VÍCTOR JOSÉ LÓPEZ
Mucho más allá de la satisfacción y de la gloria, que cualquier lanzador en las grandes ligas alcanzaría con un juego perfecto, Armando Galarraga con su actitud ha demostrado una grandeza que no conocíamos en un deportista al que injustamente se le apartara del camino del triunfo logrado.
La cara de Galarraga fue la imagen de la sorpresa, la estupefacción, cuando el umpire Jim Joyce cantó el quieto a Jason Donald de Indios de Cleveland.
Fue una una jugada al cierre del noveno, con dos outs, en la que participó Miguel Cabrera, para producir el out 27 por la vía 3 - 1. Con ese out se acreditaba la joya del juego perfecto.
Hemos visto en las cámaras a un ser superior, esos que existen y que poco conocemos. Armando Galarraga es uno de ellos. No protestó con insultos, ni acabó con el container de Gatorage en el dogout, tampoco le mentó la madre a nadie. Simplemente sonrió. Una sonrisa que le llegó hondo, muy hondo en la verguenza del umpire Joyce, quien declaró, luego de ver el video de la jugada, "Por mi culpa ese muchacho no logró un juego perfecto. Yo estaba convencido de que el corredor le había ganado al disparo hasta que vi la repetición. Fue la decisión más importante de mi carrera y me equivoqué". Al escucharle Galarraga, aún creció más en sus declaraciones: - "No pensé en discutir en el momento de la sentencia porque estaba en shock. Luego, cuando el árbitro vino a disculparse estaba llorando. Le doy mucho crédito a este señor por haberse disculpado".
Tigres de Detroit ganó, pero también el beisbol ganó con la ejemplar conducta de Armando Galarraga. Un ejemplo para una sociedad violenta, agresiva, que lanza misiles de ofensas constantemente aderezados con mentiras y falsos testimonios. Armando Galarraga desde la lomita del parque de Detroit nos mandó un mensaje a los venezolanos, un mensaje de civilidad, de lo que en realidad es el humanismo y de cual es el único camino para lograr vivir en paz y en armonía.
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