Blog de Víctor José López /Periodista

lunes, 21 de septiembre de 2020

BOVES T CHAVEZ Por Eduardo Casanova Sucre


Los dos personajes más crueles y dañinos que ha conocido Venezuela son José Tomás Boves y Hugo Chávez. Ambos sociópatas, resentidos y demagogos.
Y ambos le hicieron un daño terrible a la población venezolana.
El uno, Boves, al llevar a la mayoría de la población de su tiempo a resistirse contra el movimiento independentista, haciendo de la guerra una contienda civil que alargó hasta lo imposible el proceso y generó unas pérdidas terribles, pero además inauguró un tiempo de violencia y caudillismo que duró casi un siglo (1812-1903), y el otro (Chávez) envenenó a buena parte de la población del país, hirió de muerte la democracia, corrompió las Fuerzas Armadas y arruinó al país. Sus orígenes fueron distintos, pero lo que le hicieron al país, muy parecido.
Boves, hijo de Manuel Rodríguez de Bobes y de Manuela de la Iglesia, nació y fue bautizado, el 18 de septiembre de 1782, quedó huérfano de padre a los 5 años, y él y sus dos hermanas fueron mantenidos por su madre, que para lograrlo se convirtió en sirvienta de casas acomodadas. A los doce años el hijo de la sirvienta entró a estudiar en el Real Instituto Asturiano, y a los 16 años recibió la licencia de Piloto de segunda clase de la marina mercante. Inmediatamente salió a navegar por el Mediterráneo, hasta que consiguió empleo en un buque-correo que navegaba entre España y América. A los veintiún años fue ascendido a Piloto primero y como tal fue empleado por la casa Pla y Portal, que tenía oficinas en Venezuela. Durante algún tiempo navegó a través del Atlántico sin mayores novedades, hasta que se le comprobó su participación en la introducción de mercancías de contrabando en este lado del océano y fue condenado a prisión. Encerrado en el Castillo de Puerto Cabello, gracias a las gestiones de los asturianos Lorenzo y Joaquín García Jove, que eran los representantes de Pla y Portal en La Guaira, se le conmutó la pena por confinamiento en Calabozo, muy lejos de las costas, en donde inicialmente se hizo comerciante y luego, al cumplirse la pena que le había sido impuesta, negociante de ganado, tal como José Antonio Páez. Para llevar a cabo sus negocios recorría grandes espacio de la región llanera, y así se dio a conocer en San Carlos, Puerto Píritu y San Sebastián de los Reyes. En esa última Villa pretendió en matrimonio a Isabel Zarrasqueta, cuyo padre, Ignacio Zarrasqueta, se opuso violentamente a sus intenciones, lo cual, según algunas leyendas, lo amargó hasta el extremo de convertirlo en el monstruo resentido que después fue.
Al producirse el movimiento del 19 de abril de 1810, Boves se manifestó partidario de la revolución, pero no fue aceptado por los patriotas calaboceños. Aun así, un año después fue hecho preso en San Carlos de Cojedes por el canario Domingo Monteverde, y fue gracias a las gestiones de Ignacio Figueredo, uno de los notables de San Carlos, como recuperó la libertad. Regresó a Calabozo y se dedicó a esparcir noticias alarmantes acerca de la fuerza de los realistas, que fueron interpretadas por los jefes patriotas como contrarias a su causa, tazón por la cual que fue arrestado nuevamente y condenado a muerte. De nuevo obtuvo la gracia de una conmutación, esta vez por parte del doctor José Ignacio Briceño, que encomendó al Teniente de Justicia de Calabozo, Juan Vicente Delgado, que lo llevara a servir en los valles de Aragua bajo las órdenes de Francisco de Miranda.
Se dice que los maltratos que recibió en esa oportunidad por parte de los independentistas no solo lo llevaron a hacerse plenamente realista, sino que generaron en él un odio mayor contra los partidarios de la Independencia, es decir, sumaron resentimiento a su resentimiento.
