Blog de Víctor José López /Periodista

lunes, 26 de junio de 2017

EGILDO LUJÁN NAVA LA JUDEOCRACIA DEL CARIBE




“Desde el 2013 al día de hoy, el Bolívar se ha devaluado en 47.000%”


Una causa del hambre en Venezuela

Formato del Futuro…

No en vano ni es extraña la expresión intelectual e histórica de que la 0rganización de las Naciones Unidas (ONU) y  de la Organización de Estados Americanos (OEA), no pasan de ser sindicatos de gobiernos. Es decir, grupo de cómplices que se reúnen por si acaso se llegaran a necesitar, después de haber incurrido en una fechoría o en un acto impropio. Porque  lo cierto es que santos no son, ni mucho menos inocentes. Y que ese, en el fondo, es lo que los une. Pero, además, que es lo que sucede, cuando se plantean situaciones realmente embarazosas, y, de repente, el concierto de siglas y de  integrantes quedan desnudos ante las víctimas y el resto de los espectadores.

Quizás es por eso por lo que la mayoría de los venezolanos, ante el grotesco episodio que se acaba de exhibir en Cancún, México acerca de la situación que viven ellos y su país,  se plantea para qué sirven realmente las pomposas reuniones llamadas Asambleas de ese coctel de organismos  internacionales que, como OEA, ONU, UNESCO, UE, OIE, OIT, entre otros.

Todos, al final del camino, terminan demostrando es que, entre galimatías conceptuales y gárgaras de razonamientos diplomáticos, siempre es más fácil y menos riesgoso pasar a justificar cualquier desafuero como acierto, cuando de lo que está de por medio es lavarle la cara a cualquier satrapía y su promotor. Juicios, cuestionamientos, sanciones morales, desde luego, implican un costo y es siempre más cómodo no asumirlo, por aquello de que no sé cuándo voy a necesitar de aquel a quien hoy estoy comprometiendo

El bien mercadeado conjunto de siglas lo conforman naciones que arguyen estar unidas por su posición geográfica, ideologías o intereses comunes. Y que ese supuesto entendimiento fue estructurado y armado con la intención de unir esfuerzos en su protección, desarrollo o por intereses comunes.

Sin excepción, se rigen por unos estatutos o reglamentos con  objetivos, valores y principios que, en teoría, les sirven para una prudente, prolongada y fructífera convivencia. No obstante, a pesar de la justificación, lamentablemente, cuando entran en el juego de la interdependencia de relaciones, como es el caso de  los intereses económicos, surgen las grandes sorpresas. Y todo se hace más visible  cuando los principios y los valores que conforman la base cultural de los  “mejores amigos”, pasan a un segundo plano. 

También cuando se activa el juego de la diplomacia, de las conveniencias, de las grandes asambleas, de los discursos interminables, de las distintas interpretaciones, hasta que todo termina dependiendo del pragmatismo de las bien administradas hermandades comerciales o en aquello en lo que, como se diría en buen criollo, generalmente concluye en el cebo del pragmatismo identificado en " cuánto hay pa' eso". 

Lo de Cancún da para todo. Porque allí la gran mayoría de los países que integra la OEA, la de los países del Continente Americano, se reunió nuevamente para demostrar porqué se hacía necesario no perder de vista las falencias democráticas y de los derechos humanos en Venezuela. Y, además, a qué se  debía la necesidad de favorecer una intermediación positiva de arreglo o acuerdo entre las partes venezolanas que hoy se disputan la posibilidad de vivir en libertad, o en un absolutismo autocrático.

