Blog de Víctor José López /Periodista

domingo, 12 de febrero de 2023

ENTRE GOLPES Y REVOLUCIONES por Jesús Sanoja Hernández

 ENTRE GOLPES Y REVOLUCIONES por Jesús Sanoja Hernández



Se cumplen 15 años de la publicación de Entre golpes y revoluciones (2007), la insuperable y póstuma obra

de Jesús Sanoja Hernández (1930- 2007), que vertebra un extraordinariorelato –a mitad de camino entre el

reportaje periodístico, el ensayo y el estudio histórico–, sobre la violencia política en Venezuela

 el periodista o el escritor que movido

por una singular sed de conocimiento

acumula saberes, los (res)guarda en

 una memoria privilegiada, y los com-

parte con sus innumerables lectores

 con tesón, persistencia e ingenio.

 

Autor de grandes ensayos sobre es-

critores como José Rafael Pocaterra,

 Miguel Otero Silva, Ramón J. Velás-

quez o Rufino Blanco Fombona, Sa-

lustio González y los jóvenes de La

  Alborada, Gallegos, Rosales, Soublet-

te, de textos sobre la época de Castro y

  Gómez, Sanoja conoce a fondo la his-

toria venezolana del siglo XX, la histo-

ria del periodismo y la historia conta-

da por el periodismo, por el oficial de

  las dictaduras o el clandestino de los

 perseguidos, los órganos y los perio-

distas de la resistencia dentro y fuera

  de Venezuela, contra las dictaduras

de la hegemonía andina. Uno de sus

  textos más celebrados analiza la for-

ma como los caricaturistas mundiales

 retrataron al general Castro. Cómo la

caricatura fue un arma de europeos

y norteamericanos que convirtió la

  imagen del dictador andino en perso-

naje famoso, fama e infamia.

 

Sanoja conoce las controversias y

  los duelos políticos, los debates ideo-

lógicos del posgomecismo, el ori-

gen de los partidos y el talante de

  sus protagonistas. Nadie mejor que

el escritor guayanés para contar la

historia de las revoluciones y de los

  golpes de Estado sucedidos en Vene-

zuela desde 1945. De conspiraciones,

 revoluciones, golpes y contragolpes

  tratan estas páginas donde el cro-

nista o el escritor forman parte de

  la historia que relata. Quiero decir

que forma parte de la historia en el

sentido de que estuvo muy cerca de

los sucesos, los vio y palpó y algunos

padeció, mientras de otros participó

decididamente.

 

Entre los privilegios de Sanoja co-

mo historiador está el de su memoria

 prodigiosa. Todo lo indaga, porque es

un erudito, y todo lo recuerda porque

vive en permanente contacto con la

escritura y la investigación. Nunca

se aleja de sus afanes. Para Sanoja no

hay laberinto, porque tiene las claves

 de la salida. Estas páginas son parale-

lamente el retrato de muchos persona-

jes, el retrato de un país en varias de

 sus épocas, un retrato en movimien-

to, al tiempo que un autorretrato de

 quien las escribe, porque Sanoja an-

duvo y anda entre la gente, en el gran

 carrusel de la política y del periodis-

mo, con su cuaderno de notas y sus

 papeles que se acumulan como mura-

llas en su estudio. Nunca ha sido aje-

no, ni siquiera cuando se iniciaba a su

  llegada a Caracas, cuando atravesó el

Orinoco para explorar las otras selvas

venezolanas, al dejar atrás el mundo

esplendoroso de Guayana.

 

Pocos recordamos el día que lle-

gamos a Caracas procedentes de las

 lejanas provincias, tenemos ideas

aproximadas –que se van haciendo

cada vez más difusas con el tiempo–

de cuándo llegamos y de cómo era la

ciudad. Sanoja, en cambio, lo tiene

 claro: llegó a la capital el 26 de ene-

ro de 1944, a la edad de catorce años,

 pues nació el 27 de junio de 1930. El

viaje desde Tumeremo, su pueblo,

situado entre El Callao y El Dorado,

había tardado una semana, desde el

mundo mágico de Canaima hasta la

capital. 

