Blog de Víctor José López /Periodista

lunes, 24 de abril de 2017

LUIS BELTRÁN GUERRA George Orwell, gracias

George Orwell, gracias
A Pedro Magín se le vitorea al afirmar en clase que la tiranía que gobierna a Venezuela colapsará. Sucederá como en “La rebelión en la Granja”, pero con la diferencia de que serían los humanos quienes cesarían en el gobierno a los tiranos que han pisoteado a los venezolanos. No a la inversa, o sea, que los animales expulsan a los humanos como en la sátira del novelista.
El pueblo tomará la calle para rescatar la democracia de la cual fue despojado por mecenas, que estableciendo una relación de vasallaje con los segmentos empobrecidos accedieron al poder, repartiéndoles migajas a cambio de sufragios, pero embolsillàndose ellos el erario público, perversidad que dejò destruida a la República. El académico plantea el rol que han de cumplir los políticos, “quienes se dedican al arte y ciencia de gobernar”. Pero pregunta si conducirán al pueblo o éste a ellos.
Eustacia Ramos considera que la definición del político es teórica, pues en ella cabrían pocos para calificárseles dirigentes o líderes. Lucio Montoya plantea que el desprestigio ha de vincularse a la crisis de representación generada por la democracia en America Latina, sostén de un capitalismo explotador y excluyente. Magín percibe que el interviniente lee El desprestigio de la política, de Beatriz Stolowicz, quien estima que a Chavez hay que agradecerle el socialismo del Siglo XXI a América Latina. Luis Benavides propone que un proceso de democratización de la democracia ha de adelantarse, pues estamos ante partidos políticos cada vez con menos confianza en la ciudadanía, corriendo el peligro de que un amplio sector rechace al sistema político y la clase dirigente. Es la situación de Chile, advierte el profesor Magín, apreciación que confirma con orgullo Benavides.
El académico lo felicita, dando la palabra a Julio Madariaga, con beca concedida por el Max Planck Institute para estudiar PHD en política. En mi criterio el análisis ha de tomar en cuenta el escenario en el cual puedan verse envueltos los políticos y el pueblo, por lo que si el ultimo es pasivo, como ocurre comúnmente, el dilema relacionado con la vigencia o el desprestigio de la dirigencia la asume la ciudadanía únicamente en los procesos electorales, o sea, cuando vota. Adicionalmente, no debe obviarse la circunstancia de que los profesionales, intelectuales y académicos, que iuris tantum están mejor preparados para el diseño y puesta en práctica de las políticas públicas, no participan en los partidos. El rechazo a la dirigencia en estos casos es un tema de conversaciones privadas, sin transcendencia. Si no ponderamos estas variables, acota Madariaga, jamás alcanzaríamos a comprender la temática en toda su integridad.
El catedrático plantea que ha de referirse a la situación confrontada por los venezolanos durante 18 años y ante lo cual se han rebelado el 19 de abril, los días precedentes y en aquellos por venir. Al tema tenía pensado referirme profesor, afirmando que en situaciones de extrema tiranía, donde se patee la soberanía popular y la prerrogativa que ella conlleva atinente al ciudadano para determinar su destino a través del sufragio, el pueblo mediante el derecho a la indignación es el sujeto principal, generándose una imperativa adhesión por parte de los políticos, so pena de desaparecer. Es tan intensa, por tanto, la aquiescencia de los últimos a la voz de la calle, como la de los manifestantes. La sociedad alterada no deja de ser evidencia de descontento ante propuestas de aquietamiento a la rebelión a través de argumentaciones formales, para las dictaduras un saludo a la bandera. Lo felicito Madariaga.
Aracelis Diaz opina que ante los sunamis populares los políticos corremos o nos encaramamos, por lo que hemos de sopesar propuestas que puedan coadyuvar a una humillación más al pueblo, adicional a aquella a la que el sátrapa le ha infligido.  Entre ellas las que de cualquier forma mediaticen la acción de la calle y su objetivo, que en la totalidad de las situaciones consisten en que el ladino y sus secuaces saquen las garras que tienen hundidas en la patria. Exhibe el libro El fin del Poder (Naim) donde se plantea la paradoja actual en la que la desigualdad contribuye a la desconfianza en las instituciones y que ciudadanos escépticos depositen su esperanza en generadores de fe, a pesar de hacer promesas incumplibles. Este es el caso de la Venezuela de los últimos 18 años, interrumpe Madariaga.
El profesor finaliza la clase preguntando cual ha de ser el comportamiento de la dirigencia política ante ebulliciones populares, apreciación ante la cual Luis Pérez contesta que ha de dejarse conducir por las masas hasta que el gobierno se vaya. Julio Martìnez, católico practicante manifiesta que actuar como San Agustin: “haz lo que puedas, pide lo que no puedas y Dios te dará para que puedas”.
Los aplausos se escuchan fuera del aula. El académico emocionado grita:
“George Orwell, gracias”
@LuisBGuerra

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