CARACAS.- PEDRO PABLO PEÑALOZA
@pppenaloza
ESPECIAL/ Diario Las Américas
El secretario ejecutivo de la MUD, Jesús “Chúo” Torrealba, señala que ante la incapacidad del presidente Maduro para manejar la crisis, voces del chavismo se levantarán para apoyar la redefinición del cuadro político venezolano.
ENTREVISTA | 30 de Diciembre de 2015
Antes del 6 de diciembre, Jesús Torrealba declaró que
tras las elecciones parlamentarias abandonaría la secretaría ejecutiva de la
Mesa de la Unidad Democrática (MUD) para retomar sus tareas y proyectos como
comunicador popular. Sin embargo, ahora el fundador de “Radar de los Barrios”
se da un nuevo plazo y confirma que se mantendrá al frente de la coalición
opositora para encarar una etapa que –presume – puede ser una de las más
críticas en la historia de la República.
“Estaré al servicio de la Unidad el tiempo que la Unidad
considere que sea pertinente y útil que yo como armador de juego y como vocero
siga apoyando las políticas del campo democrático. Creo que esto pudiera
extenderse por lo menos hasta el primer semestre de 2016”, se traza como meta
Torrealba, quien opina que lo que en estos momentos está en juego no es la
continuidad de la revolución chavista, sino la existencia de Venezuela.
- ¿Cómo debe abordar la MUD esta nueva etapa?
- La Unidad debe reinventarse. No es lo mismo
unirse para resistir y oponerse que unirse para legislar y gobernar. A la
Unidad le hace falta un redimensionamiento que ya se empezó a producir, por eso
fue que logramos la victoria. La Unidad se ha ido transformando en el camino.
Hace dos años le preguntabas a cualquier vocero qué era la Unidad y te
respondía “somos un espacio de articulación, somos un punto de encuentro”. En
plena crisis política no hacía falta un espacio de articulación sino una
dirección política del campo democrático y fuimos avanzando hacia eso. Logramos
definir un espacio de dirección colectiva que luego se transformó en comando de
campaña y que logró la victoria del 6 de diciembre. Ese proceso de reinvención
de la oposición está en marcha, y pienso que se debe acentuar porque la
naturaleza y profundidad de la crisis que enfrentamos se ha agravado
considerablemente en cosa de semanas.
- La crisis del proyecto nacional.
- Veníamos alertando acerca de la posibilidad de
que en Venezuela se presentara algo similar a una crisis humanitaria, señalando
los escasos inventarios de alimentos y medicinas, el colapso de los servicios
públicos, y una cosa brutal que es que el desplome de los mecanismos de
sostenimiento económico del venezolano ha transformado el tradicional tema de
la inseguridad en una criatura extraña y terrible. Antes el tema de los
transgresores de la ley era un asunto de los inadaptados, ahora se trata de que
la sociedad venezolana está en una suerte de todos contra todos por la
sobrevivencia. Hay gente que está siendo asesinada por una bolsa de comida.
Todo eso era una tragedia, que ahora se encuentra en un marco mucho peor.
Estamos inventariando dos nuevos datos. El hecho de que
la Reserva Federal de Estados Unidos ha elevado el costo del dinero. El Estado
venezolano viene de administrar un millón de millones de dólares de la renta
petrolera y al final de la fiesta, no tenemos ahorros pero sí tenemos deudas en
dólares que ahora serán más caras. Y eso ocurre al mismo tiempo en que nuestro
ingreso petrolero cae nuevamente y el presidente de Petróleos de Venezuela
(Pdvsa), Eulogio del Pino, menciona la palabra “catástrofe” para describir lo
que podría ser un escenario muy probable en el primer trimestre de 2016.
- ¿Y qué debe hacer Venezuela para enfrentar ese
panorama?
- Tenemos cómo resolver esto de manera
creativa y eficiente, pero eso depende de dos cosas: 1) Que tengamos la
capacidad de entender que estamos frente a un paradigma completamente nuevo.
