Blog de Víctor José López /Periodista

lunes, 23 de marzo de 2009

CÉSAR GIRÓN ¡CULPABLE!


Recuerdos de César Perdomo Girón

César Girón ¡Culpable!
Por César Perdomo Girón

Para la afición taurina venezolana fue muy venturosa la aparición de César Girón por su gran proyección en el universo taurino, pero para Curro Girón la presencia de su hermano mayor no fue lo más afortunado, porque, no obstante sus numerosos triunfos, siempre se le consideró el segundo torero en importancia.
En aquella tarde del debut como becerrista, en el Nuevo Circo de Caracas, en festejo mixto a beneficio de los carteros, cuando Curro se abrió de capa se pudo intuir lo bueno que traía en su empaque de torero y que con los años pasearía por el orbe taurino.
En esa oportunidad, con un toro que le correspondió en sorteo a Paco Roldán, metido en kilos y que se adueñó de la plaza, Curro -con el permiso del matador y de las autoridades- asumió la situación con plena entereza y total valentía. Citó desde lejos, el toro no cogió el engaño y le propinó una peligrosa voltereta. Se escuchó una fuerte reacción del público contra su papá, mi tío, Don Carlos Girón. Sostenían los aficionados que el muchacho no estaba maduro o preparado para lidiar un animal de esas proporciones.
De pronto todo cambió. La sorpresa fue grande cuando Curro se levantó, se fue al toro, abrió el compás, echó la pierna adelante y dibujó cuatro verónicas rematadas con una media de excelente calidad. Los lances quedaron en el sitio como muestra de lo que vendría más adelante. Compuso una faena de dominio y clase que en medio del asombro comenzó a desentrañar la naciente figura.
De aquí en adelante, en el interior venezolano, se ocupó junto a su segundo hermano Rafael de torear festivales con novillos criollos, mientras César ya hacía campaña en la madre patria.
Al regresar César a Venezuela, ya convertido en primera figura y una vez culminada su temporada hispana, se efectuó en el Nuevo Circo el festival a beneficio del Hospital Poliomielítico. Torearon los cuatro hermanos Girón. Curro estuvo superior a sus compañeros e inició un ciclo de tardes, en diferentes años, alternando con César.
Como nota curiosa, cabe recordar que en todas las oportunidades en que actuaron juntos, Curro superó al maestro César, en trofeos. No presencié a cabalidad la carrera de Curro, como hice con la de César, pero de las tardes que no presencié, en que compartieron cartel, me mantuve bien informado.
Durante una Semana Santa, en una mañana abrileña nos encontrábamos en Ocumare de la Costa, invitados por la familia Lanz Rodríguez a su casa playera. Compartimos momentos muy gratos. Teníamos que salir rumbo a España. Pasamos por Maracay para buscar el equipaje de Rafael y Curro, y más tarde por Caracas para recoger el mío. En Maiquetía tomamos aquel avión de Aeropostal que se demoraba una eternidad para llegar a la capital española. En el aeropuerto de Barajas nos esperó Antonio Pardal, previamente concertado por el amigo Fernando Gago, para ser el apoderado de los muchachos.
Del terminal aéreo salimos al Restaurant Casa de Antonio, en la Calle de Alcalá, frente a la estatua de "Espartero", para comer y luego al sitio del hospedaje que había contratado César, quien no estaba en Madrid. Lo vimos cuatro días más tarde, cuando nos reunimos para hablar y definir los asuntos relacionados con las dos nuevas carreras taurinas.
Tres semanas estuve en suelo español y regresé a Caracas, coincidiendo mi partida con el inicio de las dos campañas de novilladas sin picadores, en numerosos pueblos de poca nombradía, al mismo tiempo que César andaba en las grandes plazas. Luego Curro llegó a sumar en un año cuarenta y cuatro novilladas con picadores, en medio de una racha de éxitos sin precedentes.
Los tres compartieron eventuales festejos benéficos, con resultados exitosos y a plazas llenas. Estos resultados comenzaron a poner en alerta al cotarro taurino y especialmente a los apoderados de toreros españoles. Cumplida la corrida de alternativa de Rafael y Curro, en Barcelona, se tomaron medidas para que la situación no se repitiera. Se aprobó un reglamento con la prohibición de que dos extranjeros compartieran un cartel.
De aquí en adelante cada cual anduvo por su cuenta, por su lado y buscando su propio sitio. Es entonces cuando comienza el despegue de Curro. Tanto despegó que llegó a encabezar dos veces la estadística anual española, con un estilo arrollador y carismático, y con una fuerza física para aguantar inmensos recorridos de un lugar a otro, sin que flaqueara su capacidad de obtener triunfos.
Sevilla, Madrid, Málaga, Valencia, Burgos, Bilbao, Pamplona, Zaragoza y cuanta plaza de primera abriera sus puertas feriales tuvo a Curro en sus carteles y en todas, al día siguiente, quedaron registradas en los diarios las crónicas de sus éxitos. Estuvo en dos tardes en una misma feria y en Las Ventas madrileñas escribió su nombre en el historial de la famosa Corrida de la Beneficencia, en presencia del Jefe de Estado español Francisco Franco.
Colombia, Ecuador, Perú, México, Portugal y Francia sirvieron de escena para hacer eco de su explosión española y para dejar en cada lugar miles de aficionados que hoy le recuerdan como una de las figuras americanas del toreo en todos los tiempos. En Lima, en una plaza hecha hace más de doscientos años, los peruanos siguen evocando su triunfo en la Feria del Señor de los Milagros y esos viejos aficionados hablan más del apellido Girón que de cualquier otro español.
Maracaibo resultó propicia para su última comparecencia en suelo venezolano, en el noviembre anterior al enero de su muerte. Golpeado por la enfermedad, Curro mantuvo la entereza taurina y trazó en el caliente albero zuliano muletazos de calidad que sirvieron para su despedida del mundillo taurino y para dejar constancia de que fue torero hasta el final de sus días terrenales.
¿Y César culpable de qué?
Curro alcanzó los niveles de gran figura del torero, de todos los tiempos, en España que es centro del toreo, y, como dije, en todos los demás países, pero su sitial de primer torero americano hacia el mundo no llegó a disfrutarlo, a tenerlo en plenitud.
Ese puesto estuvo siempre ocupado por César y solo cuando se quiere hacer justicia se habla de "César y Curro" como los mejores, lo cual es indiscutible, pero se nombra a César en primer lugar. Injusticia o certeza de juicio, lo cierto es que Curro fue un figurón del toreo y nunca un segundo de nadie en cualquier cartel, plaza, país o en un análisis de expertos.
Cabría preguntarse, entonces. ¿De no haber existido César, asumiendo que César abrió el camino en España, se habría producido la exitosa carrera de Curro?
Mi respuesta es afirmativa porque Curro siempre tuvo gran empaque para triunfar una y centenares de tardes más.

Caracas, julio de 2004

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