Blog de Víctor José López /Periodista

lunes, 14 de diciembre de 2020

*¿Militares cadavéricos? No. Políticos hediondos*. por *Julio Ariza*





Cobardes, octogenarios, cadavéricos…y, por supuesto, fascistas. ¿Alguien da más? Con ese desprecio se refieren desde este gobierno de chiquilicuatres y desde sus terminales mediáticas al medio millar de altos mandos militares jubilados que han remitido al Rey Felipe VI cartas para manifestar su preocupación por la deriva nacional.



 Son legítimos “memoriales” de denuncia (“no he de callar por más que con el dedo”) de quienes juraron servir a España de por vida (quizás a Sánchez le extrañe que haya personas que cumplan su palabra) y que han tenido el arrojo de no callar ante el ataque desplegado por el gobierno a las instituciones, al orden constitucional y a los derechos de los españoles.

 Lo hacen como particulares, personas jubiladas en el lícito ejercicio de su libertad de expresión.

Pero la voz de ese medio centenar de viejos soldados españoles, los quinientos, representa mucho más de lo que se les atribuye desde el gobierno.

No; no se trata del último suspiro de cuatro gatos decrépitos, atrabiliarios y golpistoides. Se trata de soldados de honor y de ciudadanos de primer orden. La generación que ahora protesta es la misma que transformó el ejército salido de la guerra en unas Fuerzas Armadas de todos los españoles y a la altura de la U.E. Una generación que transformó un ejército basado en el reemplazo en otro de profesionales. Probablemente sea el cuerpo de servidores públicos que más ha cambiado y se ha modernizado. Son, quizás, una de las pocas élites que todavía nos quedan: españoles bien formados profesional y moralmente. Pasan un proceso de selección para el ingreso que ningún político superaría. Luego se encierran en esas Universidades que son las Academias (la General y las de cada Arma), donde viven en régimen de internamiento, sacrificio y exigencia. Hablan idiomas, participan en misiones internacionales, están sujetos a procesos de formación continua, pasan reválidas, están integrados en la OTAN, son internacionalmente queridos y respetados. Si alguien pensó desde la vicepresidencia segunda que el ejército español está integrado por diosdaos cabellos, corruptos y desleales, erró en el cálculo gravemente. Ni profesional ni moralmente son equiparables.

Si a alguna institución le deben los españoles la pervivencia del régimen constitucional y de sus libertades, más allá del Rey, es a esta generación de militares. Por eso es la institución mejor valorada en todas las encuestas y tienen quizás más legitimidad democrática que nadie (o que muchos) para alzar la voz.

Y quizás también porque es la institución que mejor custodia las virtudes. Los militares españoles tienen acreditado en su haber la lealtad, la caballerosidad, la rectitud de conducta, la honestidad, la probidad, la integridad, el honor (vieja virtud al alcance de pocos) y la vocación de servicio. Respetan el pasado. Respetan a sus mayores. No por jerarquía, sino por formación moral. Y les admiran. De tal manera que el ataque y el desprecio a los quinientos es vivido como un ataque a sus mayores, respetables, impecables, dignos de toda consideración y, en todo caso, a años luz de quienes blanquean a ETA, gobiernan para los independentistas y quieren derribar la Corona, terminar con la independencia judicial y enterrar espuriamente el régimen democrático.

Los jubilados de los ejércitos están alzando la voz en defensa de la democracia.

Sin duda, la sobreactuación del gobierno y sus socios, insultando a los viejos soldados (algo no visto nunca ni en España ni en ningún país Europeo) indica varias cosas; la primera es una ínfima condición moral (despreciar a los viejos es de seres abyectos); la segunda es preocupación (saben que no son cuatro delirantes sino que expresan un desasosiego real), la tercera es ignorancia (desconocen la cadena de afectos militares, el compañerismo, la lealtad y el respeto a los mayores) y la tercera es estulticia, la necedad de los gobernantes que piensan que pueden descomponer la nación más vieja de Europa en veinticuatro horas y sin que nadie alce la voz.

Estos “cadavéricos” (así llaman en Moncloa a los quinientos) acaban de poner sobre la mesa una fórmula para la protesta civil (no militar) que jubilados de otros cuerpos del estado podrían empezar a replicar.

¿Y si empezaran a aparecer cartas de centenares servidores públicos jubilados de distintos cuerpos, como los de jueces, fiscales, catedráticos, abogados del estado, diplomáticos, administradores civiles, inspectores de trabajo y de hacienda, policías, guardias civiles y otros funcionarios?

¿Viejos, caducos, octogenarios, cadavéricos?

España es un país de casi 9 millones de jubilados. Hasta la fecha han estado callados. Y es una generación mucho mejor preparada que la que nos gobierna. Cuando Lastra gritó aquello de “ahora nos toca a nosotros” estaba proclamando la eutanasia política. Ahora en Moncloa les llaman los “cadavéricos”. Ser o no ser, he ahí el dilema.

Parafraseando a Machado y sus terribles versos de Castilla: 

clase política miserable, 
hoy dominadora,
envuelta en sus harapos,
desprecia cuanto ignora.

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