Blog de Víctor José López /Periodista

viernes, 9 de septiembre de 2011

ÚLTIMA CARTA DE AMOR de Simón Bolívar

Es impresionante su hermoso texto, de su propia mano (sin escribano),
así como la lucidez de El Libertador a pocos días de su muerte el
17-12-1830. La carta está fechada el 6 de diciembre de ese año.
Afortunadamente su prima Fanny la conservó para la historia:


Santa Marta, 6 de diciembre de 1830.

Querida prima:

¿Te extraña que piense en ti al borde del sepulcro?

Ha llegado la última aurora; tengo al frente el mar Caribe, azul y
plata, agitado como mi alma por grandes tempestades; a mi espalda se
alza el macizo gigantesco de la sierra con sus viejos picos coronados
de nieve impoluta como nuestros ensueños de 1805.

Por sobre mí, el cielo más bello de América, la más hermosa sinfonía
de colores, el más grandioso derroche de luz.

Y tú estás conmigo, porque todos me abandonan; tú estás conmigo en los
postreros latidos de la vida, en las últimas fulguraciones de la
conciencia.

¡Adiós Fanny! Esta carta, llena de signos vacilantes, la escribe la
mano que estrechó las tuyas en las horas del amor, de la esperanza, de
la fe.

Esta es la letra que iluminó el relámpago de los cañones de Boyacá y
Carabobo; esta es la letra escrita del decreto de Trujillo y del
mensaje del Congreso de Angostura.

¿No la reconoces, verdad? Yo tampoco la reconocería si la muerte no me
señalara con su dedo despiadado la realidad de este supremo instante.

Si yo hubiera muerto en un campo de batalla frente al enemigo, te
dejaría mi gloria, la gloria que entreví a tu lado en los campos de un
sol de primavera.

Muero miserable, proscrito, detestado por los mismos que gozaron mis
favores, víctima de un inmenso dolor; presa de infinitas amarguras. Te
dejo el recuerdo de mis tristezas y lágrimas que no llegarán a verter
mis ojos.

¿No es digna de tu grandeza tal ofrenda?

Estuviste en mi alma en el peligro, conmigo presidiste los consejos
del gobierno, tuyos son mis triunfos y tuyos mis reveses, tuyos son
también mi último pensamiento y mi pena final.

En las noches galantes del Magdalena vi desfilar mil veces la góndola
de Byron por las calles de Venecia, en ella iban grandes bellezas y
grandes hermosuras, pero no ibas tú; porque tú flotabas en mi alma
mostrada por las níveas castidades.

A la hora de los grandes desengaños, a la hora de las últimas congojas
apareces ante mis ojos de moribundo con los hechizos de la juventud y
de la fortuna; me miras y en tus pupilas arde el fuego de los
volcanes; me hablas y en tu voz escucho las dianas de Junín.

Adiós, Fanny, todo ha terminado. Juventud, ilusiones, risas y alegrías
se hunden en la nada, sólo quedas tú como ilusión serafina señoreando
el infinito, dominando la eternidad.

Me tocó la misión del relámpago: rasgar un instante las tinieblas,
fulgurar apenas sobre el abismo y tornar a perderse en el vacío.


Bolivar.

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