Diciembre
lúgubre
EL NACIONAL / 14 de diciembre 2013
No hay
celebraciones electorales en Venezuela, sino un aire de tristeza; sabemos lo
que nos espera: cero fiestas, mucha hambre. Los comercios no adornan sus locales,
¿con qué?; cientos de miles de empleados temen por sus empleos. Todos saben que
el chavismo ya no es mayoría. Maduro sigue en Miraflores por el Dakazo, los
televisores de plasma, el virtual saqueo que revirtió los resultados
electorales: un mes antes perdía las elecciones abrumadoramente, lo que le
hubiera costado el poder; la oposición había vuelto el 8-D un plebiscito sobre
su forma de gobernar; ahora algunos afirman que hacerlo fue un error, solo que
sin darle trascendencia a los comicios la abstención habría sido mayor. El 8-D
demostró también que a la oposición le sobran líderes y al chavismo dinero,
dinero del presupuesto, claro.
Con razón,
la MUD habla de victoria: ganó las principales ciudades y lugares como Barinas.
En 1998 Chávez gana las elecciones presidenciales frente a Salas Römer con una
ventaja de 21 puntos después de haber comenzado la campaña a mucha distancia de
Irene Sáez; en el año 2000 derrota a Arias Cárdenas con 23; en 2006 se impuso
frente a Rosales con 26 puntos de ventaja, su victoria más contundente, pero la
candidatura de Rosales sirvió para que la oposición abandonara el
abstencionismo. En 2012 Chávez derrota a Capriles por 11 puntos y en el año
2013 la diferencia entre Maduro y Capriles ronda un punto. ¿Ha avanzado la oposición?
Sí, muchísimo, en especial desde que la MUD le dio una dirección a la lucha
política: los partidos hacen una política más inteligente que los medios.
Hay, sin
embargo, un sentimiento de frustración en Venezuela, la gente no quiere esperar
con los brazos cruzados hasta las elecciones legislativas: a cada alcalde, cada
concejal lo eligieron para cumplir una misión local específica, propia de su
cargo, y también para oponerse frontalmente a los desplantes autoritarios de
Miraflores. No hay diálogo posible con el que considera al otro una rata de
albañal. El venezolano votó porque le recogieran la basura y para decirle no al
chavismo.
El CNE
alienta el abstencionismo, no dice que el voto es secreto y que las máquinas no
hacen trampa. Al CNE, otro de los brazos armados del gobierno igual que la
Fiscalía y la Asamblea, los abstencionistas militantes le hacen el juego en las
redes sociales.
Venezuela
vivió unas elecciones formalmente democráticas, donde se violaba la ley
diariamente, Maduro hacía lo que le daba la gana. Cada voto de la oposición
vale oro y sin esas trampas, ese ventajismo, sin la maniobra del plasma, la MUD
hubiera arrasado el 8-D.
Capriles
Radonski ni siquiera se desplazaba libremente por el país, y aparecía poco en
televisión. El nuevo partido de Leopoldo López ganó alcaldías como la de El
Hatillo y Guasdualito; la primera, a pesar de que Smolansky arrancó de segundo
a buena distancia del primero, y la de Guasdualito, en un feudo chavista.
Antonio Ledezma volvió a triunfar en la principal alcaldía del país, Cocciola
desafió las amenazas de Maduro, y Ramos en Barquisimeto es otra victoria
significativa de la oposición.
El triunfo
del Dakazo es pan para hoy y hambre ya.
Vivimos
unas navidades lúgubres. La Sierra Maestra de Nicolás Maduro es el Dakazo.
No se
construye el socialismo regalando televisores plasma. De algo esté seguro el
lector: el futuro no le pertenece al socialismo del siglo XXI.
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