El país ilegal
LUIS
BELTRÁN GUERRA G.
Fortunato Zabaleta comienza su clase
manifestando que analizará “las constituciones mentirosas”, cuyo puesto N° 1
ocupa la de Venezuela. No hay duda que los cambios para mal alteran el equilibrio
individual, vía para anarquizar el colectivo. Los pueblos terminan en la
guerra. Es el país ilegal. Explica que la ilegalidad para el común consiste en
no cumplir la Ley, pero sin preguntarse las razones vinculadas a las reacciones
emocionales para la persona de la que derivan y el escenario que la rodea. Es
determinante en la conducción de los pueblos. En especial, cuando la gente al
analizar las providencias de quienes gobiernan, duda de su armonía psicológica.
Esa sería una microconsecuencia, pero la macro es la de “la Constitución
mentirosa”. Así lo expone Marcelino Cazorla para satisfacción del académico.
La historia refleja la concepción de que
el grupo social había de regirse por las pautas de la propia naturaleza y del
derecho natural, fuente del liberalismo absoluto y de desigualdades. Es ante
este escenario que los grandes pensadores concibieron “el pacto social”, cuyas
previsiones suelen escribirse, aunque en algunos países sin escriturarse
proyectan mayor eficiencia, razón para calificarlas como “las constituciones
verdaderas”, en contraste con “las embusteras”. He aquí, acota Fortunato, la
necesidad de que tengamos en cuenta lo importante del equilibrio emocional en
la compostura social, de la cual depende la observancia de la Ley y la materialización
del progreso, motivo por el cual, acertado el pueblo que elija con sensatez a
los gobernantes que han de ejecutar “el pacto social”. La equivocada escogencia
es camino seguro al desconocimiento de la soberanía, fuente del acuerdo
societario y de la libertad. Suleima Guevara interrumpe a Zabaleta, diciendo
“al desbarajuste social”. De acuerdo, agrega Diego Rosales. La alegría del
docente es inocultable.
“El contrato social” se atribuye a la ocurrencia de Jean-Jacques
Rousseau, resultado, en principio, para los más atrevidos de la atribulada
personalidad del filósofo, para quienes prueba de ello es la propia descripción
que hace en “Las Confesiones” al expresar que “sus
gustos y pensamientos fluctúan entre lo noble y lo vil”. Advierto que
no quiero ser pedante, pero por cuanto entiendo lo que leo, no abrigo dudas de
que George H. Sabine (Historia de la Teoría Política) sostiene que “todo
lo que de filosofía y política escribió Jean-Jacques deriva indirectamente de
esa personalidad compleja, desgraciada y dividida, en la que jugaron un papel
importante morbosidades variadas”. En mi criterio, podríamos dejar sentado
que constituye un capítulo histórico excepcional que de esa mente alterada de
Rousseau haya surgido “El Contrato Social”, fórmula que ha servido
a la humanidad para conformarse a través de sociedades políticas y a armonizar
al mundo. La democracia nace de ella sustentada en la legitimación al pueblo
para gobernarse y conforme a las leyes que apruebe por los órganos que la
propia sociedad establezca. Los alumnos de pie aplauden a Fortunato con tanta
efervescencia que Mariangélica Tabares, también académica y quien dicta clase
en aula cercana entra a la de Zabaleta fungiendo ser alumna. En el fondo ha
pretendido a Fortunato, pero sin éxito.
No obstante, afirma que el punto de
quiebre de la actitud cognoscitiva es entender las razones por las cuales en el
país el Contrato Social más que convivencia, ha generado que
lo construido se haya desecho y lo edificado catastrófico. Claudia Ruiz, quien
estudió con el profesor Sabine, expresa que todo está condicionado a: 1. El
nivel de perturbación mental de los ejecutores del pacto social, 2. Que ninguno
ha de ser como Rousseau, a quien las alteraciones de la psiquis lo indujeron a
un acuerdo societario para que los súbditos, convertidos en ciudadanos,
actuaran racionalmente, 3. Las sociedades que han aprovechado la fórmula son
las más avanzadas, 4. Aprueban una “Constitución verdadera” y no una
“embustera”, o sea, un Contrato Social que cumplen y 5. El pueblo es el sujeto
de la soberanía y de ella deriva la Carta Magna, los gobernantes, legisladores
y jueces. En esencia, la democracia.
Elías Rodríguez, inscrito en el curso
para deshacerse por recomendaciones psiquiátricas del mentado Socialismo del
Siglo XXI, se retira para pedir cita con el profesional del cerebro, pues el
tratamiento no ha sido efectivo. No entiende como Rousseau de mente perturbada
contribuyó a componer el mundo y nosotros a destruirlo. Tampoco al galeno que
lo obliga a analizar el equilibrio emocional de los que ejecutan la
Constitución y de los sujetos pasivos de sus preceptos. Deambula preguntándose
habremos gobernado como bestias. El temor lo induce a indagar acerca de las
protestas. Su temblor del párpado izquierdo es más visible ante un pueblo en la
calle en lucha para el rescate de la civilidad y a la que pareciera faltarle
únicamente el auxilio de sus soldados para dejar de ser “el país ilegal” de
hoy.
El profesor da por finalizada la clase.
@LuisBGuerra
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