Las impresiones del largo y demo-

rado viaje fueron registradas con tan-

ta precisión que el adolescente puede

 contar cómo a partir de San Juan de

los Morros el autobús se desplazaba

  por vías pavimentadas. Había deja-

do atrás las carreteras que condena-

ban a los viajeros a andar envueltos

  en nubes de tierra. Pasados Cumbre

Roja y Guaracarumbo, Caracas está a

  la vuelta de la esquina. Al adolescen-

te lo impresiona una mansión espec-

tacular, la casa de campo del Ilustre

 Americano, en Antímano. Había oído

hablar de Guzmán Blanco, pero, no

 obstante, era todavía como otros tan-

tos personajes: remoto y abstracto.

 

Cuando Sanoja llegó a Caracas traía

el bagaje de las lecturas iniciales:

 

Verne, Salgari, Zavattini, Dumas, Bu-

rroughs y sus aventuras de Tarzán. No obstante, recuerda las grandes re-

vistas que llegaban a Tumeremo y lo

 invitaban a más audaces exploracio-

nes en el mundo que quedaba al otro

 lado del río de las siete estrellas. En

suma, era ya un lector en ciernes el

 que con la llegada a Caracas se con-

vertirá en devorador devorado, con

 el privilegio de descubrir en edad tan

 temprana uno de los libros más tur-

bulentos del siglo, las Memorias de un

 venezolano de la decadencia de José

Rafael Pocaterra. Quizás fue aquella

lectura imprevista la primera lección

del desasosiego venezolano. El libro

que todos debemos leer y pocos, muy

pocos, han leído, sean intelectuales o

políticos, le dio al adolescente recién

llegado a Caracas una visión de los

 espantos y de los abismos de las dic-

taduras. No habían trascurrido diez

 años de la muerte de Gómez, y ya Sa-

noja se había enfrentado al infierno

 de persecuciones, cárceles y torturas

 descrito por quien relataba sus pro-

pias experiencias en La Rotunda. Es

 probable que la biblia del horror ve-

nezolano marcara al adolescente de

 quince años, lo sensibilizara y termi-

nara orientándolo hacia los debates

 ideológicos que irá asumiendo muy

pronto.

La política, inesperadamente, lo

 arranca del mundo de los libros. Es-

talló el 18 de octubre de 1945, cae un

 presidente y asciende al poder un mo-

vimiento que estremece las estructu-

ras tradicionales del país, las que con

 variaciones y diversos ritmos se trató

de alterar, las estructuras del poder

 

ANIVERSARIO >> ENTRE GOLPES Y REVOLUCIONES

Autorretrato con país al fondo que 

vienen desde la época que ha vis-

to retratada en las Memorias de Poca-

terra, y que los dos presidentes pre-

cedentes (López Contreras y Medina

 Angarita) trataron de dejar atrás, ci-

vilizando la política.

 

De modo que es el 18 de octubre de

1945 el primer episodio de golpes y

revoluciones que Sanoja aborda en

estas páginas. Andaba entonces por

 los quince años, y, con todo, mantie-

ne vivos la confusión y los apremios

 de algo tan inesperado y traumático

como un cambio de gobierno a través

de la violencia.

 El joven Sanoja vive

entre Altagracia y La Pastora,

 lo que le permite estar muy cerca del pala-

cio de Miraflores, teatro donde suce-

den aquellos episodios imprevistos y

 donde ofician personajes de rostros

 enigmáticos que no ocultan sus pro-

pios asombros.

