Blog de Víctor José López /Periodista

sábado, 18 de junio de 2011

Al rescate de papá

Charlie Schroeder
Alfonso Tusa



Jason Noorthoek, de 12 años, no quería salir. Afuera estaba muy oscuro y le daba miedo que hubiera coyotes merodeando por la propiedad de su familia, en Kent City, Michigan. Pero no tenía alternativa: su madre, Brenda, estaba preocupada por su esposo, también llamado Jason, y le pidió al niño que fuera a buscarlo.

Todas las noches, al llegar a casa del trabajo, Noorthoek, mecánico de 32 años, se ocupaba de unos autos viejos que tenía en el garaje. Desde hacía varios años complementaba sus ingresos vendiendo partes útiles de los coches, pero esa noche tenía que arreglar el carro de Brenda, un Buick Century 1998, que en los últimos días había estado fallando. Normalmente, Brenda, de 31 años, oía a su esposo entrar y salir de la casa para buscar sus herramientas, pero esa noche no había oído nada en por lo menos una hora.

__Vayan a buscar a su Papá__les dijo a Jason y a su hermana, Jamie, de 13 años.

Eran las 8 de la noche, no había luna y afuera estaba calando el frío. Como faltaban pocos dias para el Halloween, los niños salieron de la casa con cierto temor de que su papá les hiciera una de sus bromas, como saltar desde atrás del cobertizo y gritar “¡Bu!” para asustarlos.

En la oscuridad se dirigieron hacia el Buick. Jason movió de un lado a otro su pequeña linterna.

__¿Papá? ¿Papá? __dijo buscando entre las sombras.

No hubo respuesta. Los chicos se acercaron un poco más.

__¿Papá?__llamó Jason de nuevo.

__¿Jason?.

Era su padre, pero su voz sonaba diferente, lenta, como si estuviera herido, contaría el niño después.

__¿Estás bromeando papá? __preguntó Jason.

Esa noche, cuando empezaba a oscurecer, Noorthoek identificó la falla del Buick: la bomba de gasolina estaba averiada, así que tendría que tenderse debajo del auto para repararlo.

Lo normal habría sido alzarlo con un gato, pero como estaba anocheciendo y no llevaba chaqueta, para ganar tiempo usó la carretilla elevadora que acababa de comprar para su negocio de partes usadas.

Pasó los soportes de la carretilla debajo del parachoques trasero del Buick y lo levantó 60 centímetros. Luego, al tenderse debajo del auto, vio que la carretilla había doblado el tubo de escape. Ahora también tendría que arreglar eso. Le dio una patada al tubo para enderezarlo. Aunque siempre tomaba precauciones, había olvidado una que era elemental: no colocó bloques de madera frente a las ruedas delanteras del auto para impedir que se deslizara hacia adelante. Y eso fue justo lo que ocurrió luego de darle dos patadas más al tubo de escape.

Jason vio los pies de su padre salir por debajo del coche. Para entonces Noorthoek llevaba casi una hora atrapado, con el tubo de escape presionándole el pecho. No podía respirar, temblaba y por momentos perdía el conocimiento. Jamie corrió a decirle a su madre que llamara al número de emergencias.

Jason sabía que su madre y su hermana no podrían levantar el Buick, pero aún así lo intentaron. Al ver que el vehículo no se movía, las dos sintieron pánico. Jamie se puso a gritar y Brenda a llorar.

__Cálmense__les dijo Jason__. Todo va a salir bien.

El niño había operado la carretilla elevadora una sola vez, y poco faltó para que chocara contra un auto estacionado. Con sus 40 kilos de peso, no pudo pisar con fuerza suficiente el freno del vehículo, de 4500 kilos. Desde entonces, temía conducirlo otra vez. Pero ahora no podía permitirse tener miedo.

Se subió a la carretilla y la echó a andar. “Cada vez que giraba la llave de encendido, movía un poco más el auto sobre mí”, cuenta su padre. “Yo le decía: ‘¡En neutro! ¡Pon la palanca en neutro!”

Jason consiguió poner la complicada palanca de cambios en neutro y deslizar los soportes de la carretilla bajo el coche. Entonces movió otra palanca y este empezó a elevarse. Las ruedas se separaron del suelo y Noorthoek pudo respirar…por unos instantes. Al igual que su padre, Jason había olvidado poner bloques frente a las ruedas. Cuando se elevó la parte trasera, el auto se deslizó y volvió a aplastar a Noorthoek.

Desesperado, Jason movió la palanca y el Buick comenzó a elevarse, pero esta vez, por alguna razón, las ruedas delanteras no giraron y el auto permaneció suspendido.

Minutos despues, a la casa llego Mike Rexford, jefe de bomberos de Kent City/Tyrone Township. Noorthoek seguía atrapado bajo el auto, pálido pero respirando. Aunquelas lesiones internas que había sufrido eran menores, Rexford comentó después que había corrido grave peligro. “Estos casos nunca terminan tan bien”, dice ahora. “¿Cuánto tiempo más habría podido sobrevivir en esas condiciones?”

No fue hasta que su padre fue subido a una ambulancia cuando Jason comprendió la magnitud de lo que había ocurrido. “Le dije que probablemente había salvado a su padre”, cuenta Rexford. El chico no aguanto mas y se echo a llorar.

Noorthoek salio del hospital al otro dia, temprano. “No deje de temblar hasta que llegue a casa”, dice.

Jason considera que del accidente surgio algo positivo: ahora pasa mas tiempo con su padre. Noorthoek, quien no ha tocado un auto desde que el Buick le cayo encima, pasa muchas tardes jugando videojuegos con su hijo. “Jugamos Call of Duty y Ultimate Alliance, un juego de superheroes”, dice. Entonces, como si de pronto se diera cuenta del heroismo de Jason, respira hondo y rie lleno de emocion.

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