domingo, 22 de abril de 2012
El llanero solidario, un libro de Ramón Guillermo Aveledo
José Antonio Pérez Osuna JAPO
Amigas y amigos de Luis Herrera y Ramón Guillermo:
No voy a caer en falsas modestias. Insinuar humildad por tomar la palabra, sería lo acostumbrado en estos menesteres. Pero en esta noche de libros y reencuentros con gente tan especial por los afectos, no cabría moderación alguna en el agradecimiento. Fue tan espontáneo el ofrecimiento que me hizo Ramón Guillermo y tan honroso el cometido de presentarlo, que movieron mi ánimo a aceptarlo, no sin antes considerar que son muy pequeños mis méritos para desempeñar tan agradable tarea con lucimiento, como inmensa es la benevolencia de ustedes para conmigo de soportarme y escucharme.
Así que en verdad estoy muy feliz, extensamente orgulloso de la cabeza a los pies, si cabe tanta extensión de satisfacción, de darle entrada libre a Ramón Guillermo Aveledo Orozco, quien hoy todavía manchado de tinta de la imprenta de la editorial Libros Marcados (gracias Fausto…), lo vemos cargando ejemplares de la biografía que escribió sobre el ex presidente Luis Antonio Herrera Campíns, El Llanero Solidario, título de gran contenido humano y de animosa pegada editorial.
UNA CRÓNICA PREMONITORIA
Al autor, Ramón Guillermo Aveledo, lo conocimos ya en plan estelar, en la Facultad de Derecho de nuestra querida pero mal amada Universidad Central de Venezuela, si mal no recuerdo, en una tarde de la segunda quincena del mes de noviembre de 1968. En jeans azulísimos, y con pelo medianamente largo y negro, desde entonces ya mostraba su característico corte de barba a lo Athos, el más habilidoso espadachín de los mosqueteros de Dumas. Desbordando entusiasmo juvenil, me entregaría una solicitada crónica de su autoría sobre el devenir universitario, de cuartilla y media, para el tabloide Contrapunto que circulaba de vez en cuando en la UCV y UCAB. Ese reportaje de Ramón Guillermo no se publicaría nunca…; y ahora, cuarenta y cuatro años después, me llega la oportunidad de rendirle mis retardadas dispensas ante la desazón que me embargó desde entonces. Ramón Guillermo…, por esas cosas inauditas de las travesuras de los duendes que ambulan por la mesa de redacción de los periódicos, el artículo tuyo impecablemente redactado sobre papel refino, sin borrones y mejor hilado como todo lo que brota de tu pluma, de repente desapareció en plena edición, transmutado por unos desordenados versos de un novel rimador atormentado. Dicen que las cosas pasan por algo, y mi festejado consuelo ha sido que en el ínterin, entre uno y otro acontecimiento de duendes y mudanzas, Ramón Guillermo se convertiría en uno de los venezolanos más disciplinados, más estudiosos, más constantes y más prolíferos en el arte de la escritura. Sin contar sus intervenciones parlamentarias, discursos, foros, entrevistas en la prensa y medios audiovisuales, ha sido autor de innumerables artículos de prensa y de una treintena de libros, sin incluir el que nos brinda esta noche sobre la trepidante vida de Luis Herrera. No hay semana, desde hace décadas, en que no se publique en algún medio impreso de la capital o del interior, las columnas de opinión o artículos de fondo que lleven la firma de Ramón Guillermo.
EL “PROVINCIANO” UCEVISTA
Nunca le noté pinta de “provinciano” como gusta definirse, si ser de la provincia puede medirse en niveles de cultura, trabajo, disciplina, gustos, modas o ciudadanía. Bien valdría la pena cambiar el provincianismo de la anchura y de lo ajeno de las hermosísimas Lomas de Cubiro, por la tráfico locura y desconcierto de las sobre congestionadas lomas de Las Mercedes capitalina. Por su conocimiento a edad temprana de los trajines de Winston Churchill, a través de traducciones mexicanas que adquiría en la librería “Las Novedades” en Barquisimeto, más bien Ramón Guillermo se nos asemejaba en la UCV a un joven ciclista vecino del Castillo de Blenheim, cercano a Oxford, acostumbrado a toparse y conversar de tu a tu con el insigne primer ministro inglés. Fue entonces, cuando Ramón Guillermo, además de soñar con ser guardabosque del Parque Bararida cercano al hogar de los Aveledo Orozco; o querer emular a Ted Williams, legendario custodio y leñador del Monstruo Verde del Fenway Park; tan bien nuestro querido guaro fue afinando la brújula ucevista, definiendo su natural vocación de entregarse al ejercicio noble de la política. Fueron pues tiempos de forja y de definiciones de rumbo en la UCV. Los estudios de Derecho se entremezclaron con la actividad proselitista, a diario, como un hecho normal y cotidiano en aulas y pasillos. Los temas políticos nacionales e internacionales y la lucha interna partidista, constituían una manera común, natural y corriente, para interactuar y enriquecer realmente el espíritu juvenil.