 

Es a partir del 18 de octubre que ini-

cia Sanoja sus análisis de la política

 venezolana de medio siglo, los cin-

cuenta años venezolanos que verán

 al periodista como el crítico y el pro-

tagonista. “El 18 de octubre fue una

 sorpresa –dice– para la inmensa ma-

yoría del país y permitió descubrir

 realidades políticas e ideológicas con

velocidad comparable a la del año 36,

 aunque en esta ocasión el balón pa-

saría a manos de los izquierdistas y

 no a las de los derechistas”.Es la ini-

ciación de Sanoja en la política, en los

 intercambios en el liceo, los debates

en la Asamblea Constituyente y el

Congreso, la presidencia de Rómulo

Gallegos que, de la euforia con que se

inicia, apenas nueve meses después

sucumbe irremediablemente bajo

los asedios de partidos incapaces de

comprender la democracia y de los

militares que no conciben otro papel

en la historia diferente al dominio de

las armas.


“La elección de Gallegos –escribe–

fue juzgada como el inicio de una

etapa histórica sin par. 

En el Nuevo Circo presencié, 

entre miles de ca-

raqueños, el festival folklórico orga-

nizado por el poeta Juan Liscano, el

 

mismo que un año después entusias-

maría a varios jóvenes de AD (Rafael

 José Muñoz, Miguel García Mackle,

José Francisco y Guillermo Sucre) y

del PCV Jesús R. Zambrano y yo para

 constituir el grupo literario Cantacla-

ro, cuya revista en su primer y único

 número, enero de 1950, fue incautado

por la Seguridad Nacional”

El análisis –tanto el recuento que

hace el periodista del 18 de octubre,

de todo cuanto precedió al golpe de

Estado, la candidatura de Diógenes

Escalante, el milagro que estuvo a

punto de ocurrir al unir a gobierno

y oposición en torno a un candidato

 que se comprometía a hacer refor-

mas constitucionales que abrieran el

 sistema político por primera vez en

la historia, porque a los presidentes,

en 1945, los seguía escogiendo el Gran

Elector como en la época de Gómez–

 presenta un panorama visto con obje-

tividad y sutileza. Sanoja vivió aque-

llos episodios muy joven, pero a su

 memoria unió la investigación poste-

rior, de modo que en este primer gran

 episodio de los golpes y revoluciones

 encontramos las percepciones perso-

nales, los testimonios individuales,

 información de gran riqueza y di-

versidad. Leyendo a Sanoja repasa-

mos aquellos tiempos de 1944 y 1945,

 el universo de los intereses creados

 que impidieron reformas que, prácti-

camente, todo el mundo político con-

sideraba impostergables.

 

El milagro de Escalante como can-

didato de unidad estuvo al alcance de

 la mano; no obstante, una vez fuera

 de juego por una aberración del desti-

no, quienes habían convenido apoyar-

lo para que asumiera esas reformas

 elementales no lograron convenir en

lo sustancial que eran las reformas,

y no en el nombre de otro candidato.

 

En estas páginas comparecen los pro-

tagonistas de primer orden de aquel

 momento de crisis, el presidente Me-

dina Angarita, los escritores Arturo

 Uslar Pietri y Mario Briceño Irago-

rry, el expresidente López Contreras,

 los líderes de AD Rómulo Betancourt

y Raúl Leoni, la posición de diarios

como El Nacional bajo la dirección

 de Antonio Arráiz y de La Esfera co-

mandado por Ramón David León, la

 posición del PCV. Tras el debate, el

drama de Escalante, la enfermedad

mental, el testimonio de Ramón J.

Velásquez que tuvo la fortuna como

 

reportero de Últimas Noticias de es-

tar muy cerca de Escalante y de ha-

ber visto el derrumbe del hombre y

 del milagro fugaz.

