Siempre he sido un gran admirador de Carora. Su nombre está entre los primeros destellos que hay en mi memoria, supongo que debido a que viví en Barquisimeto desde pocos días de nacido hasta después de cumplir dos años, y es muy posible que hayamos visitado sus calles en aquellos días. Carora, para mí, como Boconó, Calabozo y Carúpano, es un sitio que merecería ser la capital del país, por su gente, por su nivel cultural y hasta por la forma en que ha conservado todo lo que ha conservado. Ya de adulto la he visitado varias veces. Hace algún tiempo cuando viajaba entre Caracas y Mérida solía hacerlo en dos etapas: Caracas-Carora y Carora-Mérida o Mérida-Carora y Carora-Caracas, y me alojaba (o nos alojábamos) en un hotel muy elemental ubicado en la entrada de la pequeña ciudad. Y varias veces, por haber llegado no demasiado tarde, aprovechábamos para conocer lugares preciosos de su casco antiguo. En una oportunidad se me accidentó el automóvil llegando desde Los Andes, tuve que dejarlo en un taller y viajar en “cola” hasta Caracas, e ir por él unos días después. Hice el viaje entre Caracas y Carora en autobús. Salí muy temprano, de madrugada, del terminal del Nuevo Circo, y llegué poco después de media mañana, fui a buscar el carro y luego de varias complicaciones pude retirarlo, pero decidí quedarme toda la tarde en el sitio, para hacer turismo con toda calma y partir el día siguiente hacia Mérida y llegar a mediodía, a tiempo para almorzar. Un hecho curioso es que para pagarle al taller había llevado un billete de cien dólares, en la creencia de que serían muy bienvenido, pero no me los aceptaron. No les gustaron los billetes extranjeros y supusieron que estaba tratando de estafarlos. Traté de convencerlos de que en cualquier banco se los cambiarían, pero no hubo forma de hacerlo. Y tenían razón: cuando traté de cambiarlos, no en uno sino en tres bancos, fracasé rotundamente. En el Banco Consolidado, en donde tenía dos cuentas personales, una en bolívares y otra en dólares (muy modesta, pero activa), tampoco quisieron cambiármelos: hablé con el gerente del Banco y me identifiqué como primo del doctor Felipe Santiago Casanova, antiguo presidente del Banco Miranda y en ese momento Presidente de la Sociedad Financiera del Consolidado, a quien el gerente sí conocía, y el propio gerente, como particular, me cambió los dos billetes gringos de 50 dólares que ni el taller ni ningún banco me habían querido aceptar y con eso pude pagar el taller y salir con el automóvil, que estaba como nuevo. Nadie podía imaginar que tiempo después lo que nadie querría aceptar era los bolívares. Almorcé sumariamente en un restaurancito italiano y aproveché para hacer turismo con mucha calma, cené, también sumariamente en una panadería y me alojé de nuevo en el hotelito (creo que se llamaba o se llama algo así como “Catuca”, que significaría “C.A. Turismo Carora” o algo por el estilo, y pertenece o pertenecía a la Municipalidad). Al día siguiente desayuné muy apurado en el gran paradero con estación de gasolina que está en la entrada y partí raudo hacia Mérida, vía Panamericana y El Vigía. De modo que puedo decir que casi conozco Carora. Conozco su bella Catedral, ubicada en la zona colonial, frente a la plaza Bolívar, así como la Casa Amarilla, típica casona colonial de principios del siglo XVII, y la casa de cabildo más antigua del país; también la Iglesia el Calvario, una verdadera joya de la arquitectura colonial venezolana; también he estado en el Cerro de la Cruz, un mirador con capilla, desde donde se aprecia una vista panorámica de la ciudad; igualmente he estado en la Calle San Juan, la Plaza Bolívar, y aunque desde afuera, he visto el Club Torres, que ocupa una casa del año 1724 y es, sin duda, el club más antiguo de Venezuela. También he estado en la Plaza Chío Zubillaga y en las ruinas de la Iglesia la Pastora, el Teatro Alirio Díaz, la Plaza El Néctar, en donde está primera fuente de agua de la ciudad, la Plaza Ambrosio Oropeza, en la avenida Francisco de Miranda, el Portal de los Zubillaga, construido en 1804, la Casa Chío, que hoy es de la UCLA, el Portal del Sol, etcétera. También he estado en Arenales, en donde por cierto nació el doctor Gutiérrez, uno de los que me trató en la Clínica La Floresta cuando superé un cáncer de colon, y también he visitado Curarigua, cuya música, en especial la de Pío Alvarado, es una de las que más admiro y disfruto desde hace mucho tiempo. Y, por supuesto, visité más de una vez la Casa de la Cultura, en la calle Comercio entre la Plaza Bolívar y la Iglesia del Calvario, fundada por el doctor Juan Martínez Herrera, uno de los más activos y talentosos promotores culturales del país y con quien mantuvimos excelentes relaciones desde Solistas de Venezuela. Hoy en día, como para reforzar su vida cultural, se residenció en la ciudad el músico caroreño Felipe Izcaray, uno de los mejores directores de orquesta de Venezuela, que por cierto dirigió el estreno de “Las Bejarano”, la ópera de Luis Morales Bance y mía, que fue en el Teatro Teresa Carreño en julio de 1987. Y como también ocurre con Boconó, Calabozo y Carúpano, es impresionante la lista de los caroreños destacados, no solamente en lo cultural, sino en lo político y hasta en el mundo empresarial. Carora es la capital del municipio Autónomo Torres, el más grande del estado Lara, la segunda ciudad más poblada después de Lara, después de Barquisimeto. Es, además el principal centro vitivinícola del país, así como una de las regiones agrícolas, ganaderas, artísticas, culturales y musicales de la nación. Está ubicada en el borde sur-oriental de la Cuenca de Carora, entre la Depresión de Carora, sobre El Valle de Las Auyamas, a orillas del Río Morere y al noroeste en la Región Centroccidental del país. Linda por el norte con el Estado Falcón y el Municipio Urdaneta, por el sur con el Municipio Morán y el Estado Trujillo, por el este con los municipios Jiménez e Iribarren y por el oeste con el Estado Zulia. Tiene una altitud promedio de algo más de 400 m. sobre el nivel del mar, aunque llega a 1200 m. sobre el nivel del mar en El Mirador del sector aledaño San Pedro. Fue fundada dos veces, la primera en 1569 por Juan de Trejo como Nuestra Señora de La Madre de Dios de Carora y la segunda en 1572 por Juan de Salamanca como San Juan Bautista de Portillo de Carora, luego de que el asentamiento tuvo que ser evacuado por los ataques de los indígenas locales. Su casco colonial fue proclamado Monumento Nacional de Venezuela en 1977. También se le atribuye gran importancia histórica, por hechos como el de Inés de Hinojosa, la Leyenda del Diablo de Carora, la Maldición del Fraile, etcétera. Lo que ha hecho que en su espacio se hayan filmado varias producciones importantes. Fue la sede inicial del equipo Cardenales de Lara (1942). El ambiente general de la depresión es árido cálido, con una precipitación promedio anual de 734,68 mm y una evaporación media anual de 3.058 mm. La temperatura promedio es de 36,2° C. Según el Censo de 2015 el municipio Torres cuya capital es Carora, tiene 250.000 habitantes que representan un 11,30% de la población total del Estado Lara, con una densidad de población de 25,10 hab/km² y una taza de alfabetización de 94%. A diferencia de casi todo el resto del país, las casas coloniales casi todas pertenecen a descendientes de quienes las construyeron originalmente, lo que es, en sí, una verdadera proeza digna de ser señalada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario