Las encuestas en Venezuela, en vez de aclarar el panorama político, lo enrarecen. Una da ganador a Capriles por más de 8 puntos; y otra a Chávez, por casi 18. El tema de las milicias, el peligro electoral.
EL COLOMBIANO | Publicado el 20 de agosto de 2012
Si hay un elemento que pueda distorsionar más el ambiente electoral en Venezuela y, por ende, ser un peligroso instrumento de análisis son las encuestas.
Pero las encuestas no son otra cosa que el reflejo de un momento de la historia y la historia actual de Venezuela sigue pasando por el meridiano de lo que diga o deje de decir Hugo Chávez, no como Presidente, sino como candidato.
Y ese es el primer problema, porque no es posible separarlos. Y menos cuando hay otro aspirante, Henrique Capriles, encargado de hacerles saber a los venezolanos que después de Chávez también hay vida.
Las dos últimas encuestas publicadas en el vecino país, con escasas horas de diferencias, muestran que no es posible creerles. En la primera, Capriles supera a Chávez por poco más de ocho puntos, pero en la otra, el Presidente le saca algo más de 18 puntos al candidato de la oposición.
De ahí que sea cierto que las encuestas se hayan convertido en el elemento más gaseoso de esta de por sí explosiva campaña electoral en Venezuela. Pero no por gaseoso menos peligroso. Sobre todo para el propio Gobierno.
La razón: que las amplias diferencias en la intención de voto a favor de Chávez terminen por desalentar la participación electoral de sus propios seguidores ante la sensación de que “están sobrados y les darán otra golpiza a los escuálidos de la oposición”. Caso en el que el gran beneficiado será el propio Capriles.
La oposición, por su parte, hace eco del repunte en los sondeos y la estrategia busca convencer a los indecisos de que el triunfo el próximo 7 de octubre cada vez es más posible. Pero también hay temor de que ese mensaje multiplique el poder de intimidación, presión y chantaje de la maquinaria chavista.
Lejos de los apasionamientos, los analistas coinciden que hoy está más reñida la intención de voto que nunca y que las encuestas, en vez de aclarar el panorama, están generando más confusión.
Y en el arte de confundir, Chávez es el rey. Lleva poco más de una década haciéndolo. Y ha contado con suficiente material para lograrlo: Que Estados Unidos quiere invadir a Venezuela. Que es necesario comprar armas a los rusos para defenderse. Que hay que dotar de fusiles a los menores y vincularlos a las milicias bolivarianas para repeler cualquier ataque y que la Revolución no tiene marcha atrás.
Como lo dijo de forma inteligente el columnista de El Nacional de Caracas, Alberto Barrera Tyszka, “Chávez no sólo se enfrenta a Capriles, sino a un enemigo más feroz: los años”.
El pasado sigue siendo el libreto del Presidente-candidato, por lo que es más inteligente que Capriles se muestre como lo nuevo. Los venezolanos parecen cansados de seguir recibiendo las sobredosis de palabras del chavismo. Palabras, frases y anécdotas ancladas en el pasado. Lo malo para Chávez es que “no puede acusar al calendario que marca sus años como golpista”, a decir de Barrera Tyszka.
Quizás lo más peligroso de ignorar el pasado de Chávez es menospreciar su capacidad de “reinventarse”. Así sea a través del uso desproporcionado de la fuerza, ya no la física, sino la militar. La conformación, entrenamiento y dotación de las milicias bolivarianas, tiene profundos efectos para cualquiera que gane las próximas elecciones.
Para Chávez representan un vehículo de intimidación y concentración de poder, pero para Capriles son, nada más ni nada menos, un impredecible factor de desestabilización política y militar, en caso de resultar elegido dentro de 45 días.
Pero las encuestas no son otra cosa que el reflejo de un momento de la historia y la historia actual de Venezuela sigue pasando por el meridiano de lo que diga o deje de decir Hugo Chávez, no como Presidente, sino como candidato.
Y ese es el primer problema, porque no es posible separarlos. Y menos cuando hay otro aspirante, Henrique Capriles, encargado de hacerles saber a los venezolanos que después de Chávez también hay vida.
Las dos últimas encuestas publicadas en el vecino país, con escasas horas de diferencias, muestran que no es posible creerles. En la primera, Capriles supera a Chávez por poco más de ocho puntos, pero en la otra, el Presidente le saca algo más de 18 puntos al candidato de la oposición.
De ahí que sea cierto que las encuestas se hayan convertido en el elemento más gaseoso de esta de por sí explosiva campaña electoral en Venezuela. Pero no por gaseoso menos peligroso. Sobre todo para el propio Gobierno.
La razón: que las amplias diferencias en la intención de voto a favor de Chávez terminen por desalentar la participación electoral de sus propios seguidores ante la sensación de que “están sobrados y les darán otra golpiza a los escuálidos de la oposición”. Caso en el que el gran beneficiado será el propio Capriles.
La oposición, por su parte, hace eco del repunte en los sondeos y la estrategia busca convencer a los indecisos de que el triunfo el próximo 7 de octubre cada vez es más posible. Pero también hay temor de que ese mensaje multiplique el poder de intimidación, presión y chantaje de la maquinaria chavista.
Lejos de los apasionamientos, los analistas coinciden que hoy está más reñida la intención de voto que nunca y que las encuestas, en vez de aclarar el panorama, están generando más confusión.
Y en el arte de confundir, Chávez es el rey. Lleva poco más de una década haciéndolo. Y ha contado con suficiente material para lograrlo: Que Estados Unidos quiere invadir a Venezuela. Que es necesario comprar armas a los rusos para defenderse. Que hay que dotar de fusiles a los menores y vincularlos a las milicias bolivarianas para repeler cualquier ataque y que la Revolución no tiene marcha atrás.
Como lo dijo de forma inteligente el columnista de El Nacional de Caracas, Alberto Barrera Tyszka, “Chávez no sólo se enfrenta a Capriles, sino a un enemigo más feroz: los años”.
El pasado sigue siendo el libreto del Presidente-candidato, por lo que es más inteligente que Capriles se muestre como lo nuevo. Los venezolanos parecen cansados de seguir recibiendo las sobredosis de palabras del chavismo. Palabras, frases y anécdotas ancladas en el pasado. Lo malo para Chávez es que “no puede acusar al calendario que marca sus años como golpista”, a decir de Barrera Tyszka.
Quizás lo más peligroso de ignorar el pasado de Chávez es menospreciar su capacidad de “reinventarse”. Así sea a través del uso desproporcionado de la fuerza, ya no la física, sino la militar. La conformación, entrenamiento y dotación de las milicias bolivarianas, tiene profundos efectos para cualquiera que gane las próximas elecciones.
Para Chávez representan un vehículo de intimidación y concentración de poder, pero para Capriles son, nada más ni nada menos, un impredecible factor de desestabilización política y militar, en caso de resultar elegido dentro de 45 días.
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