El joven Sanoja no es indiferente a

lo que sucede en Venezuela. El 24 de

noviembre ocurrió el golpe militar

contra el novelista, pero también un

golpe severo contra las posibilidades

del libre juego político. Se instala la

dictadura militar, con tres tenientes

coroneles al mando. El nombre de

 uno de ellos no le es desconocido por-

que, aunque muy joven había acom-

pañado a su padre en la aventura del

 Falke, y figuraba en las páginas de

Pocaterra, con quien permaneció en

el barco mientras el padre, el general

Román Delgado Chalbaud, bajaba a

tierra para morir minutos después enun duelo que va imaginado.

Con igual riqueza de información,

 el historiador de tan definitivos su-

cesos se detiene en los avatares (y

 conspiraciones) nacionales e interna-

cionales del período presidencial de

 Gallegos, su viaje a Estados Unidos,

en las discordias civiles de la época,

un tema que se fue convirtiendo en

 tabú y que nadie quiso abordar des-

pués de 1958 porque discutirlo equi-

valía a establecer responsabilidades,

 y esto atentaría contra el delicado

 equilibrio que reclamaba la democra-

cia para sostenerse. Nadie se atrevió,

 por ejemplo, a reabrir las páginas del

diario El Gráfico y ver lo que allí se le

decía a Gallegos.

 

Con el título “Contragolpe ¿o con-trarrevolución?” Sanoja nos intro-

duce en el 24 de noviembre de 1948.

 El país entra en el túnel. Reina gran

desconcierto, y quienes hasta ese día

agitaban las aguas y clamaban contra

el novelista prefieren ahora la buena

conducta. Hasta 1950 reina un clima

de ambigüedad porque los coroneles

de la cúpula militar disienten sobre el

 rumbo y el desenlace. Carlos Delga-

do Chalbaud sostiene (sin gran arro-

jo) la necesidad de convocar el país

 a elecciones generales. Marcos Pérez

Jiménez piensa que eso equivale a

volver a los cuarteles y si las Fuerzas

Armadas salieron a la escena había

sido para quedarse.El 13 de noviembre de 1950 ocurrió el secuestro y asesinato del presidente de la Junta Militar de Gobierno.

 El único magnicidio de la historia ve-

nezolana que suscitó las más varia-

das hipótesis. El periodista piensa:

 “Pero en cualquier caso, la elimina-

ción de un personaje como Delgado

 Chalbaud le abrió paso al liderazgo

 de Pérez Jiménez dentro de la cúpu-

la castrense. Como episodio novedo-

so que pretendía esconder sospechas

 acerca de su posible inducción del

crimen, Pérez Jiménez colocó sobre

cojín con fondo rojo, la más valiosa

 y fulgurante joya como póstuma con-

decoración: el Collar de la Orden del

 Libertador. O sea, todos los honores

para el muerto, todo el poder para el

vivo”.

Sanoja traza un perfil del teniente

coronel: “Delgado quemó las naves

 antes de partir, pues traicionó a Ga-

llegos en la hora nona, nada menos

 que al maestro que lo había acogido

en su casa de exilio español, el mismo

que lo había dejado encargado de la

Presidencia de la República al viajar

a EE. UU. por invitación de Truman,

 el mismo que en otros tiempos lo lla-

maba ‘Carlitos’”. Eliminado así el

 presidente de la Junta Militar, Pérez

 Jiménez despejó el camino del régi-

men dictatorial. Sanoja plantea la te-

sis del destino manifiesto de los ejér-

citos. La internacional de las espadas:

 Juan Domingo Perón, Manuel Odría,

Rafael Leónidas Trujillo, Anastasio

Somoza, Marcos Pérez Jiménez.

Toda una época oscura de América

Latina, tiempos de Guerra Fría, del

general Eisenhower y John Foster

Dulles. En ese clima, Pérez Jiménez

 navega con velas desplegadas, y lle-

ga incluso a postular un proyecto de

 

país, a través de su ideólogo Laurea-

no Vallenilla Planchart. Un proyecto

 que, como en los tiempos de Gómez y

 del Vallenilla padre, se basaba tam-

bién, como ahora, en la construcción

 de carreteras y obras públicas, fuen-

tes de grandes negociados y excusas

 

para mantener el país “metido en

cintura”.

“Lo que Pérez Jiménez esbozó como

proyecto de país –escribe Sanoja– no

 

lo era sino en el sentido que algu-

nas dictaduras suelen concebirlo al

 

invocar un singular nacionalismo y

 

desarrollar algunos sectores econó-

micos bajo la égida del Estado, espe-

cialmente fuerte en Venezuela en ra-

zón de su potencial petrolero”. Pérez

 Jiménez, en efecto, exprimió el país,

siendo una de sus últimas hazañas

financieras, poco debatidas también

 en las décadas posteriores, el otorga-

miento de concesiones petroleras de

 1956 a 1957 a los consorcios interna-

cionales, vulnerando los intereses de

 

la nación. Con el cemento armado,

 Pérez Jiménez quiso ocultar la reali-

dad de la dictadura, sus fraudes elec-

torales del 30 de noviembre de 1952

 y del 15 de diciembre de 1957, glosa-

dos y enjuiciados por el historiador

 con abundancia de precisiones. El

 último, el arbitrario plebiscito arma-

do por Vallenilla, fue la antesala del

 derrumbe, en medio de la rebelión

 civil y de tres conspiraciones milita-

res paralelas que Sanoja disecciona

 siguiéndoles los pasos posteriores a

los conspiradores.

 

Poco tiempo después del 24 de no-

viembre de 1948, como una manera

 de reaccionar contra el golpe militar,

y de encontrar una trinchera donde

combatir, el periodista se inscribió en

 el Partido Comunista. Inició una lar-

ga militancia y un compromiso ideo-

lógico que lo llevará a la resistencia

 clandestina, a la cárcel y al destierro.

Primero la universidad y las luchas

estudiantiles, el periodismo político,

 Tribuna Popular; las revistas litera-

rias como Cantaclaro. Aquí está con-

tada la historia de la resistencia con-

tra la dictadura, los fraudes de Pérez

 Jiménez, el del 30 de noviembre de

 1952 y el plebiscito del 15 de diciem-

bre de 1957. La apertura del campo de

 concentración de Guasina en medio

del Orinoco, el asesinato de Leonardo

Ruiz Pineda, la muerte en la cárcel de

Alberto Carnevali, y de tantos otros

 líderes de los partidos AD y PCV. Sa-

noja viajó al destierro, repartió su

 tiempo entre París y México; en esta

última ciudad trabajó intensamente

en Noticias de Venezuela, el órgano

del PCV en el exilio, en compañía de

Gustavo Machado.

A partir del capítulo “23 de enero y

Cuarta República”, Sanoja escribe la

historia del período democrático que

 

arrancó con la caída de Pérez Jimé-

nez, y se prolongó hasta 1999. El 1 de

 

enero fue el primer día que el escritor

oyó ruido de aviones rebeldes. Eran

 

los famosos Vampiros, que aparecie-

ron y se fueron como si la dictadura

 

y el dictador fueran invulnerables.

Pasaron los días y todo se derrumbó.

 

Al amanecer del 23 el general to-

dopoderoso y arrogante huyó en las

 

alas de “La Vaca Sagrada”, hacia la

 

República Dominicana donde lo con-

soló el general Rafael Leónidas Truji-

llo, decano de las satrapías caribeñas.

 

A diferencia del 18 de octubre de 1945

 

cuando Sanoja es todavía un adoles-

cente, a partir del 23 de enero ya es un

 

observador que ha trajinado la polí-

tica y que ha escrito incesantemente

 

en esos años. A la memoria prodigio-

sa une el prodigio de sus notas, de sus

 

papeles y de viejos periódicos. No se

 

ha intentado hasta ahora una histo-

ria de la etapa democrática 1958-1999

 

que aborde el prolongado período con

la riqueza informativa y la precisión

 

en los juicios como lo intenta aquí Je-

sús Sanoja Hernández.

