12-Nov 06:18 am|El Nacional
Llevamos doce años de complicidad oficial abierta o clandestina con las bandas de secuestradores, asaltantes de blindados, grupos de malandros que imponen su ley en los barrios y urbanizaciones
Y a el venezolano no sabe dónde comienza el hampa y dónde terminan sus ramificaciones dentro del Gobierno. Llevamos doce años de complicidad oficial abierta o clandestina con las bandas de secuestradores, asaltantes de blindados, grupos de malandros que imponen su ley en los barrios y urbanizaciones y, por si fuera poco, policías y militares son atrapados ya sea como delincuentes, colaboradores o protectores de las redes del narcotráfico o de los mineros indígenas a los cuales les roban el oro.
Si el Gobierno no hace nada por detener esta ola de criminalidad es porque le conviene, les trae beneficios o forma parte de sus negocios o de su forma de vida.
Un régimen militar que se autoproclama como la auténtica voz del pueblo no ha movido un dedo para detener la matanza de cada fin de semana en las principales capitales de la república.
Solamente en Caracas son ingresados en la morgue decenas de cadáveres de ciudadanos que han sido asaltados para despojarlos de sus pertenencias.
Los ministros, los generales, los diputados rojitos no hacen nada porque ellos están protegidos por equipos de escoltas que se mueven en camionetas negras blindadas. Y lo peor y lo más indigno es que los escoltas cuando regresan a sus barrios son asesinados para despojarlos de sus motos.
Al Gobierno poco le importa esa violencia popular porque la vida de sus altos burócratas, de sus bolimagnates, de los generales rojitos no está en peligro, no así la de los dirigentes sindicales, de los obreros, de los comerciantes y de la gente de a pie, de los que viajan en Metro o se desplazan en taxis o busetas.
Ahora ocurre este secuestro de un joven pelotero, Wilson Ramos, de los Tigres de Aragua. Un muchacho que ha luchado mucho para llegar donde está, que se ha esforzado para responder debidamente a las aspiraciones de su familia y de los fanáticos de Venezuela y de las Grandes Ligas.
Este hecho, por tratarse de un joven profesional del beisbol de grandes ligas, tiene repercusiones internacionales que revelan la ola de violencia que campea en las calles de Venezuela. La gente se está enterando en muchos países que la famosa mano dura de los militares es más bien una mano de gelatina cuando se refiere a proteger al pueblo. En cambio, a los corruptos y los poderosos sí se les protege descaradamente.
El caso de Wilson Ramos llega como anillo al dedo para demostrar que en Venezuela la gente honesta, los jóvenes deportistas que luchan desde abajo y logran sobresalir por su propio esfuerzo, en nada le interesan al Gobierno.
Ahí está el caso de Maikel Melamed, el joven con impedimentos que corrió 15 horas el maratón de Nueva York y que fue insultado, por Twitter, por un periodista oficialista del combo de Izarrita calificándolo de judío rico que estaba montando un espectáculo mediático. ¿De dónde salió este pichón de nazi? ¿Será del PSUV?
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