Aunque por otros motivos, sin duda, los ciudadanos de este país tenemos
otra clase de amnesia, se suele afirmar que no tenemos memoria y no aprendemos,
peligrosa generalización, pero algo de verdad debe haber cuando el diagnóstico
está tan generalizado y con frecuencia admitido
El momento por el que Venezuela esta
transitando, es por decirlo de alguna manera inefable, yo al menos, no
encuentro palabras.
Según la brillante reflexión de la
cuarteta de Ramón de Campoamor (erradamente adjudicada a W. Shakespeare) “En este
mundo traidor, nada es verdad nada es mentira, todo depende del cristal con que
se mira”, todos los seres humanos estamos irreversiblemente maniatados por
la citada subjetividad y esta circunstancia nos hace falibles en cualquier
reflexión. Todo criterio, conclusión o veredicto siempre está teñido por esa
endeble ecuanimidad en la que vivimos, observamos, y pensamos. Nuestras ideas y
nuestros juicios están filtrados por nuestra particular perspectiva, o sea, por
el color del cristal con el que miramos.
En la Administración pública es una expresión aprovechada frecuentemente para tratar de
explicar aquellas ocasiones en las cuales un jefe o líder hace
interpretación, apreciación, o aplicación, de reglamentos a su albedrío, que no
es coincidente con la exégesis general, con la pretensión de que sea acatada aunque
no sea compartida. En esos casos arbitrarios se dice que la persona en cuestión
aplica la ley Campoamor.
Es lo más se cercano a como yo percibo
lo que nos sucede. Cuando uno escucha a los políticos rivales, de diferentes
bandos o tendencias, da la sensación de que todos llevan razón, especialmente
tras analizar sus resultados electorales, donde parece que todos ganaron. De
ahí que, sin menoscabo de que mi criterio personal sea partidario de alguna de
las partes, como solía repetir un amigo: yo, me declaro en confusión, lo mire
con el cristal que lo mire, circunstancia que en absoluto atenúa mi confusión.
En mi afán por tratar de simplificar el
asunto, de modo recurrente me revolotea una palabra: amnesia. Entiendo
que en este país, con honrosísimas excepciones, sufrimos de ese complejo mal
que por cierto tiene “sopotocientas” maneras de manifestarse. Al parecer
diversos colectivos humanos lo padecen, por lo que no debe ser aventurado
pensar que en Venezuela tenemos varias amnesias: unas ejercidas y otras
padecidas.
Por un lado está la gente que nos
gobierna que -- mi diagnóstico reconozco que es empírico pero al menos me sirve
-- a mi entender sufre de amnesia voluntaria casi crónica, además de
nada despreciables dosis de ceguera; en argot coloquial diríamos que se “hacen
los locos” con la realidad, pues no se acuerdan de nada, especialmente de lo
que no quieren acordarse, como aquel lugar de la Mancha cervantina…
En el otro lado se encuentra un país
sufriente de todo lo que nunca imaginó que iba a sufrir, pero aguanta
estoicamente y aunque se queja, también olvida; van tres lustros largos pero de
alguna manera sucede, si me permiten la pirueta, como cantaba Serrat que: “cuando
se abre una flor al olor de la flor se “nos” olvida la flor” (el
entrecomillado es mío) en su inolvidable canción “Señora”*, claro que para lo que hay que
recordar… Aunque por otros motivos, los ciudadanos de este país tenemos otra
clase de amnesia, se suele afirmar que no tenemos memoria y no aprendemos,
peligrosa generalización, pero algo de verdad debe haber cuando el diagnóstico
está tan generalizado y con frecuencia admitido.
Pero sin profundizar en cuestiones
médicas, no podría, este trastorno del funcionamiento de nuestra memoria no
deja de ser por definición, simplificada eso sí, una forma de amnesia. No creo
que sea orgánica, es decir creada por daños traumáticos al cerebro, más bien
pienso que pudiera ser algún tipo de amnesia funcional, pero como veo que me
estoy metiendo en un jardín que no conozco, prefiero dejar las cosas aquí,
aunque en mi ingénita terquedad, me adscribo con Galileo a lo que dicen que
dijo, con la boca chiquita eso sí, al abjurar de sus ideas ante la Inquisición
para evadir una cadena perpetua: ¡Eppur si muove!, (¡Y sin embargo se
mueve!, refiriéndose a la Tierra).
O sea, que sí tenemos amnesia. La lista
de lo que deberíamos hacer recordar a los amnésicos voluntarios que nos
gobiernan puede perfectamente ser del tamaño de una guía telefónica, nombres no
faltarían. Ahora que hay un nuevo parlamento que promete jugar limpio, tengo la
ferviente esperanza de que puedan liberarnos, ya que nos representan, de esta
amnesia que padecemos y nos conviertan en ciudadanos con memoria, es decir:
normales.
* En estos links disfrutarán de la canción
de Serrat en dos inolvidables videos.
Por Joaquín Sabina
https://www.youtube.com/watch?v=tC13x0RgrVE
Por
J.M. Serrat https://www.youtube.com/watch?v=tyS7Y34kE1c
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