 

Sanoja examina la significación po-

lítica de 1957, las implicaciones de la

 

Carta Pastoral del arzobispo Arias

 

Blanco, la formación de la Junta Pa-

triótica, la estrategia de unidad del

 

PCV y, en general, de los partidos de-

mocráticos. “El pleno de los comunis-

tas –anota– establecía la unidad total

 

de la oposición política y la incorpo-

ración al frente antidictatorial de to-

dos aquellos que desearan el cambio

 

sin importar cuál hubiera sido su

pasado”.

 

Todos los episodios capaces de ha-

cer historia o contribuir a ella –“ha-

cer historia” quiere decir simultá-

neamente construir la democracia

 

o destruirla– fueron registrados por

quien concibe la historia como un

 

afán cotidiano, y por eso, porque per-

cibió temprano el valor y el signifi-

cado de personajes y sucesos, fue ca-

paz de pintar este fresco policromo y

 

dinámico de medio siglo venezolano.

 

La presidencia de civiles que por pri-

mera vez se alternan en el poder. Las

 

conspiraciones y rebeliones de la pri-

mera etapa, los golpes militares con-

tra Betancourt, la influencia deses-

tabilizadora de la revolución cubana

 

que encuentra émulos que quieren

dejarse crecer las barbas y redimir a

 

sus países como Fidel Castro, la in-

vasión de Machurucuto, las guerri-

llas de El Bachiller, la presencia de

 

los cubanos como Arnaldo Ochoa en

la guerra, la discusión del dilema si

 

se invitaba o no al Che Guevara co-

mo jefe del movimiento guerrillero

 

en Venezuela, la rebelión de los par-

tidos PCV y MIR, la división de la iz-

quierda, la división o divisiones de los

 

otros partidos, las pugnas barrocas

por las candidaturas presidenciales,

la decadencia del liderazgo, la noche

 

surrealista de las tanquetas (octubre

del 88), la desaparición y protección

castrense del jefe del cómico episodio,

al cual el Alto Mando le echó rápida

tierra, intrigas y negocios militares,

la aparición (y desaparición) de los

 

Notables, la caída del presidente Pé-

rez, las rivalidades de los generales,

 

la transición del presidente Velás-

quez. Como epitafio del régimen de-

mocrático el 4F de 1992, y todas sus

 

derivaciones, la presencia en la esce-

na de Hugo Chávez Frías y la deca-

dencia y caída de casi todo el mundo.

 

En el capítulo “Viaje a la prehisto-

ria” vale la pena detenerse. Es una

 

enciclopedia de conspiraciones, gol-

pes y contragolpes, rebeliones y re-

presiones, éxitos o fracasos, desde el

 

primero, registrado como tal, el 19 de

 

abril de 1810, un episodio sin partici-

pación popular, sin olvidar los que se

 

escenificaron en el período de resis-

tencia indígena, José Leonardo Chi-

rinos en Falcón, o la insurrección

 

de Juan Francisco de León. A tales

épocas se remonta la experiencia o

 

la tentación venezolana de las cons-

piraciones. De ahí parte Sanoja para

 

este viaje singular a través de la his-

toria: la Revolución de las Reformas y

 

la caída de Vargas, la aparición de Ca-

rujo y del “carujismo”, el “complot de

 

marzo” contra un conspirador cons-

picuo como José Tadeo Monagas. El

 

historiador nos invita a una rápida

excursión a través del carrusel, no

 

pocas veces tragicómico, de los pre-

sidentes que en el siglo XIX descen-

dieron del poder sin las amenidades

 

del protocolo.