No obstante, todo no pasó de un transparente y argumentado deseo público. Ya que la mayoría de los países que representan, en sí,  el 90% de la población del territorio americano, es decir, 900 millones de habitantes, aproximadamente,  votaron a favor de conseguir una posible solución para resolver el problema que vive actualmente Venezuela. No obstante, a juicio de los que se negaron a aceptarlo, sencillamente, se desestimó la importancia y gravedad de lo que significan realmente las crisis humanitarias en las que se traducen el hambre y la inexistencia de medicinas para miles de venezolanos, la escasez de todo y la inseguridad, sin dejar de mencionar la permanente violación de derechos humanos. Mucho menos la situación de  ruina a la que hoy se enfrenta un país otrora próspero, y actualmente otra nación del mundo con más de un 80% de su población viviendo en condiciones de pobreza, y parte de ella alimentándose con basura.

Es decir, la prueba de Cancún no fue aprobada por Venezuela. Ni por su ciudadanía, ni tampoco por su Gobierno.  Porque no fue posible el pronunciamiento imprescindible que se tradujera en acuerdos unánimes.

Todo se debió a que 8 países ( Ecuador, El Salvador, Granada, Haiti, República Dominicana, Surinam, Trinidad y Tobago, Antigua y Barbuda ), sencillamente, apelaran al pragmatismo de lo aparentemente  comercial, para, a lo  camaleón, sobarle la espalda a Dios y servirle el postre a Lucifer; orar por sus intereses y atar a Venezuela debajo de la alfombra sobre la que apoyaba las cuentas de sus relaciones, indistintamente de que no fueran transparentes. Entre ellos, se hizo presente la abstención de votar, mientras que otros  5 votaron en contra y 20 hicieron lo que les parecía conveniente y oportuno, ante la urgente necesidad de soluciones.

Sencillamente, no hubo aprobación, porque se requerían 23 votos y sólo se lograron 20. Todo, por voluntad de 3 de los presentes, quedó pospuesto salomónicamente para un nuevo intento en una próxima Asamblea.

Los que votaron en contra, fueron: Bolivia, Dominica, Nicaragua, San Cristóbal y Nieves, San Vicente y Las Granadinas. Y todos obedeciendo a su compromiso crematístico  con el actual gobierno de Venezuela; no con Venezuela ni con 33 millones de venezolanos. Y las evidencias así lo certifican.

Porque Bolivia y Nicaragua, durante el transcurrir de los últimos años, han tenido  una afinidad ideología con el régimen venezolano, y han recibido un innumerable número de aportes financieros de parte de Venezuela para construir todo tipo de proyectos, como son: aeropuertos, carreteras, hospitales, etc.

En el caso de San Vicente, por intermedio del  Fondo de Solidaridad del Banco del ALBA, se le han entregado más de $ 90 Millones para construir el aeropuerto de Argyle, construido por una empresa cubana -y no una venezolana- y que fue  recientemente inaugurado por el Presidente de Venezuela. Fue una entrega que otros calificaron de aporte, porque, según lo dijo el congresista  Ralph Gonsalves en su Parlamento, en agosto de 2011, en realidad, fue una donación, aunque no precisó de parte de quién, ni mucho menos autorizado por quién. El total de los beneficios que San Vicente ha recibido, alcanza a 190 millones de dólares; es decir, un muy buen monto que permite -y hasta justifica- cualquier contraprestación.

En el caso de Dominica, también se trata de un país que ha sido favorecido con la siempre para él “buchona” petrochequera venezolana. De ese fondo al que sólo una minoría de venezolanos también tuvo libre acceso en su oportunidad, dicho país recibió  millonarios aportes para construir su aeropuerto, igualmente; como  malecones; no menos de $ 30 millones para su Programa "Revolución de la Vivienda ", así como otro volumen para construir una gran estación de Policía y obras de acueductos.

En cuanto a San Cristóbal, recibió recientemente una donación de 50 casas, además de créditos largos y baratos por más de $ 90 millones en Petróleo.

Y todos esos aportes, regalos, concesiones y similares fueron posibles en beneficio de esos oportunos y apropiados votantes  para un momento excepcional, cuando en Venezuela, supuestamente,  no hay disponibilidades para honrar deudas atrasadas, importar insumos y materias primas, mucho menos para comprar alimentos o medicinas.

