Las claves de la ruptura de Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa: él se sentía ajeno a la algarabía de 'Villa Meona'
Son muchas las versiones que circulan sobre las razones del fin de la relación del escritor y la 'socialite'. Personas de su entorno lo achacan a una creciente disparidad de gustos y costumbres cada vez más acusada. El ambiente en casa de Isabel no es el mismo que cuando el Nobel se instaló en el chalé de Puerta de Hierro.
"Mi padre está fantástico. Terminando su última novela y dándole los últimos toques al discurso de su ingreso en la Academia Francesa en febrero". Así hablaba Álvaro Vargas Llosa a la puerta de la casa del premio Nobel, cerca de la Puerta del Sol. Padre e hijo regresaban de París, donde se refugió el escritor después de romper su relación con Isabel Preysler.
Sin embargo, la voz de Vargas Llosa sonaba triste y sin fuerzas al otro lado del teléfono cuando LOC intentó conocer su verdadero estado de ánimo. Nada que añadir al comentario que hizo a su regreso a Madrid, negando que fueran sus celos el detonante de la ruptura.
Muchas versiones circulan estos días sobre las razones del sorprendente fin de un romance que causó asombro al hacerse público en 2015. Algunas disparatadas, como la que atribuye a Tamara Falcó ser la causante del distanciamiento de la pareja, cuando lo cierto es que entre la joven marquesa de Griñón y el novio de su madre siempre ha habido un trato especialmente cómplice y cercano. Otros hablan de discusiones de pareja en tono fuerte, cuando Preysler es conciliadora y tranquila y el novelista un hombre respetuoso y de educación exquisita.
Es lo que opina la gente que les ha tratado y que explica la ruptura como una creciente disparidad de gustos y costumbres, cada vez más acusada. El ambiente en casa de Isabel no es el mismo que cuando Vargas Llosa se instaló en el chalé de Puerta de Hierro en 2015. Ahora está lleno de hijos pródigos, nietos, yernos y futuras nueras, todos ellos más interesados en sus móviles que en temas literarios. El escribidor, más que un ataque de celos, podría haber necesitado más atención de su entorno por su trabajo y su obra. Es posible que a los 86 años se haya sentido ninguneado, con menos fuerzas y más achaques, más inseguro y vulnerable, en un ambiente cada vez más ajeno.
Hasta que un día, en vísperas de Navidad, dio un portazo y se fue a su casa de soltero. No era la primera vez, pero en esta ocasión es posible que uno y otro hayan sentido que se quitaban un peso de encima.
En octubre, Vargas Llosa y Preysler hicieron una visita turística a Toledo. Poco después, ella y sus hijas le acompañaban en su fiesta literaria en El Escorial. Pero a mediados de noviembre el escritor tenía una cita profesional en Sicilia y tuvo que ir solo.Isabel prefirió irse a las islas Maldivas, donde Tamara celebraba su 41 cumpleaños.
La madre de la marquesa no estaba entre los invitados de la agencia que organizaba este viaje promocional de un resort de lujo. Fue Isabel quien pidió añadirse al grupo familiar en lugar de acompañar al Nobel. La ruptura parecía inevitable.
El romance entre el autor de La tía Julia y el escribidor y la socialite produjo un tsunami mediático cuando se hizo público en junio de 2015, pero la relación se rumoreaba desde mucho antes. En 1986 ¡Hola! hizo de Preysler su reportera estrella y así conoció al literato peruano cuando le entrevistó en la Universidad de St. Louis, en Missouri. Se cayeron bien, hubo feeling. Isabel ya estaba con Miguel Boyer, era una mujer atractiva y elegante y el escritor, un seductor nato que iba por el segundo matrimonio. El primero con su tía Julia, a la que dejó por Patricia Llosa, su prima hermana.
El matrimonio Boyer-Preysler se hizo muy amigo de los Vargas Llosa y se veían con frecuencia cuando coincidían en España. Al ex ministro de Felipe González le encantaban los intelectuales de talla, como él mismo, y el trato del escritor peruano, reconocido ya internacionalmente, era enriquecedor y divertido.
Contaba la periodista peruana Mona Jiménez, organizadora en Madrid de aquellos almuerzos de lentejas a los que acudía toda la clase política y donde se produjo el flechazo entre la marquesa de Griñón y el ministro socialista Miguel Boyer, que después de una cena en Jockey, invitada por los dos matrimonios, Patricia Llosa le dijo a Mona a la salida: "Dile a tu amiga Isabel que deje en paz a mi marido".