LA ENCRUCIJADA EXISTENCIAL
Recuerdo con verdadera nostalgia, aquellos plenos, asambleas y convenciones de la Democracia Cristiana Universitaria, con sus recintos siempre repletos hasta la bandera -de fresco verdor esperanza-, de jóvenes dirigentes dirimiendo posiciones en encendidos debates ideológicos de altura, con pasión histórica y calor humano, entre el idealismo y las exigencias prácticas del hecho político, o entre la seducción de los planteamientos progresistas de unos y la vocación de poder de otros. Tal confrontación ideológica y política de tendencias denominadas en el argot político como “araguatos”, “avanzados”, “astronautas” y “auténticos”, entre los años 1965-1970, marcaría definitivamente la evolución de COPEI y de los jóvenes socialcristianos. Me atrevería a sustentar que desde entonces y hasta nuestros días, no se ha vuelto a dar en el país un debate de tamaña dimensión, trascendencia y dramatismo político. Para bien o para mal, esa encrucijada existencial determinó, en muchos aspectos, la vida de los integrantes de nuestra generación. A partir de esa encrucijada existencial, sólo pocos se dedicarían a la política, como noble ejercicio ciudadano de entrega al prójimo sin medida. La gran mayoría, se inclinaría por seguir otros rumbos o alcanzar una profesión u oficio que dignificara la vida cotidiana. Ramón Guillermo Aveledo, desde entonces, definitivamente optaría como meta y modelo de vida, el entregarse en alma, cuerpo y corazón al llamado de su vocación pública, inspirado en el magisterio del humanismo cristiano que encarnaba COPEI, como instrumento idóneo para la organización social del pueblo, según enseñaba el inolvidable formador Arístides Calvani.
HOMBRE DE ESTADO
Tal aprendizaje en la maquinaria diaria partidista desde los tiempos juveniles, tal fragua en el tiempo para formarse y ejercitar el magisterio, el parlamentarismo y las funciones de gobierno, completarían el perfil de hombre de Estado que traduce hoy Ramón Guillermo Aveledo. Notable labor como “speaker” en el Congreso de la República, y solícito siempre, efectivo, y eficiente servidor de la cosa pública. Y en lo personal, su trato no ha cambiado; sigue brindando el mismo trato despejado que tuvimos en la Universidad: igualito en su manera de ser abierta y sincera; cordial con afable intensión de atender; cercano, cariñoso y caluroso sin esperar reciprocidad; dispuesto al diálogo y tolerante ante las incomprensiones de los incomprendidos; conversador de lo divino y de lo humano; amigo de sus amigos; y por supuesto empedernido seguidor de los Cardenales de Lara y Medias Rojas de Boston, ambas novenas peloteriles de subidos tonos escarlata, pues como notarán, nada en la vida es perfecto… Ahora, amigos nuestros, Ramón Guillermo cumple el cometido de gran mediador, de magnánimo componedor de entuertos que la Patria agradece y aplaude con creces. Lo de la Mesa de la Unidad Democrática, no ha sido faena fácil, y este artífice del zurcido con constancia, autoridad, respeto, mucha paciencia y más trabajo, ha logrado lo que parecía imposible de alcanzar: “La Unidad Perfecta”, como la denominó Teodoro Petkoff. Tal tarea de conciliador, es para hombres especiales provistos de autenticidad y de noble condición humana; por cierto, especie a punto de extinción que hay preservar a toda costa. “Siempre me tomo una pastillita de ubicatéx”, suele decir Ramón Guillermo, para espantar maleficios y consejas que a diario suelen rondar en las exitosas ejecutorias del hombre público. Como agregaría el Padre Luis Ugalde, nuestro presentado de hoy viene formado desde hace más de cuatro décadas, con experiencia en el servicio público, ética y profesionalismo, demostrando con su hacer que la renovación política no tiene una raya divisoria generacional, sino moral.
