Marlene Castillo
marlencas28@hotmail.es @marlenecastillo
Si en la “Olla” pasada ahondamos en aquellos artistas, actores o músicos con falta de ángel, duende, carisma o ese no sé qué necesario para despuntar en el mundo del espectáculo, esta vez revisaremos en ese mismo sentido los frutos del Miss Venezuela, toda una industria arraigada en la cultura popular del país, y que este 2012 celebrará 60 años de existencia.
Es sabido que este concurso es una cantera de mujeres que por lo general, ganen o no el cetro, usan el concurso como trampolín para insertarse en el medio artístico, bien sea como actrices, modelos, animadoras, locutoras, cantantes o -¿por qué no?- incursionar en la política como alcaldesas, aspirantes a la presidencia y no ha faltado alguna que haya hecho “carrera internacional” en la rama de los escándalos. Mujeres que han ganado -Irene Sáez, Alicia Machado, Eva Ekavll (+), Mónica Spear y Dayana Mendoza, por nombrar algunas- han marcado huella y eso sin irnos tan al pasado desde donde surge refulgente la eterna Susana Duijm.
Sobre el carisma hay muchas que tienen de sobra: se mantiene imborrable el nombre de María Antonieta Campoli. Pero hay otras, muuuchas otras que tras convertirse en la mujer más bella de Venezuela vivieron minutos de gloria y ¡hasta ahí! De esa corona más nunca se supo nada, no fueron acompañadas de ese “ángel” para seguir en el terreno de las luces, no tuvieron suerte para encontrar su lugar en el espectáculo o no les interesó este mundo de bambalinas, prefiriendo el placer del anonimato o la estabilidad de una vida familiar. Haciendo una revisión de las ganadores desde 1980 para acá -sería largo el recuento de seis décadas- vemos rostros de reinas que hoy nadie recuerda. Surge así la trillada interrogante: “¿qué será de la vida de…?”. La rubia y gélida Eva Lisa Lyung (1989) se dedicó por un tiempo al modelaje pero sin dejar rastros. Le siguieron en la corona dos pelirroja reína Goetz Blohm (1990) y Carolina Izsak (1991), que si bien representaron el estandarte de la belleza de ese entonces, no les interesó el espectáculo y se dedicaron a formar su familia y ser damas de sociedad, sin hacer mucha bulla. Igual que la ganadora de 1994, la trigueña Denyse Floreano, quien hizo sus pininos en el modelaje sin mayor figuración. Marena Bencomo, bellísima triunfadora de 1996, también se dedicó a su familia y se casó en Valencia, se le recuerda más por el secuestro de su esposo que por alguna incursión en el medio artístico. Martina Thorogood, Miss Venezuela 1999, muy preparada y todo, pero para muchos muy fría (ese año, los missólogos daban como ganadora al “huracán” Norkys Batista), se esfumó del medio sin dejar huella.
De las del nuevo milenio, está Ana Karina Áñez, la rubia que se alzó en 2003 con la corona durante el certamen celebrado en la austeridad del estudio 1 de VV, tras los embates del paro petrolero. Otra que pasó sin pena ni gloria fue la morenaza Jictzad Viña (2005), que lucía como un buen prospecto para el mundo de la TV por lo exótico de su tipología, pero… ¿no la quisieron o ella no quiso? Otra de reciente data que pudiera ir por ese camino es Marelisa Gibson (2009), quien, a pesar de que hizo varias campañas de modelaje y fue probada como animadora en “Portadas”, pese a la intensa promoción de la organización del concurso, no figuró de finalista en el Miss Universo. Inmediatamente colgó la banda y se casó, para entregarse a formar una familia. Sin duda, hay coronas que perduran y otras que se engavetan ¡TAPADA LA OLLA!
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