Por supuesto,  es legítimo plantearse una inquietud:¿tales compromisos económicos y morales habrán tenido el peso suficiente, como para  que el comportamiento electoral de esos países, desde un comienzo, haya tenido una decisión supeditada a la voluntad del prestamista, de quien hizo la donación  o de aquel que, sencillamente, no guarda reparo alguno  en capitalizar la invariable conducta de esa especie de Judas del Caribe?. ¿Y también existe una solidaridad que, mucho más allá que lo planteado hoy, también engendra la relación con “otros” países que, individualmente, dependen de “otros” acuerdos?.

También es válido entender que, bajo ciertas circunstancias y condiciones, existen autócratas con vestimentas de demócratas, a quienes se les hace relativamente fácil y cómodo engavetar principios y valores, para valerse de las ventajas que ofrecen las siglas rimbombantes de organismos enquistados en la historia, en donde muchos desafueros pasan fácilmente como actos de santidad.  Y en esos no están precisamente, los que tienen que ver con derechos humanos y demás conquistas  institucionales del Siglo XXI.

En Venezuela, durante las protestas de los últimos 80 días, ha fallecido una cantidad similar de ciudadanos. La mayoría de ellos ha sido asesinada por el uso ilegal e  inconstitucional de armas letales en manos de distintos funcionarios al servicio del Estado. Ha sido posible porque el país sigue huérfano de estado de derecho, y eso sucede mientras  que ciertas autoridades  han sido denunciadas por la propia Fiscal General  de la República. También en el medio de asentimientos, reflexiones y reconocimientos de hechos delictivos de parte de funcionarios adscritos al  Ministerio de la Defensa. 

Sin embargo, la respuesta de esas mismas autoridades, cuando se le han planteado propuestas dirigidas a ponerle un freno a dicha situación, sigue siendo la misma: represión, heridos, detenidos y activación sistemática del terror contra  los ciudadanos.

La otra respuesta, la que detenga la dependencia de la basura como fuente de alimentación, la que impida la muerte de más venezolanos en los centros hospitalarios públicos y privados por la carencia de medicinas, de neonatos por insuficiencia de recursos para atenderles eficientemente en los sitios de nacimiento, de niños por desnutrición, jamás aparece. No priva. No cuenta. No interesa.

 Más valen la utilidad política de una Asamblea Constituyente Comunal a la medida de quienes insisten en usar el poder como recurso de destrucción y no de progreso;  de desorden fiscal y monetario; de sostenimiento y prolongación de la hiperinflación. Y lo hacen, además, para avivar, bajo la llama de la represión, el cuadro triste, lamentable y dramático de centenares de miles de venezolanos que hoy piensan en migrar a otra parte del mundo.

Ante dicha realidad, ya no se hace necesario transitar por situaciones ideológicas y políticas, para concluir en que Venezuela transita por una situación comprometedora exigente, al no poder justificar todo lo que se suscitó en Cancún, en contra,  no de los oposicionistas, como sí de la ciudadanía en general. Cerrar los caminos del entendimiento, sin duda alguna, pudiera exhibirse como un trofeo gubernamental, para demostrar fortaleza. No obstante, hoy la fuerza no le favorece, ni tampoco le premia en su propósito de ofrecer recursos para rescatar respaldo y confianza.

Es lo mismo que ya le sucedió en el seno de la OEA, más allá, inclusive, de que hayan sido suficientes 30 monedas para cambiar  respuestas y conductas, de parte de aquellos que, por anticipado, ya estaban obligados –que no comprometidos- a servirle a lo que mañana sí pudiera tener un precio para ellos: el del arrepentimiento. ¿0 es que la historia no dice que un arrepentimiento similar vivió Judas Iscariote, antes de suicidarse?.

Egildo Luján Nava
Coordinador Nacional de Independientes Por el Progreso (IPP)


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