LUIS ANTONIO EL DEL PUEBLO
Y si los años 60 y 70 definieron definitivamente la vocación política de Ramón Guillermo, con los 80, 90 y 2000 llegarían al unísono el ejercicio a tiempo completo de la política en grande, y los compromisos afectivos que la tejen: Su matrimonio con Amalia, los hijos, y ahora Clarita, la nieta, la mejor y más acabada estampa del “amor irresponsable” que sólo los abuelos son capaces de sentir y padecer. Tal cúmulo de definiciones y compromisos afectivos de vida, lo llevaron de la mano a conocer, sentir, compartir, querer, emular y hasta sufrir a Luis Herrera, su biografiado. Debo apurar el paso con esta presentación, juntando ahora un conciso comentario sobre la biografía que nos brinda Ramón Guillermo sobre Luis Antonio, el del pueblo, como una vez acotamos en el fragor de la Batalla de Los Luises y la triunfadora opción de los verdes en 1978. Si no hubiera sido político a tiempo completo, como apunta el autor, Luis Herrera se habría realizado en la vida como pintor, músico o poeta. Su vocación íntima era manejar las paletas sobre lienzos; escuchar música hasta dormir aunque no bailaba; leer y leer hasta sucumbir: y escribir y escribir como nadie que yo recuerde.
MARÍA CRISTINA Y JOSÉ ANTONIO
Lo conocí desde muy niño, de sonrisa franca y flaco como un silbido. Trajeado y con corbata negra, Luis Herrera visitaba regularmente la casa a la hora de la merienda, y siempre lo sentimos como alguien muy de nosotros, pues dormía en mi cuarto en sus años de soltería; y cuando me enfermaba hasta hacía de vigía o de “baby sitter”, como dicen ahora. ¡Qué honor amigos! María Cristina y José Antonio Pérez Díaz, mis padres, lo hacían formar parte del hogar, siempre discretos en su generosidad, con el sublime tacto con que debe tratarse a los fraternos para que se sientan cómodos. Allí se la pasaban Danielito Scott Cuervo, el padre Isaías Ojeda, César Girón, Rodolfo José Cárdenas, Edecio La Riva Araujo, “Canito” Tamayo Gascue, Ceferino Medina, Gonzalito García Bustillos, Adán Cellis, Pedro Pablo Aguilar, César Perdomo, Miguel Bello, Oscar Yánez y tantos otros copeyanos y no copeyanos que llegaban como en camadas, a cualquier hora del día o de la noche.
COPEI SE FUNDA EN LOS PATIOS DE BOLAS CRIOLLAS
Fueron Luis Herrera y Danielito, como ningunos otros, quienes acompañaron a papá como acicate y sostén solidarios en muchos viajes polvorientos por el interior del país, durante la gesta fundacional de COPEI entre 1946-1947. Al pueblo que llegaban, lo primero que hacían era preguntar dónde estaba el patio de bolas criollas. Allí armaban la partida con los lugareños a doce tantos, impresionaban con largos boches en el puesto, y con marranas a dos botes. Luego, en gran camaradería popular y siguiendo las formalidades de rigor, se daban los discursos y redactaban y firmaban el acta de fundación del partido. Con el tiempo, mi padrino de bautizo, Rafael Caldera, continuaría esa ruta y se convertiría en entusiasta arrimador de “uña parriba”, del popular deporte venezolano de las bolas criollas… Perdonen la osadía, pero no sería desatinado afirmar que en buena medida, COPEI se fundó en los patios de bolas criollas en el interior del país. Así me lo testimoniaron cuando niño, esos hombres a quienes tuve la fortuna de tenerlos a pata de mingo. A lo mejor, me querían esconder los avatares del activismo político, de las penurias que sufrían, limitaciones, sacrificios, del miedo de los caminos, y de la tragedia de compañeros asesinados que fueron inmolados en la arena de la lucha por una Venezuela Mejor. Lo que sí estoy convencido es que la perseverancia, coraje y valentía que tuvieron para enarbolar los principios éticos de construir un país civilizado y democrático bajo el ideal de la justicia social, se afianzarían a punta de fraternidad, afectos, compromisos y sobre todo solidaridad sin límites, elementos tan pero tan determinantes en cualquier organización de hombres y mujeres con vocación de trascendencia.