Son generaciones enteras de venezolanos que tienen una suerte de pecado
original en el alma, aquel editorial de Uslar Pietri de que tenemos que sembrar
el petróleo, y resulta que el petróleo no lo sembramos, sino que lo rumbeamos.
Pues bien, ahora resulta que ni siquiera te lo vas a poder rumbear porque hay
un nuevo paradigma energético en el mundo; y 2) convocar al país, a todo el
país, para la redefinición del proyecto nacional. Eso es vital hacerlo y quien
puede hacerlo es el Gobierno, que es la expresión política del Estado.
- ¿El Gobierno del presidente Nicolás Maduro tiene
esa capacidad?
- Tenemos un Gobierno que no es capaz de convocar
ni a sus propios simpatizantes. Todo esto nos lleva a una constatación: la
crisis de 2016 no se resuelve a partir de definir o no la estabilidad de un
Gobierno, aquí lo que está en juego es la viabilidad del país en el corto y
mediano plazo. Por eso suenan tremendamente irresponsables los discursos que
puedes ubicar en el oficialismo. Yo comprendo el estado de confusión que hay en
el oficialismo frente a lo ocurrido el 6 de diciembre, el impacto fue muy duro,
rodaron todos los liderazgos regionales y nacionales del oficialismo, pero lo
grave es que las primeras reacciones que allí se producen están atrozmente desvinculadas
de la realidad.
Un Diosdado Cabello (presidente de la Asamblea Nacional)
jugando a que todo implosione porque para él lo único importante era su
permanencia en el cargo y, entonces, no le importa que el país colapse, como
aquella dinámica de Hitler de que si él perdía la guerra, que el mundo también
se acabara. El tema de Jorge Rodríguez, una persona triplemente derrotada como
dirigente del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), jefe del comando de
campaña y alcalde de Caracas, que en vez de decir que el comando no estuvo a la
altura y asumir la responsabilidad, desarrolla un discurso escatológico. El
señor Maduro sabe que aunque la víctima es Diosdado, el repudiado es él. Nadie
quiso votar por los candidatos de Maduro, nadie quiso creer en la tesis de
Maduro de la guerra económica, nadie creyó el cuento de que es hijo de Chávez.
Mientras tienen ese discurso ampuloso y violento, está en marcha una crisis que
no solamente se puede llevar por delante al Gobierno, sino que puede acabar con
el país. Esa es la responsabilidad que tenemos en este momento.
- En ese escenario, el reto de la oposición es aún
mayor.
- El tema de fondo es cómo nosotros desde esta
nueva responsabilidad que tenemos, por ser la primera fuerza política del país,
hacemos esa convocatoria que el Gobierno no tiene capacidad de hacer. Hacemos
esa convocatoria incluso a los sectores del Gobierno que ya empiezan a
insinuarse. Tengo la certeza de que en semanas o meses verás a elementos dentro
del ámbito del oficialismo que van a comprender la naturaleza y profundidad del
problema que tenemos por delante. Lo que no tengo claro es si tendremos esas
semanas o meses, de allí nuestra preocupación y por eso lo intenso de nuestro
trabajo.
- ¿La resolución de la crisis venezolana pasa por
la salida inmediata de Maduro? Fuerzas de la Unidad proponen abordar ese debate
lo antes posible.
- Sobre el tema “Maduro sí, Maduro no”, yo le
quito todo dramatismo a ese punto. Donde hay drama no hay lucidez. A finales de
agosto, cuando planteamos cuál sería nuestra agenda para el primer semestre de
2016, dijimos que nuestro foco estará en la amnistía y la reconciliación
nacional, y luego en la construcción de soluciones eficientes al drama
económico y social. Si el Gobierno obstaculiza o sabotea ese proceso de
construcción de soluciones, evidentemente tendremos que hacer uso de las
herramientas que plantea la Constitución para resolver un conflicto de esa
naturaleza. Esas herramientas son claras: la enmienda, la reforma constitucional
para acortar el periodo, el referendo revocatorio o la Asamblea Constituyente.
