LAS
VOCES QUE SE ALZARON
"
Es necesario convocar lo mejor del ser humano para superar nuestras
tribulaciones "
Monseñor Pietro Parolín.
Formato del Futuro…
Monseñor Pietro Parolín.
Formato del Futuro…
Es
una proeza recorrer a Venezuela. Si tratas de hacerlo usando vehículos,
tienes que programarlo para que sea de día. Y apoyándote en la experiencia,
prudencia e intuición como avezado conductor para saber sortear los mil y un
huecos con los que vas a tener que bregar mientras te movilizas; para no ser
víctima de alguna falla de carretera, de alguna interrupción vial promovida por
salteadores de camino o la ya habitual requisa de alcabala. Y, por supuesto, encomiéndate
a Dios que no se te agote la disponibilidad de gasolina, te afecte una pinchada
de caucho o algún accidente menor. Porque todo eso implica la posibilidad de
que allí culmine tu viaje, en vista de que soluciones para ese tipo de
contratiempo, sencillamente, no son posibles. 0 ¡no las hay¡.
Pero
¿y si lo intentas por vía aérea?. Como aventura -al igual que la anterior- no
es nada mal. Aunque te puedes encontrar con varias sorpresas: que la ruta ya no
existe; que puede existir, pero el cupo fue agotado hace varios días o fue
mercadeada por algún revendedor. 0, posiblemente, que existe la ruta, hay cupo,
pero no sabes cuándo puedes viajar porque la línea no dispone de tantas
unidades aéreas como para garantizar día y hora confiables. Para la salida y el
regreso, desde luego.
Pero,
en la mayoría de los casos, uno se encomienda a Dios, y va y viene sin
novedad. Y con tanta tranquilidad que dicha condición se convierte en la aliada
oportuna y útil, cuando se trata de describir lo que se vivió durante el
periplo.
Porque
si hay algo seguro y hasta común en esos viajes al interior de la
República, es que permite apreciar el enorme deterioro que ha sufrido el país
en todos los aspectos y áreas. Tanto que ha convertido a cada venezolano de
hoy, en un experto surfeador sobre las olas de un mar de calamidades. De hecho,
comer medianamente bien es un lujo que recuerdan residentes y visitantes con
inevitable nostalgia. Y todo porque la escasez de alimentos es dramática. Tan
dramática como indignante que la consecuencia es ver a niños de todas las
edades hurgando en la basura, para poder comer algo; nunca nutrirse. Es
que comer algo terminó convirtiéndose en lo cotidiano; de la misma manera que
enfermarse y no poder adquirir las medicinas que prescriben los médicos que
prestan sus servicios en hospitales públicos o en clínicas privadas. De
ahí que para muchos, enfermarse es pensar en que la muerte es ya la compañera
para siempre.
Pero,
a pesar de todo y de todo eso, también el venezolano de la provincia es
increíble. Porque siempre tienen un chiste a flor de labios; se regodea
fácilmente en su sentido del humor -en eso que no es habitual entre quienes
viven entre y con la violencia- hasta por el hecho de haber perdido mucho peso
en vez de lamentarlo y convertirlo luego en su deducción de ¡estar en la línea¡.
Pero, además, en lo suficientemente apropiado como para ofrecer y recibir un
fuerte abrazo.
Bajo
esas condiciones, no es difícil ni imposible preguntarle a los viejitos que
vinieron de tierras lejanas y se hicieron venezolanos por voluntad propia -y que
aman esta tierra más que muchos nativos- porqué escogieron venir para
Venezuela. Y su respuesta conmueve y emociona: lo hicieron huyendo de países en
los que se vivía en guerras, dictaduras, torturas y abusos, pero que hoy son
países del primer mundo. Y se decidieron por Venezuela por ser uno de los
pocos países del mundo donde fueron bienvenidos y recibidos con los brazos
abiertos; en donde la camaradería era lo normal y al hombre de color se le
decía " negro " por cariño, a cambio de un abrazo fraternal de
bienvenida.
Esa
era la Venezuela de entonces: un país que ofrecía todas las posibilidades para
el residente y el visitante; en el que las escuelas públicas eran mejores que
las privadas; en donde no había bandos ni rencores sociales, Un país donde
porcentualmente se tenía la mayor clase media de Latinoamérica, y en el que el
ingreso percápita era considerado un espacio productivo que garantizaba
posibilidades de vivir en un ambiente de bienestar seguro, como de riquezas
naturales de todo tipo para desarrollar. De hecho, los venezolanos llegaron a
ser los ciudadanos del mundo que podían viajar a más países sin depender de la
obligación de gestionar visas. Eran visitantes bienvenidos en el mundo entero.