 

Veamos el índice de esos persona-

jes, registrado por Sanoja: “Así, ade-

más de la renuncia forzada de Vargas

 

en 1835, aparecen como derrocados,

 

derrotados o renunciantes José Ta-

deo Monagas, derrocado (1858), Ju-

lián Castro, forzado a renunciar

 

(1860), Manuel Felipe Tovar, renuncia

(1861), Pedro Gual, derrocado (1861),

José Antonio Páez, derrocado (1863),

Pedro Gual, derrocado (1863), Juan

Crisóstomo Falcón, renuncia (1868),

Manuel Ezequiel Bruzual, renuncia

 

(1868), José Ruperto Monagas, derro-

cado (1870), Valera, derrocado (1878),

 

Raimundo Andueza Palacio, derro-

cado (1892) e Ignacio Andrade, derro-

cado (1899). El exilio de este no solo

 

cerraría el siglo XIX sino que abriría

una nueva etapa con el triunfo de los

andinos”.

“Viaje a la prehistoria” es también

un viaje a la erudición de Sanoja. No

da una simple ojeada a los avatares

del siglo, por el contrario, reflexiona

 

con lucidez sobre personajes o epi-

sodios. Veamos, por ejemplo, lo que

 

piensa de los primeros tiempos de la

República:

 

“Páez inauguró, pues, los gobier-

nos de la llamada oligarquía conser-

vadora, cuyo momento trágico sería

 

el 24 de enero de 1848 con el ‘asalto

 

al Congreso’, día en el cual José Ta-

deo Monagas dio el gran viraje. Pero

 

acaso sea un acontecimiento anterior

 

el que demostraría, en 1835, la reubi-

cación de fuerzas con el surgimien-

to de tres candidatos presidenciales:

 

Mariño, apoyado por Carujo (el del

atentado contra Bolívar, 1828) y los

 

residuos del militarismo independen-

tista; Soublette, respaldado por Páez;

 

José María Vargas, propuesto por los

comerciantes y otros núcleos civiles,

incluidos estudiantes, que intentaban

 una alternativa diferente al biparti-

dismo en ciernes.

 

El siglo XX no es menos rico, o qui-

zás tanto como el diecinueve, en gol-

pes y conjuras. Castro triunfa con

  una revolución, y cae con un golpe

  de Estado. Vence conspiraciones, re-

voluciones como la Libertadora, pe-

ro termina en el exilio, hombre sin

patria”. Desde 1908 hasta 1935, Juan Vicente Gómez no puede impedir ni las conspiraciones, ni las invasiones, ni intentos de derrocamiento. Pero a sangre y fuego se mantiene en el poder. Sanoja explora la etapa de Gómez úni-

co, el dictador que inventa golpes pa-

ra conjurarlos. En el posgomecismo

 caerán un militar, Medina Angari-

ta, y un civil, Gallegos, en golpes de

 Estado más o menos fríos, mientras

que Carlos Andrés Pérez salió ileso

del asedio de tanques y bombarderos

pero no de la trama de sus enemigos

políticos.

(Continúa en la página 3)

 

Autorretrato con país al fondo

 

FOTOGRAFÍA DE LEO MATIZ / ARCHIVO DE FOTOGRAFÍA URBANA

 

Sanoja conoce

las controversias

y los duelos

políticos”

 

EL NACIONAL DOMINGO 12 DE FEBRERO DE 2023 Papel Literario 3

 

TOMÁS STRAKA

Publicado hace veintiséis años,

Venezuela fracturada sigue

 siendo un libro de actuali-

dad. En su momento fue es-

crito como una voz de alarma ante

 el vendaval que se aproximaba. Hoy

 nos da pistas de cómo llegamos a don-

de estamos. Y lo hace en dos niveles

 distintos, pero igual de importantes:

 la reconstrucción histórica de los he-

chos de 1992, hecha por uno de sus

 protagonistas; y el tono con el que fue

 escrito, que refleja de forma tan níti-

da el desasosiego de los años noventa,

 cuando el país no parecía tener nin-

guna salida para la honda crisis que

 lo acosaba: Hugo Chávez apenas se

esbozaba como una posibilidad entre

muchas, que a algunos empezaba a

 entusiasmar y a otros, como al gene-

ral Iván Darío Jiménez, ya asustaba.

