ENTRE GOLPES Y REVOLUCIONES por Jesús Sanoja Hernández
Se cumplen 15 años de la publicación de Entre golpes y revoluciones (2007), la insuperable y póstuma obra
de Jesús Sanoja Hernández (1930- 2007), que vertebra un extraordinariorelato –a mitad de camino entre el
reportaje periodístico, el ensayo y el estudio histórico–, sobre la violencia política en Venezuela
el periodista o el escritor que movido
por una singular sed de conocimiento
acumula saberes, los (res)guarda en
una memoria privilegiada, y los com-
parte con sus innumerables lectores
con tesón, persistencia e ingenio.
Autor de grandes ensayos sobre es-
critores como José Rafael Pocaterra,
Miguel Otero Silva, Ramón J. Velás-
quez o Rufino Blanco Fombona, Sa-
lustio González y los jóvenes de La
Alborada, Gallegos, Rosales, Soublet-
te, de textos sobre la época de Castro y
Gómez, Sanoja conoce a fondo la his-
toria venezolana del siglo XX, la histo-
ria del periodismo y la historia conta-
da por el periodismo, por el oficial de
las dictaduras o el clandestino de los
perseguidos, los órganos y los perio-
distas de la resistencia dentro y fuera
de Venezuela, contra las dictaduras
de la hegemonía andina. Uno de sus
textos más celebrados analiza la for-
ma como los caricaturistas mundiales
retrataron al general Castro. Cómo la
caricatura fue un arma de europeos
y norteamericanos que convirtió la
imagen del dictador andino en perso-
naje famoso, fama e infamia.
Sanoja conoce las controversias y
los duelos políticos, los debates ideo-
lógicos del posgomecismo, el ori-
gen de los partidos y el talante de
sus protagonistas. Nadie mejor que
el escritor guayanés para contar la
historia de las revoluciones y de los
golpes de Estado sucedidos en Vene-
zuela desde 1945. De conspiraciones,
revoluciones, golpes y contragolpes
tratan estas páginas donde el cro-
nista o el escritor forman parte de
la historia que relata. Quiero decir
que forma parte de la historia en el
sentido de que estuvo muy cerca de
los sucesos, los vio y palpó y algunos
padeció, mientras de otros participó
decididamente.
Entre los privilegios de Sanoja co-
mo historiador está el de su memoria
prodigiosa. Todo lo indaga, porque es
un erudito, y todo lo recuerda porque
vive en permanente contacto con la
escritura y la investigación. Nunca
se aleja de sus afanes. Para Sanoja no
hay laberinto, porque tiene las claves
de la salida. Estas páginas son parale-
lamente el retrato de muchos persona-
jes, el retrato de un país en varias de
sus épocas, un retrato en movimien-
to, al tiempo que un autorretrato de
quien las escribe, porque Sanoja an-
duvo y anda entre la gente, en el gran
carrusel de la política y del periodis-
mo, con su cuaderno de notas y sus
papeles que se acumulan como mura-
llas en su estudio. Nunca ha sido aje-
no, ni siquiera cuando se iniciaba a su
llegada a Caracas, cuando atravesó el
Orinoco para explorar las otras selvas
venezolanas, al dejar atrás el mundo
esplendoroso de Guayana.
Pocos recordamos el día que lle-
gamos a Caracas procedentes de las
lejanas provincias, tenemos ideas
aproximadas –que se van haciendo
cada vez más difusas con el tiempo–
de cuándo llegamos y de cómo era la
ciudad. Sanoja, en cambio, lo tiene
claro: llegó a la capital el 26 de ene-
ro de 1944, a la edad de catorce años,
pues nació el 27 de junio de 1930. El
viaje desde Tumeremo, su pueblo,
situado entre El Callao y El Dorado,
había tardado una semana, desde el
mundo mágico de Canaima hasta la
capital.
Las impresiones del largo y demo-
rado viaje fueron registradas con tan-
ta precisión que el adolescente puede
contar cómo a partir de San Juan de
los Morros el autobús se desplazaba
por vías pavimentadas. Había deja-
do atrás las carreteras que condena-
ban a los viajeros a andar envueltos
en nubes de tierra. Pasados Cumbre
Roja y Guaracarumbo, Caracas está a
la vuelta de la esquina. Al adolescen-
te lo impresiona una mansión espec-
tacular, la casa de campo del Ilustre
Americano, en Antímano. Había oído
hablar de Guzmán Blanco, pero, no
obstante, era todavía como otros tan-
tos personajes: remoto y abstracto.
Cuando Sanoja llegó a Caracas traía
el bagaje de las lecturas iniciales:
Verne, Salgari, Zavattini, Dumas, Bu-
rroughs y sus aventuras de Tarzán. No obstante, recuerda las grandes re-
vistas que llegaban a Tumeremo y lo
invitaban a más audaces exploracio-
nes en el mundo que quedaba al otro
lado del río de las siete estrellas. En
suma, era ya un lector en ciernes el
que con la llegada a Caracas se con-
vertirá en devorador devorado, con
el privilegio de descubrir en edad tan
temprana uno de los libros más tur-
bulentos del siglo, las Memorias de un
venezolano de la decadencia de José
Rafael Pocaterra. Quizás fue aquella
lectura imprevista la primera lección
del desasosiego venezolano. El libro
que todos debemos leer y pocos, muy
pocos, han leído, sean intelectuales o
políticos, le dio al adolescente recién
llegado a Caracas una visión de los
espantos y de los abismos de las dic-
taduras. No habían trascurrido diez
años de la muerte de Gómez, y ya Sa-
noja se había enfrentado al infierno
de persecuciones, cárceles y torturas
descrito por quien relataba sus pro-
pias experiencias en La Rotunda. Es
probable que la biblia del horror ve-
nezolano marcara al adolescente de
quince años, lo sensibilizara y termi-
nara orientándolo hacia los debates
ideológicos que irá asumiendo muy
pronto.
La política, inesperadamente, lo
arranca del mundo de los libros. Es-
talló el 18 de octubre de 1945, cae un
presidente y asciende al poder un mo-
vimiento que estremece las estructu-
ras tradicionales del país, las que con
variaciones y diversos ritmos se trató
de alterar, las estructuras del poder
ANIVERSARIO >> ENTRE GOLPES Y REVOLUCIONES
Autorretrato con país al fondo que
vienen desde la época que ha vis-
to retratada en las Memorias de Poca-
terra, y que los dos presidentes pre-
cedentes (López Contreras y Medina
Angarita) trataron de dejar atrás, ci-
vilizando la política.
De modo que es el 18 de octubre de
1945 el primer episodio de golpes y
revoluciones que Sanoja aborda en
estas páginas. Andaba entonces por
los quince años, y, con todo, mantie-
ne vivos la confusión y los apremios
de algo tan inesperado y traumático
como un cambio de gobierno a través
de la violencia.
El joven Sanoja vive
entre Altagracia y La Pastora,
lo que le permite estar muy cerca del pala-
cio de Miraflores, teatro donde suce-
den aquellos episodios imprevistos y
donde ofician personajes de rostros
enigmáticos que no ocultan sus pro-
pios asombros.
Es a partir del 18 de octubre que ini-
cia Sanoja sus análisis de la política
venezolana de medio siglo, los cin-
cuenta años venezolanos que verán
al periodista como el crítico y el pro-
tagonista. “El 18 de octubre fue una
sorpresa –dice– para la inmensa ma-
yoría del país y permitió descubrir
realidades políticas e ideológicas con
velocidad comparable a la del año 36,
aunque en esta ocasión el balón pa-
saría a manos de los izquierdistas y
no a las de los derechistas”.Es la ini-
ciación de Sanoja en la política, en los
intercambios en el liceo, los debates
en la Asamblea Constituyente y el
Congreso, la presidencia de Rómulo
Gallegos que, de la euforia con que se
inicia, apenas nueve meses después
sucumbe irremediablemente bajo
los asedios de partidos incapaces de
comprender la democracia y de los
militares que no conciben otro papel
en la historia diferente al dominio de
las armas.
“La elección de Gallegos –escribe–
fue juzgada como el inicio de una
etapa histórica sin par.
En el Nuevo Circo presencié,
entre miles de ca-
raqueños, el festival folklórico orga-
nizado por el poeta Juan Liscano, el
mismo que un año después entusias-
maría a varios jóvenes de AD (Rafael
José Muñoz, Miguel García Mackle,
José Francisco y Guillermo Sucre) y
del PCV Jesús R. Zambrano y yo para
constituir el grupo literario Cantacla-
ro, cuya revista en su primer y único
número, enero de 1950, fue incautado
por la Seguridad Nacional”
El análisis –tanto el recuento que
hace el periodista del 18 de octubre,
de todo cuanto precedió al golpe de
Estado, la candidatura de Diógenes
Escalante, el milagro que estuvo a
punto de ocurrir al unir a gobierno
y oposición en torno a un candidato
que se comprometía a hacer refor-
mas constitucionales que abrieran el
sistema político por primera vez en
la historia, porque a los presidentes,
en 1945, los seguía escogiendo el Gran
Elector como en la época de Gómez–
presenta un panorama visto con obje-
tividad y sutileza. Sanoja vivió aque-
llos episodios muy joven, pero a su
memoria unió la investigación poste-
rior, de modo que en este primer gran
episodio de los golpes y revoluciones
encontramos las percepciones perso-
nales, los testimonios individuales,
información de gran riqueza y di-
versidad. Leyendo a Sanoja repasa-
mos aquellos tiempos de 1944 y 1945,
el universo de los intereses creados
que impidieron reformas que, prácti-
camente, todo el mundo político con-
sideraba impostergables.
El milagro de Escalante como can-
didato de unidad estuvo al alcance de
la mano; no obstante, una vez fuera
de juego por una aberración del desti-
no, quienes habían convenido apoyar-
lo para que asumiera esas reformas
elementales no lograron convenir en
lo sustancial que eran las reformas,
y no en el nombre de otro candidato.
En estas páginas comparecen los pro-
tagonistas de primer orden de aquel
momento de crisis, el presidente Me-
dina Angarita, los escritores Arturo
Uslar Pietri y Mario Briceño Irago-
rry, el expresidente López Contreras,
los líderes de AD Rómulo Betancourt
y Raúl Leoni, la posición de diarios
como El Nacional bajo la dirección
de Antonio Arráiz y de La Esfera co-
mandado por Ramón David León, la
posición del PCV. Tras el debate, el
drama de Escalante, la enfermedad
mental, el testimonio de Ramón J.
Velásquez que tuvo la fortuna como
reportero de Últimas Noticias de es-
tar muy cerca de Escalante y de ha-
ber visto el derrumbe del hombre y
del milagro fugaz.
El joven Sanoja no es indiferente a
lo que sucede en Venezuela. El 24 de
noviembre ocurrió el golpe militar
contra el novelista, pero también un
golpe severo contra las posibilidades
del libre juego político. Se instala la
dictadura militar, con tres tenientes
coroneles al mando. El nombre de
uno de ellos no le es desconocido por-
que, aunque muy joven había acom-
pañado a su padre en la aventura del
Falke, y figuraba en las páginas de
Pocaterra, con quien permaneció en
el barco mientras el padre, el general
Román Delgado Chalbaud, bajaba a
tierra para morir minutos después enun duelo que va imaginado.
Con igual riqueza de información,
el historiador de tan definitivos su-
cesos se detiene en los avatares (y
conspiraciones) nacionales e interna-
cionales del período presidencial de
Gallegos, su viaje a Estados Unidos,
en las discordias civiles de la época,
un tema que se fue convirtiendo en
tabú y que nadie quiso abordar des-
pués de 1958 porque discutirlo equi-
valía a establecer responsabilidades,
y esto atentaría contra el delicado
equilibrio que reclamaba la democra-
cia para sostenerse. Nadie se atrevió,
por ejemplo, a reabrir las páginas del
diario El Gráfico y ver lo que allí se le
decía a Gallegos.
Con el título “Contragolpe ¿o con-trarrevolución?” Sanoja nos intro-
duce en el 24 de noviembre de 1948.
El país entra en el túnel. Reina gran
desconcierto, y quienes hasta ese día
agitaban las aguas y clamaban contra
el novelista prefieren ahora la buena
conducta. Hasta 1950 reina un clima
de ambigüedad porque los coroneles
de la cúpula militar disienten sobre el
rumbo y el desenlace. Carlos Delga-
do Chalbaud sostiene (sin gran arro-
jo) la necesidad de convocar el país
a elecciones generales. Marcos Pérez
Jiménez piensa que eso equivale a
volver a los cuarteles y si las Fuerzas
Armadas salieron a la escena había
sido para quedarse.El 13 de noviembre de 1950 ocurrió el secuestro y asesinato del presidente de la Junta Militar de Gobierno.
El único magnicidio de la historia ve-
nezolana que suscitó las más varia-
das hipótesis. El periodista piensa:
“Pero en cualquier caso, la elimina-
ción de un personaje como Delgado
Chalbaud le abrió paso al liderazgo
de Pérez Jiménez dentro de la cúpu-
la castrense. Como episodio novedo-
so que pretendía esconder sospechas
acerca de su posible inducción del
crimen, Pérez Jiménez colocó sobre
cojín con fondo rojo, la más valiosa
y fulgurante joya como póstuma con-
decoración: el Collar de la Orden del
Libertador. O sea, todos los honores
para el muerto, todo el poder para el
vivo”.
Sanoja traza un perfil del teniente
coronel: “Delgado quemó las naves
antes de partir, pues traicionó a Ga-
llegos en la hora nona, nada menos
que al maestro que lo había acogido
en su casa de exilio español, el mismo
que lo había dejado encargado de la
Presidencia de la República al viajar
a EE. UU. por invitación de Truman,
el mismo que en otros tiempos lo lla-
maba ‘Carlitos’”. Eliminado así el
presidente de la Junta Militar, Pérez
Jiménez despejó el camino del régi-
men dictatorial. Sanoja plantea la te-
sis del destino manifiesto de los ejér-
citos. La internacional de las espadas:
Juan Domingo Perón, Manuel Odría,
Rafael Leónidas Trujillo, Anastasio
Somoza, Marcos Pérez Jiménez.
Toda una época oscura de América
Latina, tiempos de Guerra Fría, del
general Eisenhower y John Foster
Dulles. En ese clima, Pérez Jiménez
navega con velas desplegadas, y lle-
ga incluso a postular un proyecto de
país, a través de su ideólogo Laurea-
no Vallenilla Planchart. Un proyecto
que, como en los tiempos de Gómez y
del Vallenilla padre, se basaba tam-
bién, como ahora, en la construcción
de carreteras y obras públicas, fuen-
tes de grandes negociados y excusas
para mantener el país “metido en
cintura”.
“Lo que Pérez Jiménez esbozó como
proyecto de país –escribe Sanoja– no
lo era sino en el sentido que algu-
nas dictaduras suelen concebirlo al
invocar un singular nacionalismo y
desarrollar algunos sectores econó-
micos bajo la égida del Estado, espe-
cialmente fuerte en Venezuela en ra-
zón de su potencial petrolero”. Pérez
Jiménez, en efecto, exprimió el país,
siendo una de sus últimas hazañas
financieras, poco debatidas también
en las décadas posteriores, el otorga-
miento de concesiones petroleras de
1956 a 1957 a los consorcios interna-
cionales, vulnerando los intereses de
la nación. Con el cemento armado,
Pérez Jiménez quiso ocultar la reali-
dad de la dictadura, sus fraudes elec-
torales del 30 de noviembre de 1952
y del 15 de diciembre de 1957, glosa-
dos y enjuiciados por el historiador
con abundancia de precisiones. El
último, el arbitrario plebiscito arma-
do por Vallenilla, fue la antesala del
derrumbe, en medio de la rebelión
civil y de tres conspiraciones milita-
res paralelas que Sanoja disecciona
siguiéndoles los pasos posteriores a
los conspiradores.
Poco tiempo después del 24 de no-
viembre de 1948, como una manera
de reaccionar contra el golpe militar,
y de encontrar una trinchera donde
combatir, el periodista se inscribió en
el Partido Comunista. Inició una lar-
ga militancia y un compromiso ideo-
lógico que lo llevará a la resistencia
clandestina, a la cárcel y al destierro.
Primero la universidad y las luchas
estudiantiles, el periodismo político,
Tribuna Popular; las revistas litera-
rias como Cantaclaro. Aquí está con-
tada la historia de la resistencia con-
tra la dictadura, los fraudes de Pérez
Jiménez, el del 30 de noviembre de
1952 y el plebiscito del 15 de diciem-
bre de 1957. La apertura del campo de
concentración de Guasina en medio
del Orinoco, el asesinato de Leonardo
Ruiz Pineda, la muerte en la cárcel de
Alberto Carnevali, y de tantos otros
líderes de los partidos AD y PCV. Sa-
noja viajó al destierro, repartió su
tiempo entre París y México; en esta
última ciudad trabajó intensamente
en Noticias de Venezuela, el órgano
del PCV en el exilio, en compañía de
Gustavo Machado.
A partir del capítulo “23 de enero y
Cuarta República”, Sanoja escribe la
historia del período democrático que
arrancó con la caída de Pérez Jimé-
nez, y se prolongó hasta 1999. El 1 de
enero fue el primer día que el escritor
oyó ruido de aviones rebeldes. Eran
los famosos Vampiros, que aparecie-
ron y se fueron como si la dictadura
y el dictador fueran invulnerables.
Pasaron los días y todo se derrumbó.
Al amanecer del 23 el general to-
dopoderoso y arrogante huyó en las
alas de “La Vaca Sagrada”, hacia la
República Dominicana donde lo con-
soló el general Rafael Leónidas Truji-
llo, decano de las satrapías caribeñas.
A diferencia del 18 de octubre de 1945
cuando Sanoja es todavía un adoles-
cente, a partir del 23 de enero ya es un
observador que ha trajinado la polí-
tica y que ha escrito incesantemente
en esos años. A la memoria prodigio-
sa une el prodigio de sus notas, de sus
papeles y de viejos periódicos. No se
ha intentado hasta ahora una histo-
ria de la etapa democrática 1958-1999
que aborde el prolongado período con
la riqueza informativa y la precisión
en los juicios como lo intenta aquí Je-
sús Sanoja Hernández.
Sanoja examina la significación po-
lítica de 1957, las implicaciones de la
Carta Pastoral del arzobispo Arias
Blanco, la formación de la Junta Pa-
triótica, la estrategia de unidad del
PCV y, en general, de los partidos de-
mocráticos. “El pleno de los comunis-
tas –anota– establecía la unidad total
de la oposición política y la incorpo-
ración al frente antidictatorial de to-
dos aquellos que desearan el cambio
sin importar cuál hubiera sido su
pasado”.
Todos los episodios capaces de ha-
cer historia o contribuir a ella –“ha-
cer historia” quiere decir simultá-
neamente construir la democracia
o destruirla– fueron registrados por
quien concibe la historia como un
afán cotidiano, y por eso, porque per-
cibió temprano el valor y el signifi-
cado de personajes y sucesos, fue ca-
paz de pintar este fresco policromo y
dinámico de medio siglo venezolano.
La presidencia de civiles que por pri-
mera vez se alternan en el poder. Las
conspiraciones y rebeliones de la pri-
mera etapa, los golpes militares con-
tra Betancourt, la influencia deses-
tabilizadora de la revolución cubana
que encuentra émulos que quieren
dejarse crecer las barbas y redimir a
sus países como Fidel Castro, la in-
vasión de Machurucuto, las guerri-
llas de El Bachiller, la presencia de
los cubanos como Arnaldo Ochoa en
la guerra, la discusión del dilema si
se invitaba o no al Che Guevara co-
mo jefe del movimiento guerrillero
en Venezuela, la rebelión de los par-
tidos PCV y MIR, la división de la iz-
quierda, la división o divisiones de los
otros partidos, las pugnas barrocas
por las candidaturas presidenciales,
la decadencia del liderazgo, la noche
surrealista de las tanquetas (octubre
del 88), la desaparición y protección
castrense del jefe del cómico episodio,
al cual el Alto Mando le echó rápida
tierra, intrigas y negocios militares,
la aparición (y desaparición) de los
Notables, la caída del presidente Pé-
rez, las rivalidades de los generales,
la transición del presidente Velás-
quez. Como epitafio del régimen de-
mocrático el 4F de 1992, y todas sus
derivaciones, la presencia en la esce-
na de Hugo Chávez Frías y la deca-
dencia y caída de casi todo el mundo.
En el capítulo “Viaje a la prehisto-
ria” vale la pena detenerse. Es una
enciclopedia de conspiraciones, gol-
pes y contragolpes, rebeliones y re-
presiones, éxitos o fracasos, desde el
primero, registrado como tal, el 19 de
abril de 1810, un episodio sin partici-
pación popular, sin olvidar los que se
escenificaron en el período de resis-
tencia indígena, José Leonardo Chi-
rinos en Falcón, o la insurrección
de Juan Francisco de León. A tales
épocas se remonta la experiencia o
la tentación venezolana de las cons-
piraciones. De ahí parte Sanoja para
este viaje singular a través de la his-
toria: la Revolución de las Reformas y
la caída de Vargas, la aparición de Ca-
rujo y del “carujismo”, el “complot de
marzo” contra un conspirador cons-
picuo como José Tadeo Monagas. El
historiador nos invita a una rápida
excursión a través del carrusel, no
pocas veces tragicómico, de los pre-
sidentes que en el siglo XIX descen-
dieron del poder sin las amenidades
del protocolo.
Veamos el índice de esos persona-
jes, registrado por Sanoja: “Así, ade-
más de la renuncia forzada de Vargas
en 1835, aparecen como derrocados,
derrotados o renunciantes José Ta-
deo Monagas, derrocado (1858), Ju-
lián Castro, forzado a renunciar
(1860), Manuel Felipe Tovar, renuncia
(1861), Pedro Gual, derrocado (1861),
José Antonio Páez, derrocado (1863),
Pedro Gual, derrocado (1863), Juan
Crisóstomo Falcón, renuncia (1868),
Manuel Ezequiel Bruzual, renuncia
(1868), José Ruperto Monagas, derro-
cado (1870), Valera, derrocado (1878),
Raimundo Andueza Palacio, derro-
cado (1892) e Ignacio Andrade, derro-
cado (1899). El exilio de este no solo
cerraría el siglo XIX sino que abriría
una nueva etapa con el triunfo de los
andinos”.
“Viaje a la prehistoria” es también
un viaje a la erudición de Sanoja. No
da una simple ojeada a los avatares
del siglo, por el contrario, reflexiona
con lucidez sobre personajes o epi-
sodios. Veamos, por ejemplo, lo que
piensa de los primeros tiempos de la
República:
“Páez inauguró, pues, los gobier-
nos de la llamada oligarquía conser-
vadora, cuyo momento trágico sería
el 24 de enero de 1848 con el ‘asalto
al Congreso’, día en el cual José Ta-
deo Monagas dio el gran viraje. Pero
acaso sea un acontecimiento anterior
el que demostraría, en 1835, la reubi-
cación de fuerzas con el surgimien-
to de tres candidatos presidenciales:
Mariño, apoyado por Carujo (el del
atentado contra Bolívar, 1828) y los
residuos del militarismo independen-
tista; Soublette, respaldado por Páez;
José María Vargas, propuesto por los
comerciantes y otros núcleos civiles,
incluidos estudiantes, que intentaban
una alternativa diferente al biparti-
dismo en ciernes.
El siglo XX no es menos rico, o qui-
zás tanto como el diecinueve, en gol-
pes y conjuras. Castro triunfa con
una revolución, y cae con un golpe
de Estado. Vence conspiraciones, re-
voluciones como la Libertadora, pe-
ro termina en el exilio, hombre sin
patria”. Desde 1908 hasta 1935, Juan Vicente Gómez no puede impedir ni las conspiraciones, ni las invasiones, ni intentos de derrocamiento. Pero a sangre y fuego se mantiene en el poder. Sanoja explora la etapa de Gómez úni-
co, el dictador que inventa golpes pa-
ra conjurarlos. En el posgomecismo
caerán un militar, Medina Angari-
ta, y un civil, Gallegos, en golpes de
Estado más o menos fríos, mientras
que Carlos Andrés Pérez salió ileso
del asedio de tanques y bombarderos
pero no de la trama de sus enemigos
políticos.
