Si no
se tienen convicciones, si no se lucha por valores, la política queda reducida
a la búsqueda del poder por el poder mismo.
Francis
Fukuyama, en su libro El fin de la historia, planteó el fin de las luchas
ideológicas y el inicio de un mundo basado en la economía de libre mercado,
todo eso a partir del colapso del comunismo en la Unión Soviética.
No se
puede ejercer la política si no hay una visión del hombre y del Estado porque
la política es la búsqueda del poder como un instrumento para construir una
sociedad mejor. Si no se tienen convicciones, si no se lucha por valores, la
política queda reducida a la búsqueda del poder por el poder mismo.
El
oficialismo, al igual que Fukuyama, ve el mundo blanco o negro. Se es
socialista o se es capitalista, y las dos tesis están equivocadas, la primera
porque somete al hombre al poder del Estado y la segunda porque lo somete al
servicio de la economía.
Estoy
convencido de que la alternativa frente al socialismo y el neoliberalismo es el
humanismo cristiano, porque pone al Estado y la economía al servicio del hombre
y promueve una sociedad que busca como fin último la dignidad de todos y cada
uno de los seres humanos. Son principios universales que pueden ser abrazados
por cristianos, judíos, musulmanes o agnósticos.
No soy
de derecha ni izquierda. Frente a cada tema, mi posición tiene que ver con valores
y principios. Porque mi valor superior es la dignidad del ser humano, defiendo
políticas asistencialistas con que se busca darles comida y vivienda a las
familias que no tienen cómo conseguirlas por sus propios medios; pero exijo que
la política social esté dirigida a crear condiciones para que las personas, con
su propio esfuerzo, puedan salir de la pobreza, pues solo así logran su
dignificación. Para mí, son un atentado contra la dignidad las políticas
populistas que hacen a la gente dependiente de las dádivas de un Estado
sobreprotector.
En
nuestra concepción, el sector privado es fuente de empleo y oportunidades que
contribuye a dignificar a seres humanos. Por eso, el Estado está obligado a
crear los incentivos para que crezca e invierta y, en su papel regulatorio,
debe crear las condiciones para que los trabajadores reciban un salario digno
que se corresponda con su aporte.
En
cuanto a los derechos humanos, los vemos como preexistentes al Estado y vemos a
este precisamente como una creación del hombre para protegerlos.
En la
defensa y promoción de esos valores estamos comprometidos.
pfernandez@gmail.com
@pedropabloFR
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