 

Escrito así, al filo del vendaval, o

cuando ya sus primeros vientos nos

 sacudían, el libro pasó de ser una ad-

vertencia sobre el futuro, a una ex-

plicación del pasado. Pero una que si-

gue apuntando hacia el porvenir. Su

 primera edición llevó el título de Los

golpes de estado desde Castro hasta

Caldera en 1996 (Caracas, Centralca),

  que es engañoso. No se trata, afortu-

nadamente, solo de una crónica de un siglo de asonadas, sino sobre todo

del pormenorizado recuento de las de

1992, a las que Jiménez enfrentó, en

 

(Viene de la página 2)

 

El análisis de la década que se ini-

cia con el siglo XXI y con la figura

 inescrutable del comandante Chá-

vez Frías nos acerca al final de este

 proceso que se desarrolla más allá

de nuestras expectativas, a pesar

de ellas o contra ellas. Es la época

 de las grandes incógnitas que aho-

ra vivimos. Un país sin rumbo, do-

minado por el azar del petróleo. Un

 país conejillo de indias. Sanoja ha

escrito una gran crónica del siglo

XX venezolano. Una historia donde

quien escribe está presente cuando

la historia sucede, y cuando no está

 lo que escribe es producto de infati-

gables indagaciones. Con su nombre,

 o con sus seudónimos de Edgar Ha-

milton, Marcos Garban, Martín Gar-

bán, Juan Francisco Leiva, Eduardo

  Montes, Manuel Rojas Poleo, o Pablo

Azuaje, la obra de Sanoja escrita a lo

  largo de medio siglo es inverosímil-

mente extensa. Si algo caracteriza al historiador, como puede apreciarse a lo largo de

 

estos volúmenes de Entre golpes y re-

voluciones, páginas de erudición y lu-

cidez, es la valoración de testimonios

 y fuentes plurales, ilustrando en no

 pocas ocasiones lo que piensan o sos-

tienen los contendores con sus pro-

pias palabras. Observador crítico,

 militante político, hombre de posi-

ciones sólidas, venezolano integral,

 poeta de La mágica enfermedad, Je-

sús Sanoja Hernández ha escrito, a

 fin de cuentas, una historia que es

el autorretrato de una convicción, la

de que esa historia no puede ser ni

invención ni adulteración, ni visión dictada por intereses parciales. Ni puede falsificarse a la hora de escri-

birla, ni menos aún para interpretar-

la como si la falsificación fuera nece-

saria para la abolición de prácticas

  democráticas como la alterabilidad

republicana, los derechos humanos y

la libertad de expresión. Esta es una

historia donde se alternan los altos

 y los bajos, las conquistas y los fra-

casos, pero es una historia y así está

 contada.

 

En su extraordinario prólogo a Me-

morias de un venezolano de la deca-

dencia, Sanoja escribió: “Pocaterra

 

constituye el paradigma venezolano

del escritor testigo. Su testimonio es

directo, con la fusión compacta de

palabra y acción, y de sus Memorias

puede decirse que representan medio

siglo de historia cronológica y varios

 siglos de un proceso singular, visto

como formación y deformación de un

 pueblo”. Esa fue la historia de la pri-

mera mitad del siglo XX, escrita por Pocaterra. Del autor de Entre golpes y

revoluciones puede decirse que le tocó

abordar la historia de la otra mitad,

también como escritor testigo.

 

*Entre golpes y revoluciones. Tomos I, II y III. Jesús Sanoja Hernández. Colección

 

Actualidad, Debate, Random House Mon-

dadori. Colombia, 2007.

 

Autorretrato con país al fondo

HISTORIA 

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