No hubo tiempo para trasladarlo al destino que le habían acordado, pues Calabozo fue tomado en mayo de 1812 por Eusebio Antoñanzas, otro de los terribles y sanguinarios caudillos que usó Monteverde para la represión anti independentista de aquellos días. Antoñanzas, que pasó por las armas a todos los defensores de Calabozo, entre ellos a Delgado, debe haber calibrado la fuerza del resentimiento del asturiano, lo nombró oficial de caballería y le encomendó la persecución de varios independentistas que habían logrado escapar. Boves capturó a algunos y asesinó alevosamente al canario Diego García, cerca de Calabozo. Así empezó su carrera de crueldades, que fue denunciada inicialmente no tanto por sus víctimas, sino por sus propios compañeros de bando, como el Regente José Francisco Heredia (Heredia, José Francisco –el Regente–, “Memorias sobre las revoluciones de Venezuela”, Librería de Garnier Hermanos, París, Francia, 1895) o el propio capellán de Boves, José Ambrosio Llamozas, que habló, entre otras cosas, de su “insaciable sed de sangre”. Esa sed de sangre se manifestó plenamente por vez primera en Espino, en el sureste de Calabozo, cuando sus pobladores se alzaron en contra de los realistas. Boves había sido designado Comandante General de Calabozo. Por sus órdenes fueron pasados por las armas numerosos cabezas de familia, y sus mujeres e hijas fueron violadas y en muchos casos asesinadas. Se cuenta que allí en Espino, Boves hizo llevar varias veces a cada uno de los que había condenado a muerte al paredón de fusilamiento, en donde cada vez les disparaban balas de salva para alargar la tortura y la agonía. Al final, en vez de fusilados, los pobre murieron atravesados por lanzas. “mutatis mutandi”, esas manifestaciones de sadismo se han repetido a lo largo de la historia en Venezuela y en muchos sitios. Aún hoy. Es por esa comunicación que logró con el pueblo llano por lo que para algunos autores Boves fue el “primer demócrata” de Venezuela. El primero en tomar en cuenta los sentimientos de los preteridos, y el que con mayor habilidad utilizó los justos reclamos de los esclavos y manumisos, los justificables rencores que por razones obvias mantenían los negros y los mestizos en contra de los blancos, en especial en contra de los blancos criollos, que eran los propietarios de la mayoría de los esclavos. Si a ver vamos, se trata de algo que en buena parte, también “mutatis mutandi”, se ha mantenido a través de los siglos XIX, XX y XXI. La violencia de Boves no se manifestaba solamente en sus acciones, sino que invadía del todo sus palabras, como se evidencia en lo que se conoce como su “Bando de Guayabal”: “Por la presente doy comición al capitán José Rufino Torrealva, para que pueda reunir cuanta gente sea útil para el servicio, y puesto a la cabeza de ellos pueda conseguir a todo traidor y castigarlo con el último suplicio; en la inteligencia que solo un creo se le dará para que encomiende su alma al Creador, previendo que los intereses que se recojan de estos traidores, serán repartidos entre los soldados que defiendan la justa y santa causa, y al mérito a que cada individuo se haga acreedor será recomendado al señor Comandante General de la Provincia. Y pido y encargo a los comandantes de las tropas del Rey le auxilien en todo lo que sea necesario”. (Blanco, José Félix y Ramón Azpúrua, “Documentos para la Historia de la vida pública del Libertador de Colombia, Perú y Bolivia, Publicados por disposición del Ilustre Americano General Guzmán Blanco, etc., etc”.) Su objetivo no era la simple defensa del Rey de España, sino la destrucción total de la raza blanca en Venezuela a través de una auténtica rebelión popular, que quién sabe a dónde habría llevado. Quizás a otra forma de Independencia a lo Haití, capaz de generar el país más pobre del mundo. Había, pues, una inversión de valores, y así como a José Domingo Díaz le extrañó tanto que la revolución la gestaran los ricos, esa contrarrevolución de Boves se apoyó en los que en realidad deberían haber sido favorecidos por la revolución. Y eso, en mayor o menor grado, se ha venido repitiendo en el país, hasta en el siglo XXI.
(Continuará)

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