Unos años después de su boda con Boyer en 1988, Isabel le comentaba a una amiga en el restaurante La Meridiana de Marbella que estaba sintiendo la crisis de pareja de los siete años de casados. "Estamos en un bajón", reconoció. Y en uno de esos veranos en Marbella que pasaba con sus hijos y el ex ministro, Isabel recibió una llamada de Vargas Llosa desde la clínica Buchinger para invitarla a cenar. Isabel no quiso acudir sola para evitar a los paparazzi y le pidió a esa misma amiga que les acompañara, pero no pudo ser. Finalmente se vieron a solas en un sitio discreto; nadie les sorprendió.
Por aquellas fechas, el periodista Pedro Rodríguez recogió en su columna de la revista Tiempo el rumor de un posible intento de suicidio de Miguel Boyer. Los motivos: la posible infidelidad de su esposa Isabel Preysler con el escritor peruano. La noticia fue desmentida de inmediato y considerada una falsedad creada para dañar al ex ministro de Felipe González y a su gobierno.
Después de años sin hablar del tema, en uno de los viajes de Porcelanosa a Londres, invitados por el príncipe Carlos, la empresa de cerámicas añadió al grupo, encabezado como siempre por Isabel Preysler, al premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa.
El reencuentro entre el literato y la socialite en el hotel Ritz de la capital británica reavivó la atracción siempre latente entre ellos. Presyler hacía pocos meses que había enviudado de Miguel Boyer. El Nobel acababa de celebrar en Nueva York con Patricia y sus hijos sus 50 años de matrimonio.
Cuentan que las habitaciones de uno y otro eran contiguas y que al día siguiente aparecieron en el desayuno, sonrientes y encantados de la vida. Pero solo ellos conocen la verdad de esa noche londinense, aunque poco tiempo después una fotos en ¡Hola! de Preysler y el escritor en los alrededores del hotel Eurobuilding destaparon el romance del año, del que se hizo eco la prensa de todo el mundo. Desde entonces pasaron a llamarse "Isabel y Mario".
Patricia Llosa seguramente se alegró de que sus sospechas de años atrás fueran acertadas y declaró: "Mis hijos y yo estamos sorprendidos y muy apenados por las fotos que han aparecido en una revista del corazón. Hace apenas una semana estuvimos con toda la familia en Nueva York celebrando nuestros 50 años de casados. Les rogamos respetar nuestra privacidad".
Por su parte, Gonzalo, el hijo más crítico con el enamoramiento de su padre, también se pronunció en el diario ABC: "Lamento profundamente ese exhibicionismo innecesario que hemos visto desde la portada de esa revista del corazón el 10 de junio; es decir, apenas seis días después de que dejara la casa en la que vivía con mi madre. Sobre todo tratándose de una relación que nace de una infidelidad y que ha causado mucho daño".
Morgana, la tercera de los hijos, tomó partido por su madre y nunca quiso tratar a Isabel. Mientras Álvaro, el más cercano a su padre, fue el primero que con el tiempo se acercó a Preysler y supo entender este amor de madurez.
Por su parte, el escritor declaraba pasar "el año más feliz de mi vida... Me siento muy ilusionado, realmente muy rejuvenecido, y tengo mucha esperanza de que en el futuro esto tenga un efecto no solo en mi vida privada, sino también, y fundamentalmente, en mi trabajo de escritor", explicaba eufórico y enamorado.
El divorcio fue complicado y tardó meses en resolverse. La abogada de Patricia Llosa, Elena Zarraluqui, consiguió que su clienta se quedara con lo mejor del patrimonio conseguido en 50 años de casados. Desde el piso de Nueva York, en la calle 57 con la Octava Avenida, la mejor zona de Manhattan, a la vivienda del matrimonio en una zona residencial de Lima. Mario se quedó con el apartamento de la calle Saint-Sulpice en París, donde había iniciado su vida de casado, y la vivienda del centro de Madrid, comprada en 2002. Allí está parte de la valiosa biblioteca del escritor, repartida entre España, Lima y Arequipa, la ciudad natal de Vargas Llosa.
Los derechos de autor de las 50 obras y escritos del Nobel pasarán a sus hijos algún día. Poca herencia económica habría tenido Isabel Preysler de haberse casado con el literato, algo que siempre consideró innecesario, aunque algunos digan lo contrario. El dinero o la ausencia de una gran fortuna del escritor enamorado no ha sido la causa que rompió una relación de más de siete años. Se les rompió un amor demasiado publicitado, desgastado por tanto photocall y una intimidad rodeada de multitudes familiares. Seguramente eran incompatibles desde siempre, como asegura Martin Bianchi, un periodista que sabe de lo que habla.
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