Inclusive, un país en donde la mayoría de sus Jefes de Estado
provenían de hogares humildes, porque Venezuela era, en conclusión, un lugar
del mundo en donde cualquier ciudadano de trabajo tenía la posibilidad
de ascender, llegar y permanecer.
Pero
¿y qué les pasó a los venezolanos?. Pocos se atreven a afirmar que entienden lo
que les sucedió. Sobre todo con ese país maravilloso al que ingresaron millones
de millones de dólares durante las dos últimas décadas, por lo que podía
exhibir un ingreso percápita superior al histórico. Pero que, sin embargo, su
condición actual verdadera es la de ser uno de los países más pobres de la
Tierra, incapaz de retener a más de dos millones de sus jóvenes y adultos de
mayor talento, quienes han migrado por desesperación buscando seguridad y
porvenir, ayudando a desarrollar otros países. Muchos dicen que están fuera
pero con el corazón en su Patria y seguros de regresar. Sin embargo, la mayoría
formada que ya ha ido consolidando posibilidades de trabajo, sencillamente,
cree que esa posibilidad es una quimera.
De
igual manera, ¿cómo se puede entender que hoy el 90% de la población venezolana
rechace la actual situación que se vive, y que hasta la Iglesia Católica se
haya atrevido a alzar su voz de alerta en función del respeto a los
derechos ciudadanos y del cumplimiento de la Constitución?. Desde luego, son
múltiples las respuestas que se esperan ante el hecho de que la gran mayoría de
los países democráticos del mundo estén reclamando respeto a los derechos
humanos, y condenen acciones represivas contra la ciudadanía, mientras los
califican de crímenes de lesa humanidad y alertan que no caducan. Es una
simbiosis de reclamos dentro y fuera del país, mientras se le reclama al
Gobierno de Venezuela su poca dedicación a impedir que el clima social interno
se siga tornando más violento. Y eso se da, adicionalmente, mientras se
trata de silenciar y de anular a la Fiscalía General de la República de la
misma manera que se ha hecho con la Asamblea Nacional, y de silenciar a la
ciudadanía que intensifica su “ruido en las calles del país”.
¿Qué
se está esperando para que ese cuadro de injustificadas -aunque sí
comprensibles- situaciones se sigan agudizando?.
Todo
llega a un final. El crimen no paga ni el mal triunfa. Los responsables de que
esto no termine y que esta pesadilla tampoco sea abortada, están plenamente
identificados. El camino actual no ha funcionado aquí ni en ninguna parte del
mundo. El comunismo solo trae represión, atraso, hambre y miseria. Y en
Venezuela, el ciudadano ya despertó y no come cuento. Llegó la hora de
capitular. De entregar, tal y como terminan todas las guerras. Alguien gana y
alguien pierde. Y el que pierde, tiene que pactar y tratar de que sea con el
menor dolor posible. Hizo daño. Mucho daño. Y existe un costo implícito que
debe ser honrado con la misma decisión que concibió, propició y acometió los
daños que hoy vive la nación.
Los
venezolanos saben reconciliarse. Hasta sellar las diferencias con un abrazo. Y
en atención a dicho propósito, hay que trabajar. Para que las consecuencias
registren la menor cantidad posible de traumas sociales. Reconstruir lo
destruido y reinstitucionalizar lo desvirtuado no será fácil. Pero sí es
posible de transformar a partir de un aprovechamiento certero de los recursos
naturales y humanos disponibles. También de la promoción, construcción de las
condiciones adecuadas y apropiadas para que muchos de los venezolanos que se
fueron, puedan regresar con una visión positiva de su país; de su Patria.
Entre
los venezolanos que están dentro y los que están fuera y volverán más y
mejor preparados, se puede hacer el milagro de convertir las voces que se
han alzado reclamando cambio, en el llamado al entendimiento, el acercamiento y
el renacimiento de la hermandad. Es cuestión de no hacerle el juego a la violencia,
a los violentos y a la pasión desenfrenada por la discordia como fin político.
Egildo
Luján Nava
Coordinador
Nacional de Independientes Por el Progreso (IPP)
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