Blog de Víctor José López /Periodista

lunes, 27 de mayo de 2013

A falta de canales: crea los propios; por Luis Carlos Díaz

Por Luis Carlos Díaz | 
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En 2007 el canal RCTV salió del aire en señal abierta y se inauguró una temporada de protestas de calle con escaso foco proactivo. Se reclamaba la libertad de expresión pero en el reclamo faltaban acciones y la invitación a otros espacios. Nuevamente se esperó que el sistema de medios privados respondiese y en realidad hubo vacío. No se incentivaron respuestas ciudadanas. En ese entonces apenas se sembraban las semillas de la primavera árabe y tantas manifestaciones mundiales en las cuales se resaltó el rol de las redes sociales, pero en esas marchas de 2007 había algunas, escasas, pancartas con blogs y algunos espacios del pequeño ecosistema digital del año.
Incluso se ofreció que la señal de RCTV iba a ser empacada en videos de YouTube para su consumo desde los hogares conectados. El sistema no se sostuvo por muchas razones:
-baja penetración de Internet en esos años, -pobrísimo ancho de banda y
-un sistema económico que no brindaba garantías a la publicidad digital.
Nadie podía sostener una planta productora de esas dimensiones sin el enorme rating que se tenía en señal abierta. La publicidad manda y se reacomoda. Pero ni siquiera esa advertencia estatal de cerco comunicacional fue tomada en serio para despertar acciones.
Caso distinto fue la historia del chavismo de 2002: respondió a un golpe de estado donde los medios fueron también actores del conflicto, a través del fortalecimiento de un sistema de medios públicos y gobunitarios que hoy rayan en la hegemonía. El Gobierno no esperó mucho para destinar dinero público a la compra de canales, la instalación de plantas de radio, televisión, el crecimiento de más plataformas digitales y la domesticación de medios privados para que bajaran el volumen.
Los resultados de esa avanzada se palpan ahora. Tenemos un espectro de medios que se uniforma, convierte la oferta informativa en un desierto unicolor y niega la existencia del otro en espacios pagados con dinero público. Del otro lado los anunciantes se han ido amoldando a la nueva hegemonía y los canales privados aumentan el entretenimiento en desmedro de la información y la opinión política. Lo más importante: el Gobierno no sólo se ha impuesto en el terreno formal con el poder de la chequera petrolera, sino que también le ha alcanzado para desarrollar estrategias en espacios no convencionales dentro y fuera de las plataformas digitales.
Volvemos al inicio: la pérdida de RCTV no significó la fragua de nuevos medios sino el reacomodo bajo amenaza latente de los otros actores. ¿En caso de que desaparezca Globovisión ocurrirá lo mismo o las audiencias se han preparado para activarse de otra forma?
Autonomía de medios
Los medios digitales presentan oportunidades y sombras, así que la ciberutopía debe esperar un rato más. En la web descubrirán una y otra vez que las plataformas para la publicación de contenidos tienden a la gratuidad y que no tienen límites para explorar temas y usar el lenguaje que deseen. En ese sentido, para labores de resistencia o de creación de canales alternativos al poder, pueden ser una experiencia maravillosa. De hecho, los pioneros latinoamericanos de esta tesis fueron los primeros ciberactivistas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional en la década de los noventas.
Sin embargo, el problema es la sustentabilidad económica. Hasta ahora no ha habido un modelo satisfactorio que permita producir contenidos de calidad para la web y que además generen ganancias por la vía de la publicidad o las suscripciones. La mayoría de los medios tradicionales en el mundo digital no están entre los más consultados del país, y los dos más consultados en nuestra red criolla, Noticias24 y La Patilla, saben que le ofrecen a sus usuarios muchos contenidos superficiales o, en algunos casos, reencauchados de otros medios. Marcan agenda esporádicamente, pero lucen más como agregadores de contenidos. Ambas labores ya generanclics y fidelidad de los usuarios, así que es un mercado donde difícilmente pueda meterse otro medio generalista. Quizás sí haya espacio para los especializados.
Por lo tanto, habría autonomía ideológica en la web, pero no financiera. En América Latina hay ejemplos similares, pero todos dependen parcialmente de financistas internacionales y proyectos que tienden a convertirlos más en ONGs que en medios de comunicación: La Silla Vacía en Colombia, Ciper en Chile, SoloLocal en Argentina. Los contenidos de calidad cuestan tiempo y dinero, y eso no los levantará la ciudadanía espontáneamente. Tal vez en estas emprendedurías de tercer sector haya otro nicho no explotado en Venezuela. Lo más parecido que tenemos es Radar de los barrios, que necesita más apoyo.
Rol social del periodismo
El otro punto de la coyuntura ante la pérdida de espacios mediáticos es justamente que no serán sustituidos por la ciudadanía. No importa qué tan organizados estén, los ciudadanos con sus herramientas digitales y productoras de información no podrán sustituir tres cosas que tiene el periodismo como institución social: método para procesar la realidad, especialización por áreas y constancia para llegar al público para el que son significativos. Algunos individuos o grupos pueden satisfacer estas necesidades, pero no a la escala de un medio.
Es similar a perder un periodista que no pueda cubrir la información de sucesos en la morgue, los hospitales o los cuerpos de seguridad. No será suplido por un ciudadano, sino que todo el cuerpo social suma una sombra a ese actor que producía ese tipo de contenidos. Sin periodistas, se empobrece la democracia.
Retejer y acompañar
Todo el panorama anterior intenta sincerar la cuesta arriba que debe afrontar una sociedad que pierde espacios mediáticos. Si la lógica digital indica que ahora los individuos son sujetos más activos en los procesos informativos, significa entonces que pueden consumir en más espacios y producir más contenidos. El problema es que se abocarían a la cotidianidad inmediata, que es tangible y ruda para la gente, pero estaría menos sistematizada. Podemos hablar en nuestras redes de los episodios de violencia, impunidad, escasez, inseguridad o fallas de infraestructura a la que nos sometemos, pero a eso le falta un mayor soporte periodístico. Nos bastará con la catarsis, pero con eso no se construyen instituciones.
Es allí donde se inserta esta propuesta: los nuevos tiempos exigen de la infociudadanía venezolana mayor capacidad para ponerse de acuerdo y activarse con temas coyunturales y comunes. Internet permitirá que más gente dispersa se encuentre y construya redes de solidaridad, pero ese proceso se quedará corto si no encuentra medios o periodistas capaces de acompañar a los infociudadanos que actúan como observadores de base para convertir sus piezas en una narración de la próxima Venezuela.

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