Blog de Víctor José López /Periodista

lunes, 5 de septiembre de 2011

JOE Di MAGGIO Y TED WILLIAMS, dos dioses del olimpo

Los nervios de acero de DiMaggio. La regularidad de Williams.

ALFONSO TUSA

Aún cuando de aquella fulgurante temporada sólo me he ilustrado a través de comentarios radiales, televisivos, artículos de periódicos, revistas, libros. Muchos de los textos o testimonios son tan vívidos y emotivos que a veces me ha parecido haber estado alguna vez en uno o varios juegos de la cadena de 56 juegos seguidos dando imparables de Joe DiMaggio o en el desafío final de la temporada donde estaba en juego la posibilidad de que Ted Williams bateara para un promedio por encima de .400. La expresión facial de DiMaggio luego de entregar el out postrero con el que se iba en blanco en el juego 57 o la discusión de Williams con su manager porque lo pusiera a jugar en el juego final, burbujean en mi memoria con la autenticidad de un testigo presencial. Son tan significativos los logros de estos dos íconos beisboleros que aún persisten imbatidos por los peloteros de las actuales generaciones.
El 17 de julio de 1941 DiMaggio y su compañero de equipo Lefty Gómez, tomaron un taxi para ir al estadio de Cleveland. El taxista le dijo: “Tengo el presentimiento de que si no bateas un hit en tu primer turno, te van a parar”. “¿Quién eres tú?”, le dijo Gómez al taxista. “¿Qué tratas de hacer? ¿Presionarlo?” Una multitud de 67.468 aficionados, 40.000 de los cuales habían comprado su entrada con anticipación, fue a ver a Jolting Joe DiMaggio, no a los Indios. Al Smith abrió por los indígenas. En el primer inning Di Maggio metió una tiza pegada a la raya de tercera, Kent Kelpner jugando profundo tomó la pelota con el guante de revés y lo sacó en primera base. Recibió boleto en el cuarto inning. En el séptimo volvió a meter otro candelazo por la esquina caliente Kelpner tomó la pelota he hizo el out en primera.
En el octavo inning las bases estaban llenas, había un out cuando vino a batear el Yankee Clipper con una expresión imperturbable. Las tribunas se venían abajo con la tensión del momento. La cuenta era 1-1. Bateó un rodado a manos de Lou Boudreau en el short. Este la pasó a Ray Mack en segunda quién pivoteó a primera. Dobleplay. Se había terminado la seguidilla.
“No puedo decir que estoy feliz porque se acabó la seguidilla”, dijo DiMaggio después del juego. “Por su puesto quería extenderla tanto como fuese posible”.
Durante la seguidilla Joe DiMaggio tuvo 91 hits, 22 juegos con más de 1 hit, 5 juegos de 3 hits, 4 juegos de 4 hits, un promedio de .408 que incluyó 15 jonrones y 55 carreras empujadas.
Increíblemente, luego que se terminó la seguidilla, DiMaggio inició otra. Bateó al menos un imparable en otros 16 juegos seguidos, por lo cual bateó de hit en 72 de 73 juegos en aquella temporada de 1941.
Treinta años después de la marca DiMaggio recordó que se le había acercado alguien: “El tipo dijo que él era aquel taxista. Se disculpó de corazón. Me sentí mal. Pudo haber estado pensando toda su vida que me había maldecido, le dije que eso no había ocurrido. Mi número todavía está arriba”.
A los 19 años de edad mientras jugaba para los Seals de San Francisco en 1933, del 25 de mayo al 27 de julio, DiMaggio estableció una marca de ligas menores al batear al menos un hit en 61 juegos seguidos.
Al enterarme de estos logros entendí mejor el brillo en los ojos de papá cuando un mediodía veíamos una biografía de Joe DiMaggio por televisión. Él apenas conocía el beisbol, pero sabía que el tipo era grande en ese deporte, además de que en una parte del programa mostraron a DiMaggio jugando bochas (en italiano boccia) un juego muy parecido a las bolas criollas.
Williams llegó al día final de la temporada de 1941 bateando .39955, lo cual para las estadística oficiales representaba .400 por cuanto había que redondear a las tres primeras cifras. Ese día los Medias Rojas jugarían una doble cartelera ante los Atléticos de Filadelfia y la prudencia indicaba que Williams se abstuviera de jugar o que jugara el primer juego para tratar de subir el promedio, pero que no jugara el segundo partido.
Johnny Orlando el empleado del clubhouse recuerda: “La noche anterior a ese doble juego de final de temporada, salí a caminar por las calles de Filadelfia con Ted. Caminamos como 3 horas, los pies me ardían. Ted no tomaba, cada cierto tiempo cuando entraba a un bar para tomar un trago, Ted me esperaba afuera saboreando una bebida gaseosa. Toda la noche habló de cuan decidido estaba de terminar la temporada bateando sobre .400”.
En el primer juego bateó por primerta vez en el segundo inning. El catcher de los Atléticos Frank Hayes le dijo que se iba a tener que ganar su .400 porque los pitchers de Filadelfia no lo iban a pasar por bolas. Williams adoptó su posición en el plato y apretó el bate. Luego de las dos primeras bolas metió un candelazo al right field que dejó sin oportunidad al primera base Bob Johnson. En el quinto inning descargó un estacazo sobre la pared del right field que aterrizó en 20th street. En el sexto disparó imparable por el medio del campo. En el séptimo tronó otro incogible por la raya del right field. En el octavo se embasó por error.
Bateó de 5-4 en ese primer juego y su promedio subió a .404. Decidió jugar en el segundo juego.
Bateó de 3-2 y terminó con promedio de .406. El imparable final fue un doble en el cuarto inning que golpeó una corneta en lo más alto de la baranda del right center field. Después del juego Williams dijo que era la pelota que había bateado con más fuerza en su carrera. Dicen que la pelota abrió un hueco en la corneta antes de caer al terreno.
Aún sin verlos jugar puedo palpar la grandeza de su juego, la entrega de su dedicación, la pasión por mejorar. Los nervios de acero de DiMaggio. La regularidad de Williams.

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