Blog de Víctor José López /Periodista

domingo, 14 de agosto de 2011

CARLOS M. MONTENEGRO:El Papa que dio a luz un bebé



© Carlos M. Montenegro

El siglo X ha sido llamado el saeculum obscurum del pontificado. Una época en que la simonía, la corrupción, la intriga y aun el asesinato presidieron la cátedra de san Pedro. En el intervalo entre 882 y 946 se sucedieron en el solio nada menos que 21 papas (más los antipapas), alguno de pontificado tan breve como dos semanas. La confusión llegó a tales extremos que de algunos de tales pontífices sólo conocemos los nombres, y ni siquiera estamos seguros de que fueran papas legítimos (Josep A. Olivart, 2003).

En efecto, desde la mitad del siglo IX hasta la mitad del X después de Cristo, es decir de nuestra era, la Iglesia Católica se instaló en Roma de una forma digamos oficial y se fueron conformando lo que podríamos llamar las reglas del juego de la Iglesia Universal o Católica. Hasta entonces desde la muerte de Cristo se divulgó por el orbe conocido, principalmente ocupado por el imperio romano, a través de la palabra de sus discípulos que se esparcieron predicando la doctrina que el maestro les había dejado como tarea. La cabeza de aquél movimiento estaba asentada, de una forma digamos extraoficial en Pedro, pronunciada por el nazareno durante la última cena: “Pedro, tú serás la piedra sobre la que construirás mi Iglesia”, o algo parecido, que rápidamente fue citado por los discípulos y establecido en los Evangelios que la Iglesia Católica dio por buenos.

El caso es que Pedro se convirtió en el primer padre de la Iglesia Cristiana y nadie lo puso en duda, que se sepa. A sus sucesores se les ha denominado Papas, (padres) de la Iglesia. Las reglas del juego se fueron elaborando posteriormente, hasta lograr el entramado que sustenta lo que hoy conocemos como Santa Iglesia Católica y Apostólica. Si fuera un partido político podría ser el SICA, pero sus funcionarios han logrado mantener una digna distancia de algo tan terrenal y prosaico, aunque en muchos aspectos lo parezca, y lo han hecho bastante bien, pues llevan 20 siglos, y hoy en día es la religión más exitosa de la historia. Por supuesto que han atravesado y superado enormes dificultades desde los tiempos en que por el mero hecho de ser cristianos los echaban a los leones, hasta nuestros días en que los Papas viajan en “loor” de multitudes u ¿“olor”? (tal vez a esto se deba el uso frecuente del incienso, por parte de la Iglesia) despertando fervores ante audiencias nunca logradas ni por el mejor artista pop que haya existido.

El asunto es que entre las muchas vicisitudes por las que la Iglesia ha tenido que transitar, (como reza el párrafo que cito al principio), Hay un episodio que se balancea entre la leyenda y la verdad histórica, sobre lo que el Vaticano y sus seguidores fueron corriendo velos a partir del siglo XIV, que como precoces predecesores del estilo “orwelliano” han pretendido hacer desaparecer.

Es el extraño caso de la Papisa Juana, una joven de origen anglo cuya madre había quedado embarazada de un monje cristiano. Y dados los tiempos, la mujer tuvo que emigrar lejos para evitar el escándalo, pasando al continente. Unos años después Europa se vio infectada por la terrible peste que mató a millones de personas, y la joven Juana descubrió, que para poder subsistir los monjes tenían más oportunidades como predicadores así que tomando las ropas de un clérigo muerto se hizo pasar por monje, al parecer con buenos resultados.

El historiador Mariano Escoto cuenta que Juana era de una erudición e inteligencia notables y pronto se hizo popular con sus sermones; un monje inglés de la abadía de Fulder se enamoró de Juana y la introdujo en la abadía como Juan el inglés: Allí estudió con el sabio Rabán Maur, luego huyeron a Francia donde, el clérigo Juan debatió con los célebres doctores San Auscario, el fraile Beltrán y el abad Lobo de Ferriere; viajaron a Constantinopla y Atenas, permaneciendo varios años, adquiriendo elocuencia junto a grandes conocimientos de filosofía universales siendo admirado en toda Grecia, que era la cuna del saber. Al morir repentinamente su amante, el joven monje marchó a Roma, sede de la Iglesia y capital política del Imperio, donde enseñó artes liberales en la escuela de los griegos.

Nobles, cardenales, sacerdotes, diáconos y frailes hacían honor de su amistad y por medio de tales influencias fue medrando rápidamente; con su notable sabiduría, sus partidarios lograron elevarlo a la silla pontificia tras la muerte de León IV (846-855) de quien fue secretario para asuntos internacionales. Como Juan VIII, pasó dos años largos logrando una buena gestión, pero la carne le hizo trampa y quedó embarazada, se cree que del embajador Lamberto de Sajonia, ocultando su estado tras los holgados ropajes de la época. Pero durante una procesión le llegó el momento del parto, cayendo desmayada en plena de la silla papal. Al ser asistida, se descubrió el secreto y la multitud de feligreses, enfurecidos por el engaño, la lapidaron allí mismo junto al recién nacido. Un papa posterior fue llamado también Juan VIII con el fin de borrarla de la lista de padres de la Iglesia. Hay defensores de su existencia y quienes sostienen que es una pura leyenda. Lo que no hay es documentos suficientemente serios que sustenten cualquiera de las posiciones. Se cuenta que durante siglos cada nuevo Papa era sentado en una silla especial con el fin de palpar oficialmente sus genitales para no repetir tamaño error.

Como Juan VIII, se cree que llegó a coronar emperador al rey Luis II El Tartamudo, de Francia. En muchos templos y ciudades se colocaron imágenes y retablos de la “Papisa Juana” y hay profusión de escritos sobre el caso. La polémica estaba servida y La historia de la “Papisa Juana” mereció la atención durante siglos despertando la imaginación literaria de genios como Shakespeare, Calderón de la Barca, y Lope de Vega entre otros, que utilizaron el tema de la mujer capaz de engañar a los más sagaces vestidas de hombres. Liv Ullman interpretó “Papst Johanna”, de Michael Anderson (1972) y en 2009 se rodó otra versión de producción alemana.



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