“DE HERRERA SE HABLA Y HABLA HERRERA”
Esta biografía que nos ofrece Ramón Guillermo, si en verdad nos trasporta a un pasado bastante nuestro y bueno, tiene todavía mucho más que ver con la esperanza de un futuro mejor e inmediato, ante el presente desgarrador que ya no da para más. En un dejo de nostalgia considera Aveledo que su biografiado es, en buena medida, un desconocido para la mayor parte de los venezolanos. Que la madeja de incomprensiones ha colaborado con la desmemoria de su vida y de su tiempo. En este libro como acota su autor, “…de Herrera se habla, y habla Herrera…”, con lo cual le sale al paso a la desmemoria colectiva del venezolano en su presente agónico. Por mi parte, los invito a leerlo con devoción, pues allí encontrarán en estilo fascinante y llano como el llano del biografiado, el relato sobre la dimensión humana de “quién es” y “quién fue” El Llanero Solidario. Magnífica oportunidad para que las nuevas generaciones lo conozcan y valoren; y también otra nueva oportunidad para quienes quisieron olvidarlo, sin saber ni entender que insólitamente olvidaban a un buen hombre de su tiempo. Hijo y hermano amoroso en la sencillez de un hogar de clase media de Acarigua. Católico practicante del Colegio La Salle en Barquisimeto. Estudiante de leyes en la UCV, preso en Catia y expulsado a España por los esbirros. De mente organizada y mejor organizador. Hombre de partido y de COPEI hasta su último aliento. Deportista practicante y fanático de la pelota (lo vi jugar de receptor en el Universitario). Pródigo como periodista y columnista denso. De irresistible tendencia hacia la solidaridad y progreso de los débiles, los humildes, los desposeídos. Amante esposo de Betty Urdaneta y padre ejemplar de Luis Fernando, María Luisa, José Gregorio, Juan Luis y María Beatríz. Político a tiempo completo embebido en las esencias populares del cristianismo social. De tranquila paciencia y “aguanta callao”. Polémico parlamentario de relampagueantes fraseologías populares. Buen orador y estupendo animador de actos de masas. Conversador de alta estatura cultural y sapiencia política. Honestísimo y nada apegado al dinero. Y finalmente ex Presidente de la República, con cuyo liderazgo moral ejerció la Presidencia de Venezuela con cualidad y dimensión de Magistrado, con la moderación de los humildes, la prudencia de los sabios y la serena creatividad del estadista.
EL PROFETA
Si Luis Herrera hubiera vivido en los tiempos del Antiguo Testamento, como ataja Rodolfo José, seguro que habría sido profeta. El autor anexa en el libro un ensayo que escribió Luis Herrera, cuando exilado en 1957 (titulado “Frente a 1958”, recomendable que busquen y lean al salir de aquí), donde pronosticó casi a la perfección el día y la hora de la caída de la dictadura, basándose entre otras razones, en la radiografía militar que mostraba el naufragio de las virtudes castrenses. También en fecha reciente, muchos se rieron cuando Luis Herrera, como vaticinador en sus intuiciones, nos hizo la advertencia al recomendarnos: “…¡pónganse las alpargatas que lo que viene es joropo!...”; vislumbrando el fraude y descalabro de la monocracia vocinglera y ruin que nos desgobierna, a la que pareciera faltarle un empujoncito final que ya se corea…
LA SOLIDARIDAD DEL LLANERO
Entretanto pues, los animo a que nos adentremos en la zona de la vida desconocida de un venezolano ejemplar y practicante de la solidaridad, como Luis Herrera. De la mano y de la prosa de Ramón Guillermo, también su compañero en la zafra de ideales, podemos pasearnos por el pensamiento íntimo del ex presidente, con quien el autor tuvo la oportunidad de tenerlo lo suficientemente cerca, y tener la prudencia necesaria para contarnos de sus sueños y pasiones. Y cuando ante nuestros ojos se confunden en la fragua humana de esta fiesta de libros, los rostros de nuestras hijas que por nuestro amor vinieron y los de los otros, tan hijos como éstas porque del ideal nacieron, nos llena de profundo orgullo decirles a todos ustedes que valió la pena este reencuentro de la amistad señera y celebrada, en honor al Llanero Solidario. Abro plaza evocando reflexiones escritas años atrás de papá, mi personaje favorito y sembrador de ideales, que con pretensión de siembra en el alma de la juventud, y ante el olvido de los principios y valores irrenunciables, nos conminaba a que era el momento preciso para reafirmarlos para el hacer, y para ser, como acto sublime por solidaridad con nuestros semejantes y que encierra el perfil que prodigaba Luis Herrera: “Por honra a la lealtad: INVARIABLE. Por respeto a la propia dignidad: HONRADO. Por devoción a la verdad: INTEGRO. Por convicción en el idealismo: AUTÉNTICO. Por la justicia, la libertad y la democracia: LUCHADOR. Por la construcción de una patria hermosa: INFATIGABLE. Por la vigilia de la heredad: HORTELANO. Por la amistad: FRATERNO. Por el apostolado del servicio público: HONESTO. Por cumplimiento del compromiso: INSOBORNABLE. Por esmero en el amor: JARDINERO…” Buenas noches… amigas, amigos…
JOSE ANTONIO PEREZ OSUNA
LAS MERCEDES
LIBRERÍA ALEJANDRÍA
18 DE ABRIL DE 2012
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