(Continúa en la página 3)
Autorretrato con país al fondo
FOTOGRAFÍA DE LEO MATIZ / ARCHIVO DE FOTOGRAFÍA URBANA
Sanoja conoce
las controversias
y los duelos
políticos”
EL NACIONAL DOMINGO 12 DE FEBRERO DE 2023 Papel Literario 3
TOMÁS STRAKA
Publicado hace veintiséis años,
Venezuela fracturada sigue
siendo un libro de actuali-
dad. En su momento fue es-
crito como una voz de alarma ante
el vendaval que se aproximaba. Hoy
nos da pistas de cómo llegamos a don-
de estamos. Y lo hace en dos niveles
distintos, pero igual de importantes:
la reconstrucción histórica de los he-
chos de 1992, hecha por uno de sus
protagonistas; y el tono con el que fue
escrito, que refleja de forma tan níti-
da el desasosiego de los años noventa,
cuando el país no parecía tener nin-
guna salida para la honda crisis que
lo acosaba: Hugo Chávez apenas se
esbozaba como una posibilidad entre
muchas, que a algunos empezaba a
entusiasmar y a otros, como al gene-
ral Iván Darío Jiménez, ya asustaba.
Escrito así, al filo del vendaval, o
cuando ya sus primeros vientos nos
sacudían, el libro pasó de ser una ad-
vertencia sobre el futuro, a una ex-
plicación del pasado. Pero una que si-
gue apuntando hacia el porvenir. Su
primera edición llevó el título de Los
golpes de estado desde Castro hasta
Caldera en 1996 (Caracas, Centralca),
que es engañoso. No se trata, afortu-
nadamente, solo de una crónica de un siglo de asonadas, sino sobre todo
del pormenorizado recuento de las de
1992, a las que Jiménez enfrentó, en
(Viene de la página 2)
El análisis de la década que se ini-
cia con el siglo XXI y con la figura
inescrutable del comandante Chá-
vez Frías nos acerca al final de este
proceso que se desarrolla más allá
de nuestras expectativas, a pesar
de ellas o contra ellas. Es la época
de las grandes incógnitas que aho-
ra vivimos. Un país sin rumbo, do-
minado por el azar del petróleo. Un
país conejillo de indias. Sanoja ha
escrito una gran crónica del siglo
XX venezolano. Una historia donde
quien escribe está presente cuando
la historia sucede, y cuando no está
lo que escribe es producto de infati-
gables indagaciones. Con su nombre,
o con sus seudónimos de Edgar Ha-
milton, Marcos Garban, Martín Gar-
bán, Juan Francisco Leiva, Eduardo
Montes, Manuel Rojas Poleo, o Pablo
Azuaje, la obra de Sanoja escrita a lo
largo de medio siglo es inverosímil-
mente extensa. Si algo caracteriza al historiador, como puede apreciarse a lo largo de
estos volúmenes de Entre golpes y re-
voluciones, páginas de erudición y lu-
cidez, es la valoración de testimonios
y fuentes plurales, ilustrando en no
pocas ocasiones lo que piensan o sos-
tienen los contendores con sus pro-
pias palabras. Observador crítico,
militante político, hombre de posi-
ciones sólidas, venezolano integral,
poeta de La mágica enfermedad, Je-
sús Sanoja Hernández ha escrito, a
fin de cuentas, una historia que es
el autorretrato de una convicción, la
de que esa historia no puede ser ni
invención ni adulteración, ni visión dictada por intereses parciales. Ni puede falsificarse a la hora de escri-
birla, ni menos aún para interpretar-
la como si la falsificación fuera nece-
saria para la abolición de prácticas
democráticas como la alterabilidad
republicana, los derechos humanos y
la libertad de expresión. Esta es una
historia donde se alternan los altos
y los bajos, las conquistas y los fra-
casos, pero es una historia y así está
contada.
En su extraordinario prólogo a Me-
morias de un venezolano de la deca-
dencia, Sanoja escribió: “Pocaterra
constituye el paradigma venezolano
del escritor testigo. Su testimonio es
directo, con la fusión compacta de
palabra y acción, y de sus Memorias
puede decirse que representan medio
siglo de historia cronológica y varios
siglos de un proceso singular, visto
como formación y deformación de un
pueblo”. Esa fue la historia de la pri-
mera mitad del siglo XX, escrita por Pocaterra. Del autor de Entre golpes y
revoluciones puede decirse que le tocó
abordar la historia de la otra mitad,
también como escritor testigo.
*Entre golpes y revoluciones. Tomos I, II y III. Jesús Sanoja Hernández. Colección
Actualidad, Debate, Random House Mon-
dadori. Colombia, 2007.
Autorretrato con país al fondo
HISTORIA
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