¿Quién es el diputado 99?, por Willy McKey
Leer ese tuit salido desde el iPad presidencial fue curioso. Testimoniar a un mandatario iniciar una campaña de intriga es preocupante: uno quiere creer que intrigar no está entre las funciones presidenciales. “Ustedes saben quien es el diputado 99 que me va a acompañar en la lucha contra la corrupción para aprobar los poderes habilitantes???” [sic.], preguntaba @NicolasMaduro jugando con el suspenso. Miraflores convertido en la más grande de las agencias publicitarias del país y Nicolás Maduro como conceptualizador y redactor creativo junior a la vez.
Y lo logró. El mérito de una campaña de intriga es poner al consumidor del futuro a pensar en el producto en el presente, así nunca lo haya visto en el pasado. Con el tuit desplegado en mi teléfono civil y sin financiamiento repasé de memoria cada escaño. Evalué las inmunidades en riesgo. Cité de memoria los diputados suplentes a quienes la Ley Anti-Talanquera ha tolerado por conveniencia. Recordé las noticias de los audios publicados, las de los audios por publicar, las de los audios impublicables. Consideré a los eternos candidatos a alcalde, desteñidos de tanto mudarse. Quienes se sientan en las filas de adelante, quienes se sientan en la parte de atrás, quienes nunca van. Quienes tengan un apuro económico. Quienes sueñen con un retiro temprano y digno. Y mientras hacía un censo de las vulnerabilidades legislativas, la campaña se me develó como un golpe terrible.
El diputado 99 es quien repite sin cansarse “esto se lo llevó quien lo trajo”. Es quien se distrae. Quien pide que, después de todos los trapos rojos y el humo tóxico, el último apague la luz. Pero también es el que se cansa y no consigue quien lo ayude a recuperar las fuerzas. Vive en la cabeza de quien anula cuanto se ha logrado. Es quien ya lo dio todo por perdido y no pretende insistir.
El diputado 99 es ése que no representa a nadie, porque ya nos robó todo lo que nos quedaba. El que no sale a la calle ni se pregunta en qué consiste la esperanza. Y el que deja que dilapiden la esperanza ajena. Es cada uno de los que se mudaron a la indolencia. La indolencia: ese lugar donde las cosas ni siquiera duelen. Quienes se han cortado su propia mano y ahora dejan que otro se las levante a la hora de la señal de costumbre.
El diputado 99 es el derrotado por intriga, el que cae en todas las trampas, el que se abandona ante los excesos de otro que apenas sabe mandar. Esa tristeza de lo incapaz, tan parecida a un espíritu errante. Es el ajeno, el hastiado, el que se fuga de sí mismo.
El diputado 99 es quien cree que su voto no cambia nada. Es un largo silencio. Un accidente que hemos permitido y algo que debemos reparar juntos. Juntos y pronto, porque es la consecuencia más despiadada de tanto extravío, de tanto olvido, de tanto presente.
El diputado 99 son demasiados. Está allí, convertido en una amenaza que se nos repite. Y por eso se engaña con el espejismo aquel de somos el mejor país del mundo, porque cree que basta con haber nacido aquí para que eso sea verdad. Y no hace nada. O quiere hacerlo todo. O simplemente está esperando que el otro haga algo.
Las categorías del bien y el mal no son absolutas. Quizás sea la hora de revisar cuánto del diputado 99 nos señala y entonces allanarnos esa última inmunidad que queda en pie. Entender, una vez más y todas las veces necesarias, que este país no es mejor sólo porque hayamos nacido aquí, sino por lo que podemos cambiar ahora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario