Por Luis Carlos Díaz |
En 2007 el canal RCTV salió del aire en señal abierta y se inauguró una temporada de protestas de calle con
escaso foco proactivo. Se reclamaba la libertad de expresión pero en el
reclamo faltaban acciones y la invitación a otros espacios. Nuevamente
se esperó que el sistema de medios privados respondiese y en realidad
hubo vacío. No se incentivaron respuestas ciudadanas. En ese entonces
apenas se sembraban las semillas de la primavera árabe y tantas
manifestaciones mundiales en las cuales se resaltó el rol de las redes
sociales, pero en esas marchas de 2007 había algunas, escasas, pancartas
con blogs y algunos espacios del pequeño ecosistema digital del año.
Incluso
se ofreció que la señal de RCTV iba a ser empacada en videos de YouTube
para su consumo desde los hogares conectados. El sistema no se sostuvo
por muchas razones:
-baja penetración de Internet en esos años,
-pobrísimo ancho de banda y
-un sistema económico que no brindaba garantías a la publicidad digital.
-un sistema económico que no brindaba garantías a la publicidad digital.
Nadie podía sostener una planta productora de esas dimensiones sin el enorme rating que
se tenía en señal abierta. La publicidad manda y se reacomoda. Pero ni
siquiera esa advertencia estatal de cerco comunicacional fue tomada en
serio para despertar acciones.
Caso
distinto fue la historia del chavismo de 2002: respondió a un golpe de
estado donde los medios fueron también actores del conflicto, a través
del fortalecimiento de un sistema de medios públicos y gobunitarios que
hoy rayan en la hegemonía. El Gobierno no esperó mucho para destinar
dinero público a la compra de canales, la instalación de plantas de
radio, televisión, el crecimiento de más plataformas digitales y la
domesticación de medios privados para que bajaran el volumen.
Los
resultados de esa avanzada se palpan ahora. Tenemos un espectro de
medios que se uniforma, convierte la oferta informativa en un desierto
unicolor y niega la existencia del otro en espacios pagados con dinero
público. Del otro lado los anunciantes se han ido amoldando a la nueva
hegemonía y los canales privados aumentan el entretenimiento en desmedro
de la información y la opinión política. Lo más importante: el Gobierno
no sólo se ha impuesto en el terreno formal con el poder de la chequera
petrolera, sino que también le ha alcanzado para desarrollar
estrategias en espacios no convencionales dentro y fuera de las
plataformas digitales.
Volvemos
al inicio: la pérdida de RCTV no significó la fragua de nuevos medios
sino el reacomodo bajo amenaza latente de los otros actores. ¿En caso de
que desaparezca Globovisión ocurrirá lo mismo o las audiencias se han
preparado para activarse de otra forma?
Autonomía de medios
Los
medios digitales presentan oportunidades y sombras, así que la
ciberutopía debe esperar un rato más. En la web descubrirán una y otra
vez que las plataformas para la publicación de contenidos tienden a la
gratuidad y que no tienen límites para explorar temas y usar el lenguaje
que deseen. En ese sentido, para labores de resistencia o de creación
de canales alternativos al poder, pueden ser una experiencia
maravillosa. De hecho, los pioneros latinoamericanos de esta tesis
fueron los primeros ciberactivistas del Ejército Zapatista de Liberación
Nacional en la década de los noventas.
Sin
embargo, el problema es la sustentabilidad económica. Hasta ahora no ha
habido un modelo satisfactorio que permita producir contenidos de
calidad para la web y que además generen ganancias por la vía de la
publicidad o las suscripciones. La mayoría de los medios tradicionales
en el mundo digital no están entre los más consultados del país, y los
dos más consultados en nuestra red criolla, Noticias24 y La Patilla,
saben que le ofrecen a sus usuarios muchos contenidos superficiales o,
en algunos casos, reencauchados de otros medios. Marcan agenda
esporádicamente, pero lucen más como agregadores de contenidos. Ambas
labores ya generanclics y
fidelidad de los usuarios, así que es un mercado donde difícilmente
pueda meterse otro medio generalista. Quizás sí haya espacio para los
especializados.
Por
lo tanto, habría autonomía ideológica en la web, pero no financiera. En
América Latina hay ejemplos similares, pero todos dependen parcialmente
de financistas internacionales y proyectos que tienden a convertirlos
más en ONGs que en medios de comunicación: La Silla Vacía en Colombia, Ciper en Chile, SoloLocal en
Argentina. Los contenidos de calidad cuestan tiempo y dinero, y eso no
los levantará la ciudadanía espontáneamente. Tal vez en estas
emprendedurías de tercer sector haya otro nicho no explotado en
Venezuela. Lo más parecido que tenemos es Radar de los barrios, que necesita más apoyo.
Rol social del periodismo
El
otro punto de la coyuntura ante la pérdida de espacios mediáticos es
justamente que no serán sustituidos por la ciudadanía. No importa qué
tan organizados estén, los ciudadanos con sus herramientas digitales y
productoras de información no podrán sustituir tres cosas que tiene el
periodismo como institución social: método para procesar la realidad,
especialización por áreas y constancia para llegar al público para el
que son significativos. Algunos individuos o grupos pueden satisfacer
estas necesidades, pero no a la escala de un medio.
Es similar a perder un periodista que no pueda cubrir la información de sucesos en la morgue, los hospitales o los cuerpos de seguridad. No será suplido por un ciudadano, sino que todo el cuerpo social suma una sombra a ese actor que producía ese tipo de contenidos. Sin periodistas, se empobrece la democracia.
Es similar a perder un periodista que no pueda cubrir la información de sucesos en la morgue, los hospitales o los cuerpos de seguridad. No será suplido por un ciudadano, sino que todo el cuerpo social suma una sombra a ese actor que producía ese tipo de contenidos. Sin periodistas, se empobrece la democracia.
Retejer y acompañar
Todo
el panorama anterior intenta sincerar la cuesta arriba que debe
afrontar una sociedad que pierde espacios mediáticos. Si la lógica
digital indica que ahora los individuos son sujetos más activos en los
procesos informativos, significa entonces que pueden consumir en más
espacios y producir más contenidos. El problema es que se abocarían a la cotidianidad inmediata, que es tangible y ruda para la gente,
pero estaría menos sistematizada. Podemos hablar en nuestras redes de
los episodios de violencia, impunidad, escasez, inseguridad o fallas de
infraestructura a la que nos sometemos, pero a eso le falta un mayor
soporte periodístico. Nos bastará con la catarsis, pero con eso no se
construyen instituciones.
Es
allí donde se inserta esta propuesta: los nuevos tiempos exigen de la
infociudadanía venezolana mayor capacidad para ponerse de acuerdo y
activarse con temas coyunturales y comunes. Internet permitirá que más
gente dispersa se encuentre y construya redes de solidaridad, pero ese
proceso se quedará corto si no encuentra medios o periodistas capaces de
acompañar a los infociudadanos que actúan como observadores de base
para convertir sus piezas en una narración de la próxima Venezuela.
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