Els Juglars
y el Arte del Toreo
por EL VITO
Retazos de opiniones de Albert Boadella, construyen esta declaración del fundador de Els Joglars, uno de los grupos teatrales más críticos del mundo e innegable emblema de la cultura catalana
Albert Boadella es el fundador de emblema teatral de Cataluña, Els Joglars. Mencionar en el mundo a Els Joglars es como hacer referencia al Barça o a Joan Maule Serrat. Fue en 1962, cuando Boadella apenas tenía 19 años de edad, fundó en Barcelona, junto a sus compañeros Carlota Soldevila y Anton Font, Els Joglars, la compañía en la que desarrolla toda su carrera como actor, director y dramaturgo.
Con Els Joglars ha estrenado más de una treintena de montajes, ninguno de los cuáles ha pasado desapercibido. Sus obras acostumbran a tener una fuerte carga crítica y satírica, especialmente con el poder establecido y cualquier poder fáctico. Por esto ha sufrido problemas con autoridades políticas de distinto signo, como sucede ahora con los Grupos de la Internacional Antitaurina
En 1977 fue encarcelado y sometido a un consejo de guerra por un presunto delito de injurias al ejército, por su obra La Toma. Más tarde protagonizó una espectacular fuga de la cárcel y posterior huida a Francia. Jamás ha escondido sus simpatías por el PSOE y el PSC, pero siempre ha sido muy crítico con el nacionalismo catalán, de derechas o de izquierdas. Fue unos de los intelectuales promotores de la plataforma cívica no nacionalista Ciutadans de Catalunya, y actualmente sigue siendo cabeza visible de dicha plataforma.
Albert Boadella fue recibido en el Teatro «Lope de Vega» donde leyó su Pregón Taurino de Sevilla presentado por el ganadero Juan Pedro Domecq quien reconoció su amistad y respeto hacia Albert Boadella, «benjamín de su familia, rojo y agnóstico», del que destacó su afición a los toros así como su encendida defensa de la tauromaquia.
Algunas de las respuestas a las entrevistas que surgieron tras su Pregón Taurino, las recogimos en este artículo porque nos significan claridad de pensamiento de un hombre incuestionablemente culto y civilizado que hace frente, con valentía, a los grupos fascistas que se esconden tras las Sociedades protectoras de Animales.
A la pregunta -Antes he calificado el toreo como arte, pero, ¿lo considera así?
Boadilla ha respondido: -Bueno, no sólo lo considero un arte, sino que en este momento, en el mundo occidental, es el único arte auténtico que proviene de la más remota antigüedad, y es que el resto de las artes son lo que yo llamo políticamente correctas, que en este momento tienen como un sentido social y decorativo para el público; son artes muy bien domesticadas, por así decirlo. En cambio los toros mantienen todavía la fuerza de un arte arcaico, en un sentido primitivo, como había sido por ejemplo el teatro en los tiempos de los griegos; y además creo que tiene otra condición importantísima, que es el público. No existe ninguna manifestación, escénica ni musical, con un público como el taurino, porque el público de los toros es lo que podríamos llamar el pueblo soberano, no domesticado, el cual en cada momento reacciona según su propio individualismo; y eso es un valor extraordinario, que hay que preservar.
Como pregonero Boadilla corroboró con su intervención las palabras de su presentador y advirtió antes de comenzar que, como comediante, iba a aunar dos razones: «Voy a defender los toros ardorosamente, pero también bajo el sentido práctico que el tópico nos atribuye a los catalanes».
Para ello el fundador de Els Joglars simuló el un debate entre un ardiente antitaurino y un defensor de la Fiesta Nacional. Boadella se «desdobló» para argumentar en contra de la tauromaquia en una sociedad como la actual. Y, por supuesto, a favor porque «también el mundo moderno corre en sentido contrario a Velázquez y hoy lo cambiaríamos por cualquiera de los pintores actuales».
«Tengo la impresión -añadió más adelante- que los toros, por lo menos en Sevilla, perdurarán lo mismo que la Macarena, lo cual no me parece poco».
«Esto, no sólo se trata de un ardid demagógico sino que resulta científicamente falso», indicó el pregonero, quien, no obstante, se refirió al toro como «una de las especies salvajes más protegidas de Europa; en cualquier corrida hay años de trabajo y auténtica devoción hacia el toro».
Albert Boadella criticó el «puritanismo» de su «alter ego» y, frente a la tesis de la muerte como espectáculo y exhibición pública, habló de «un rito de enorme belleza» que es, además, «un acto didáctico y moral».
Rechazó posibles visos de sadismo o crueldad en el público taurino así como que la corrida sea «un acto tercermundista que alimenta bajas pasiones».
Boadella estimó «un disparate negar el arte en los ritos de la tauromaquia por los supuestos agravios sobre la ética o la moral contemporánea» y subrayó «su esencia enraizada en lo más popular». «Estamos ante una manifestación arcaica en estado puro -continuó-, donde el pueblo es soberano y no cabe distinguir entre el juicio de la masa y el de los expertos. Un arte, tan esencial como la música, donde sólo el sentimiento es lo que cuenta».
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