Cuarentena Covid -19 Agosto 2.020 Segunda Parte
El nuevo entorno donde mi tía Gracielita vivió los últimos 27 años, era rodeado de vegetación, un clima privilegiado en una colina cuya vista era el Valle del río Turbio .
Para hacer un poco de historia, la Orden de las Carmelitas Descalzas, tiene el Patrocinio de Nuestra Señora del Carmen, y de San José . Viven en el estilo de Oración legado de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. La vida es centrada en la: contemplación, el silencio, la meditación y el apostolado.
Las promesas que realizan son: obediencia, pobreza y castidad. El nombre de : “Descalzas”, no es porque no lleven calzado, sino porque en 1.562 , Santa Teresa de Jesús, en la ciudad de Ávila España, impulsó una reforma a la Orden del Carmelo, para devolverla a sus principios: la austeridad, la pobreza , el trabajo y la clausura. Realizan manualidades de todo tipo: Ornamentos Litúrgicos, Escapularios, Rosarios, tarjetería, dulcería, etc.
Mis papás, por la cercanía entre Maracay y Barquisimeto, la visitaban con mucha frecuencia para llevarle toda clase de donaciones e insumos especialmente de papel, ya que mi papá era Gerente general de MANPA. En el nuevo convento, las visitas eran en dos salones de iguales dimensiones divididos por una reja. En uno se situaban los visitantes, y en el otro las monjas. A un lado, una rueda cilíndrica de madera, para brindarnos galletas deliciosas y jugos de fruta, que sabían a gloria, aunque mi hermana menor siempre los llamó: jugos misteriosos…, porque no sabía la combinación de frutas que tenían. La comunidad entera suele participar de la alegría de los encuentros familiares.
En una de estas ocasiones, mi papá fue notificado de la angustia colectiva de la comunidad, porque una “plaga” había invadido el gran jardín de árboles frutales que se encontraba en el patio central del Convento: aguacates, lechosas, mangos, nísperos, parchas granadinas, parchitas, naranjas , y todo tipo de hortalizas, que conformaban algo así como un “Jardín del Edén”. Todo lo que cosechaban era para el consumo del Convento y para la preparación de dulces criollos para la venta. La Madre Directora le preguntó a mi papá si estaría dispuesto a revisar la gravedad del problema, en su calidad de Ingeniero Agrónomo y así fue como desde ese día, Eduardito se convirtió en el único privilegiado que tenía la potestad de traspasar el umbral de las rejas, para darle una revisada a los árboles y supervisar su mantenimiento.
Luego todos disfrutábamos de sus cuentos , narrándonos como era todo en el interior, la paz que se respiraba , la brisa que llegaba del valle, y una Presencia Divina que podía sentirse y casi palparse. En los años 70, mi tía Inés, la mayor de los hermanos, enfermó seriamente con una: Artritis Reumatoide. Gracielita, comenzó a moverse para lograr que al menos una vez al año le fuera permitido viajar a Caracas para visitar a su hermana. Su línea de conexión directa con Papá Dios le concedió su pedido, así pudimos disfrutarla cuando venía, siempre acompañada de una Novicia, y mi tía Inés mejoraba solo con verla. Alejandro, uno de mis primos, recuerda que se las arreglaba para darse una escapadita al Mercado de Quinta Crespo para llevar cosas al Convento. Años más tarde, cuando Rafael Eduardo, el mayor de mis tres hijos, comenzó clases de cuatro en el Colegio San Ignacio, inventó crear un grupo musical con sus hermanos, y todos los primos. Para ese momento, 9 integrantes. Lo nombraron: “ El grupo Maracas”…porque: “ tocaba tan bien en Maracay como en Caracas”. La especialidad eran los aguinaldos. La gloria absoluta de mi tía Graciela y la comunidad eran nuestras visitas familiares en cambote cada Navidad, en las cuales el Grupo Maracas las deleitaba con su repertorio. Éramos tantos que no cabíamos a veces en el saloncito. Todos los sobrinos- nietos tienen recuerdos increíbles de esas visitas. Para mi segundo hijo Carlos Enrique: “ Recuerdo lo lejos que era , pero ustedes nos inculcaron la necesidad de ir a verla para que entendiéramos lo que significaba su vocación y sacrificio; nos pasaban la merienda por una ruedita que no permitía el contacto , pero nos ponía a la expectativa de su salida al saloncito; los espacios de la reja eran tan angostos que la mano casi no podía pasar . Para un niño visualmente era difícil de entender. Siempre llevo su estampita en mi cartera”. Mi hermano Carlos, cuando trabajó por varios años en Tablopan, visitaba con frecuencia el Central La Pastora, en el estado Lara, y aprovechaba siempre para visitar el Convento. Les llevaba donaciones de sacos de azúcar para los dulces que preparaban. Las monjas entraban en un júbilo total.