Pero, repito, eso es lo que planteamos en agosto. De
agosto para acá esto se ha intensificado tanto que no dudamos de que en un
lapso más bien breve tengamos voces dentro del oficialismo que estén planteando
la necesidad de hacer frente a lo que se nos viene encima con una redefinición
política, que le permita al país efectivamente hacer esa convocatoria que
necesitamos.
- Entonces, ¿cuál es la salida?
- Creo que debe ocurrir algo parecido a lo que pasó
el 6 de diciembre. El 6 de diciembre terminó en paz porque hubo tres actores
que actuaron de manera coincidente: el civismo del pueblo venezolano, el
compromiso constitucional de la Fuerza Armada Nacional (FAN) y la vigilancia de
la comunidad internacional. Esos mismos tres factores van a operar sobre el 5
de enero para que esa fecha sea una extensión del 6 de diciembre. Pero más allá
del 5 de enero, viene un nuevo proceso donde los actores políticos y sociales
tendrán que reencontrarse con la política.
La política es la palanca para solventar diferencias,
construir objetivos comunes y avanzar de manera sistemática hacia el logro de
ellos. Tenemos 17 años sin política, lo que hemos tenido es
un bullying elevado a la condición de política de Estado. Eso
demostró que es absolutamente inservible. Y ahora que nos estamos jugando la
supervivencia como país, pues menos que menos. Soy cautelosamente optimista,
creo que aquellos elementos que piensan que no importa que el país se incinere
con tal de que ellos reinen sobre las cenizas, seguirán siendo abandonados
hasta por sus propios seguidores más cercanos. Creo que nadie los acompañará en
ese proceso y por eso es que hoy ves que hay dos caminos entre el 6 de
diciembre y el 5 de enero. En un camino está la mayoría del país, que ha
experimentado básicamente una sensación de alivio, y en el otro hay un sector
muy pequeño que está experimentado el reconcomio, la vendetta, la revancha y el
despecho. Tú ves a este trío lamentable (Maduro, Cabello y Rodríguez)
articulando un discurso que no sigue absolutamente más nadie.
- ¿Cómo evitar que las diferencias internas y
los proyectos individuales terminen por descarrilar a la Unidad?
- Los éxitos que hemos obtenido se deben a la
conjunción de dos fuerzas fundamentales. En primer lugar, la presión que ha
hecho la ciudadanía. Tan consistente fue la ciudadanía en esa demanda que el 6
de diciembre no solo fue evidente la derrota completa del oficialismo, sino
como el pueblo le pasó por encima a todo aquel que pensó que su ego era más
importante que la Unidad. Todo aquel que se atrevió a poner por encima del
interés unitario sus particulares demandas, por justas que fueran, terminó
arrasado por la gente.
Por otro lado, un nivel importante y cada vez más
asertivo de madurez en las decisiones políticas. Los partidos asumieron que las
primarias arrojaron un nuevo mapa que ubicó a cuatro fuerzas de ámbito nacional
–Voluntad Popular, Primero Justicia, Acción Democrática y Un Nuevo Tiempo- con
la responsabilidad de incorporar a los demás y de armar juego. Eso nos
transforma en un espacio de dirección política y eso es un ejercicio de
madurez. Los partidos políticos tienen que entender que siguen estando en
estado de necesidad, que el pueblo les sigue exigiendo unidad y que todo aquel
que se desmarque de eso será pulverizado por la opinión pública.
Este proceso de construcción de madurez por parte de las
direcciones políticas tiene que intensificarse y tiene que hacerse más rápido y
expedito. Todas nuestras decisiones hasta el 6 de diciembre estaban siendo
facilitadas por un aliado muy importante: Nicolás Maduro. Era ponerse de
acuerdo para defendernos de sus abusos y trabajar en construir la alternativa a
ese estado de cosas. Todas las decisiones nos condujeron al éxito, pero tenemos
que asumir con humildad que eran comparativamente más sencillas que lo que
viene ahora. Ahora no se trata de “oponerse a”, sino de proponerle al país un
camino que lo haga viable. Esta dirección política tiene que dar un salto cuántico
en su capacidad de liderazgo hacia el país y de conducción hacia lo interno.
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