por falta de repuestos, o bien porque sus propietarios no logran conseguir aceite, cauchos o baterías, o debido a que si logra ubicarlos, sus altos precios imposibilitan la compra. Desde luego, ante esa realidad, es natural que las calles y carreteras del país luzcan vacías. Todo está asociado a un ausentismo vehicular verdaderamente inducido por el desabastecimiento de autopartes, la imposibilidad de producirlas o de importarlas. También porque la potestad gubernamental de ser quien importe mediante compras internacionales, ya no funciona por los problemas de flujo de caja que vive la Nación.

Divisas no hay, al menos en las cantidades suficientes para que las sanciones internacionales no provoquen los contratiempos de hoy y, sin duda alguna, los de mañana. Bolívares sí abundan. Su origen electrónico, inclusive, liberan a Venezuela de la obligación de alimentar sus conos monetarios con papel moneda impreso a nivel internacional. No obstante, su uso por mampuesto para hacerle frente a la hiperinflación mediante la autorización de unilaterales aumentos salariales, al final, ha terminado convirtiéndose en la fuente nutricional de dicho problema.

Querer solucionar la gravísima y perversa hiperinflación anunciando un nuevo incremento salarial mínimo de un 207%, no pasa de ser una simple ilusión monetaria.  En cifras redondas, de Bs.2.500.000 mensuales se ha pasado a Bs. 5.200.000 . Eso, en realidad, equivale a  menos de $2 al mes, lo  que representa un ingreso diario de Bs.173.000  o 7 centavos de Dólar. En su relación con el valor de un kilogramo de papas, que son apenas 10 unidades medianas, el precio es de Bs.1.800.000 . Una sola papa vale Bs 180.000 . Y la lectura  que se extrae, dice que con lo que se gana en un día de trabajo, no alcanza ni para comprar una sola papa.

En fin, los ciudadanos aprendieron hace cierto tiempo que esos aumentos salariales, que son tan sólo pan y circo, representan realmente una burla para los más necesitados. Además de una nueva escalada de precios. Mejor dicho, más hiperinflación. 

La hiperinflación se da y existe cuando se produce un incremento exponencial de precios en más de un 50% mensual de manera continua y durante, por lo menos, seis meses. En Venezuela, la escalada es de más de 80% mensual y los cálculos nacionales e internacionales  proyectan un comportamiento tal que, de no detenerse el desquicio al que ha traído a la economía la ausencia de decisiones para atacar las causas del problema, la inflación pudiera rebasar un escandaloso porcentaje de más del 1.000% en el 2018, aunque ya hay quienes se atrevan a ubicarla en 100.000%.  Sin que eso sea todavía una posibilidad no descartable, lo que sí es verdad es que Venezuela es el país con la mayor inflación a nivel mundial. Pero, además, el sitio donde se produce la primera hiperinflación generada por medios electrónicos, lo cual facilita mayor velocidad en el procedimiento generador de dinero inorgánico, y hasta hace innecesario el uso del efectivo.

Naufragando en un Océano de dinero inorgánico y de liquidez monetaria al gusto exclusivo de quien lleva realmente el mandato del Banco Central de Venezuela, y mientras se fortalecen la hambruna y la miseria, se plantea una exigente reacción para los venezolanos que estiman necesario evitar que semejante problema siga avanzando y fortaleciéndose.

Ya no se trata de un problema de chavistas o de opositores. Es  de toda la población: la gente; la familia; padres e hijos; generación de hoy y de mañana. Porque el drama venezolano no es sólo la escasez. También es el deterioro general de los servicios públicos: electricidad, agua, gas, transporte, aseo urbano, educación, salud, seguridad, entre otros. El país se está desmoronando en el medio de un empoderamiento dominante del hampa desbordada. El país, en fin, paga con su destrucción, el dominio de un fracaso inocultable.

El Gobierno es responsable de haber comandado una gestión de fracaso infinito. Y la  expresión opositora, como crítico o manifestación de contrapeso, también fracasó al no haber sabido promover un verdadero relevo del poder. ¿La consecuencia?. Es la ruina de la Nación.

No hay más tiempo para excusas, culpas, diatribas. Llegó la hora de pensar en el país. También en su salvación.

Nicaragua, en Centroamérica, un país mucho más pequeño que Venezuela, está dando una lección Continental. Tiene un Gobierno espejo del venezolano.  De él, ha recibido una cuantiosa ayuda y apoyo económico. Al igual que Venezuela, hoy está viviendo un proceso social explosivo entre el Gobierno y la Oposición. Paga con sangre de los suyos un estallido social en marcha, y riesgo de que se potencie de manera desenfrenada.

Los nicaraguenes, sin embargo, lejos de avivar y fortalecer sus diferencias que se está traduciendo  en una pérdida inútil de vidas y de bienes materiales, han optado por recurrir a un mediador que no persiga, sino que proponga soluciones. Escogieron a una institución que ofrece y garantiza respeto y credibilidad. Así lo hizo sentir hace varias décadas en otros países de Centroamérica. Aquí, lamentablemente, no se quiso que su voz funcionara como el operador necesario. Se trata de la Iglesia Católica, apuntalada por la sociedad civil. 

En Nicaragua, por responsabilidad exclusiva de la sociedad civil, la decisión   fue la de reingresar electoralmente a Daniel Ortega, luego de su fracaso anterior. Pues bien, en Venezuela es a la sociedad civil, con todo su poder y determinación, a quien corresponde actuar nombrando una Junta de Gobierno para que, con base en el poder que le competa, reestructurar y estabilizar la gobernanza y la economía; corregir y pacificar el curso del país durante un periodo no mayor a dos años.

Hay que establecer normas que imposibiliten la participación de los miembros de esa Junta en las elecciones subsiguientes para ninguno de los cargos del futuro gobierno. Ellos, sin embargo, pudieran ser reforzados, si fuera el caso, con veedores o consejeros representantes de organizaciones internacionales, como la OEA, la ONU, la propia UE. De igual manera, por los rectores universitarios y los  gremios profesionales, es decir, por  dignos representantes de la sociedad civil.

Hay que terminar con las persecuciones y los presos políticos. No hay que temerle a negociar y a conciliar. Si es necesario, hay tragar grueso; llegar a un Acuerdo serio y cierto.  Al uso de una alternativa conciliadora  que no puede ser otro que trabajar en un Proyecto País, democrático, de libre competencia, garante de libertad, respeto de las leyes y derechos. Y que su propósito final sean el progreso y la paz, como fines  integrados activamente a la comunidad internacional.

Egildo Luján Nava
Coordinador Nacional de Independientes Por el Progreso (IPP)

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