Años más tarde, en 1.980, la Congregación decidió realizar una expansión en un terreno lateral a la edificación principal, para construir una “casa de retiro”, que atendería a estudiantes de Teología y Espiritualidad. Gracielita era para esa época Directora del Convento. Con la experticia que la vida le había dado en materia “epistolar”, comenzó a escribir cartas, con destino no solo nacional, sino a distintas Instituciones Católicas en el exterior. Cuál no sería su sorpresa, que semanas más tarde, llegó un día un sobre del extranjero, con una contribución proveniente de una Comunidad Religiosa en Alemania. La donación era tan sustanciosa que se pudo realizar una vez más el proyecto que era uno de los sueños de la Congregación. Solo pienso hoy en día lo que este personaje hubiera logrado, si hubiera tenido a su disposición internet, WhatsApp o cualquier tipo de ayuda en materia de comunicaciones. Carlos logró otra donación, no solo de sacos de azúcar, sino de 1 camión de tableros de Tablopan, para que pudieran mandar a hacer los cubículos y el mobiliario. Gracielita le informa en uno de sus viajes de trabajo, que estaban felices porque habían logrado hacer casi todo, pero lo más importante era que a ella, se le habían mejorado notablemente sus dolores de espalda. ¿Y eso? le preguntó. “Bueno, es que nosotras dormimos en colchonetas que van sobre una base de “ tubos”…y ahora, le pusimos a cada catre una tabla encima, y dormimos mucho mejor”… Situaciones como ésta, relacionadas con la rigidez de los votos de: pobreza y austeridad, eran la única cosa que a mi papá le costaba aceptar, pero que siempre respetó y jamás intervino al respecto. Mientras revisaba en internet, buscando datos sobre la Congregación de las Carmelitas para este relato, encontré comentarios que me ayudaron a entender un poco más esa inquietud que siempre tuvo la familia.
–“ La mística del Claustro, no es caminar entre nubes… es tener bien puestos los pies sobre la tierra y saber que debemos imitar a Cristo en cada una de sus virtudes”
- “No hay que ver la rejas como: encierro, debemos ver las rejas que cargamos nosotros en nuestra vida”…
- “Las Hermanas de Clausura, son: la planta eléctrica de Oración que ayuda a la Iglesia”…. María Graciela de la Trinidad, vivió su vocación al extremo… Le entregó la mitad de su vida a servir al prójimo de forma directa, y los últimos 27 años su entrega a la Oración estoy segura que fueron aún más valiosos para el mismo fin.
En 1.992, a los 75 años, después de haber aceptado su enfermedad y no habérsele oído ni una sola queja, pidió ser trasladada a la “casa de retiro” de manera que mis papás pudieran estar con ella los últimos días. Fue a encontrarse con el Dios por quien vivió, y a quien se entregó de corazón. Se despidió con la sonrisa que siempre la acompañó, y con la alegría inmensa de que su amado Eduardito y mi mamá estaban con ella de la mano. La Eucaristía previa al entierro, fue algo sublime. Nuestros sollozos, junto a los de la cantidad de personas que asistieron, estuvieron acompañados por la música Celestial de todas las Hermanas del Convento. NADA TE TURBE, NADA TE ESPANTE TODO SE PASA DIOS NO SE MUDA LA PACIENCIA TODO LO ALCANZA QUIEN A DIOS TIENE , NADA LE FALTA SOLO DIOS BASTA SANTA TERESA DE JESUS
Rosa Elena Larrazábal de Maldonado
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