TENEMOS UN GRAN PAPA
La reciente visita de Su
Santidad, el Papa Francisco, a Río de Janeiro, Brasil, tuvo un altísimo
contenido pedagógico para nuestra convulsionada América Latina. Especialmente
con relación a la juventud, congregada con motivo de su encuentro mundial, en
un difícil momento de protestas abiertas y signos de rebelión contra los
poderes constituidos. Los mensajes del Papa permiten prever cambios profundos
en una Iglesia Católica que los necesita con urgencia. No me refiero sólo a la
sencillez de su conducta, acorde con la que exhibió por muchos años en su
trayectoria sacerdotal hasta ocupar la máxima posición dentro de la jerarquía
eclesiástica argentina, sino a la profundidad y solidez del mensaje dirigido a
los jóvenes del mundo, a los más pobres en lo material y en lo espiritual, al
propio clero estimulándolo a una acción más decidida y firme en la calle en la
lucha por la justicia social. Hacía falta.
La Iglesia, con notables
excepciones, no puede continuar cerrada sobre sí misma. Debemos recordar que
Dios está en cada ser humano, hecho a su imagen y semejanza. Como acertadamente
fue dicho, no puede ser una ONG más. Tiene la obligación de buscar a quienes
han abandonado la fe, invitando a luchar por la santidad a la gente de la
humanidad común, objetivo posible con el cumplimiento fiel de las obligaciones
diarias, con la defensa de sus valores personales, familiares y sociales. Allí
está la clave de la verdadera santidad y, con ella, la posibilidad más cierta
de disfrutar la vida eterna en los términos prometidos por el mismo Cristo.
La Iglesia tiene que abrir sus
puertas a quienes más lo necesitan. A los tenidos por pecadores. No puede
mantenerlos lejos. Hay que buscarlos, acercarlos y reconocer que nadie es
perfecto siendo el perdón, aunque no excluya la justicia, una de las razones
básicas de la existencia de quienes ejercen la intermediación formal con el
Señor.
Brasil , Latinoamérica y otras
regiones del mundo necesitaban esta visita y los mensajes recibidos. Ha sido un
canto a la esperanza, necesidad que debe ser satisfecha con las obras de la
vida, más que con simples palabras. Vamos por buen camino. Ojala que la
Iglesia, el clero y los seglares, estemos a la altura de las exigencias del
Papa Francisco.
oalvarezpaz@gmail.com Lunes, 29 de julio de 2013
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