Blog de Víctor José López /Periodista

jueves, 3 de septiembre de 2015

J. SAN JUAN Un día en un juicio injusto





Los antecedentes

En el día de la Juventud del año 2014, los estudiantes decidieron llamar a una marcha pacífica para presentar un documento a la Fiscalía general de la República en Caracas, protestando y exigiendo respeto por los derechos humanos de jóvenes detenidos en Táchira en días previos.
Al llamado decidió unirse Leopoldo López y un grupo de venezolanos conocidos en el mundo político para expresar el repudio a los excesos de un gobierno que ya copaba y controlaba a todos los poderes públicos. Todo comenzó ese 12 de febrero...

Las 69 audiencias previas

Los estudiantes y dirigentes presentes llevaron un documento para presentarlo ante la Fiscal General de la República, hecho que no se pudo lograr. Como es usual en ese tipo de actos tomaron la palabra dirigentes estudiantiles y políticos dirigiéndose a los presentes y al país. Al término de su alocución  Leopoldo López, se retiró del sitio no sin antes solicitar a los presentes que se devolvieran a sus casas sin violencia de ningún tipo, pues comenzó como un acto pacífico y debía culminar de la misma manera. López había solicitado la salida de Maduro a través de la petición de su renuncia. Hecho absolutamente democrático y legal pues no hay ley que lo penalice.
Después de su retiro del sitio, la atmósfera se caldeó y hubo hechos de violencia de parte de algunos presentes, en donde se rompieron vidrios del edificio de la Fiscalía y se quemaron algunos vehículos estacionados en la cercanía pertenecientes al CICPC. Esos fueron los hechos presentados en las 69 audiencias del juicio que se le abrió a Leopoldo López, -ausente del sitio en el momento de los hechos- y a un grupo de 4 detenidos, estudiantes todos, que fueron apresados por efectivos policiales.
Las 69 audiencias, que tomaron 13 meses,  se llevaron a cabo para permitirle a la Fiscalía presentar testigos que avalaran la acusación. Allí desfilaron decenas y decenas de policías, de funcionarios de la Fiscalía y de expertos. No deja de ser curioso que de unos 50 policías que desfilaron por el estrado, sólo dos expresaron acusaciones contra los estudiantes detenidos; 48 restantes no presentaron pruebas o testimonio alguno en contra de los jóvenes. ¿Qué criterio lleva a los acusadores a llevar testigos que no lo son, pues no acusan? Los dos que si lo hicieron fueron los que apresaron a un par de los jóvenes. En adición, los fiscales presentaron a expertos, uno en comunicación, otro en interpretación de discursos y meta mensajes intencionados, otro especialista en Twiiteo.

Los policías expresaron que uno apresó a dos jóvenes cuando los vieron rociar gasolina a un vehículo Tahoe para incendiarlo, y otro que apresó a un joven al lanzar una bomba molotov al interior de la fiscalía, provocando incendios en áreas de cuidado infantil -Kindergarten- y en la biblioteca. El experto en comunicaciones estableció que había abierto las torres de transmisión celular a lo largo del recorrido y que estableció que hicieron y se recibieron llamadas de los teléfonos de los acusados.
 La autoridad especialista en twiteo, difícil escribirlo sin sonrojarse, expresó lo que estaba oculto, lo que reposaba detrás de los tweets que aparecieron antes y durante el evento. Exhibió capacidades sensoriales insospechadas para descubrir lo que nunca se escribió como fue interpretado.   En esta área de las capacidades extra-sensoriales se inscribe la experta en lingüística, quien también expresó su convicción que lo que no se dijo en el discurso se había dicho de mampuesto. Con profunda experticia académica tonal y pausal, expuso que en el discurso de López, tanto tonos como pausas indicaban lo contrario a que la manifestación fuera pacífica y que terminara al fin de su intervención. La extra-sensorialidad había acusado. Se había convertido en hecho irrefutable y comprobatorio...

La Audiencia 70

En el pasillo había calor, la gente esperaba ansiosa para ingresar a la sala y presenciar el cierre del juicio. Militares, alguaciles, funcionarios con radios y más militares impedían el acceso a la sala.
Al final poco menos de 25 personas lograron entrar, la cara de frustración de Manuela, Patricia, Gustavo, Francisco y muchos más pintaban los pasillos de decepción.
La fiscalía se tomo tres horas en resumir las 69 audiencias y concluir en la reiteración de los cargos. La rubia cabellera de la fiscal daba el frente al público; su voz recitaba cargos y acusaciones. Su compañero de bancada complementó la acusación mostrando fotos y videos que ya se habían presentado antes pero que adornaban su acusación. Quedó redondito... parecía pensar cuando regresó a su asiento después de sentenciar, perdón, acusar.
La juez, linda joven que lucía serena e impertérrita, llamo a la defensa de los muchachos.
En unas 4 horas los abogados en ejecución de su profesión demolieron los 17 argumentos que resumieron los fiscales en su acto acusador. Dieron evidencia de pruebas que no probaban, acusaciones que no demostraban, presunciones que no penaban... en sólo 4 horas la defensa de dos de los jóvenes desenrollaron la cinta de las 69 audiencias que contenía la argumentación de la Fiscalía. 
Demostraron con pruebas, que los muchachos no estaban ni cerca de donde se produjeron los hechos por los que los acusaron; que no quemaron, sino que a ellos  les incendiaron sueños y esperanzas. Pruebas que si demostraron a los ojos  de cualquiera.   La inocencia entonces se hizo palpable, evidente.
La versión de los policías del inicio del incendio, por parte de los estudiantes, se baso en un pote de líquido que llevaban en la mano. La policía afirmó que éste era de color rojo y que era gasolina. Las fotos presentadas por la misma fiscalía mostraba que era incolora: sólo agua...agua de beber. 
Igual paso cuando acusaron a uno de los jóvenes de lanzar la molotov que incendió el Kínder y la biblioteca: No había, ni hay Kínder en la Fiscalía; y el acusado fue presentado en fotos y videos en el momento de los hechos a cuadras de distancia del edificio de la afectado. No se demostró asociación para delinquir entre Leopoldo López y los jóvenes, porque entre otras cosas nunca se habían conocido ni hablado antes de la detención.
La fiscal, la de pelo rubio y sedoso, salía y entraba de la sala. Su par bajaba la cabeza. El público no podía creer lo que veía: 69 audiencia, 13 meses, casi 400 días de mentiras derrumbadas en 4 horas por profesionales de la verdad en busca de la justicia.

¿Llegará?.  
Veremos...

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