“Los militares solo deben intervenir para derrocar una dictadura”. Gráfica de El Carupanazo, insurrección militar contra el gobierno democrático de Rómulo Betancourt, aupada en 1962 por el Partido Comunista y el MIR.
En Venezuela nuestros militares no son producto de una élite, sino que provienen de familias de clase media y clase media baja, con los mismos defectos y virtudes de la mayoría de los civiles. Sin embargo, siempre ha existido cierto divorcio entre ellos y el resto de la sociedad.
Hoy, este divorcio se ha acentuado por la complicidad del Alto Mando militar que tolera las violaciones a la Constitución, por los atropellos de los guardias nacionales en contra de manifestantes pacíficos, por la corrupción, incluida el tráfico de drogas, y por las torturas en la Dirección de Contrainteligencia Militar.
¿Qué hacer con nuestra Fuerza Armada una vez tengamos democracia? ¿Eliminarla? ¿Purgarla? ¿Redimensionarla?
Intervenciones militares
Nuestros militares han intervenido en la vida política en varias oportunidades. Unas veces con razón, otras equivocadamente.
Desde que en 1910 se creó el ejército profesional, los militares intervinieron justificadamente en cuatro oportunidades:
1. Cuando Gómez, un pequeño grupo intentó derrocar sin éxito al dictador.
2. El 18 de octubre de 1945 la oficialidad joven insurgió contra un presidente demócrata, pero que se negaba a desprenderse de los residuos del gomecismo y se oponía a realizar elecciones directas para elegir presidente. Cabe apuntar que todavía este es un punto polémico.
3. El 23 de enero de 1958, cuando le quitaron el apoyo al dictador Pérez Jiménez y
4. El 12 de abril 2002, cuando le solicitaron la renuncia a Chávez por propiciar la masacre del día anterior y por violaciones previas a la Constitución.
Las intervenciones militares en contra de gobiernos electos democráticamente fueron numerosas. Todas fracasaron, excepto la del 24 de noviembre de 1948, en la que el Alto Mando derrocó a don Rómulo Gallegos en medio de una gran ebullición política.
El inicio del período democrático a partir de 1958 fue traumático. Muchos ciudadanos confundieron libertad con libertinaje. Salieron mucha veces espontáneamente, otras aupados por la extrema izquierda. Poco después, el 7 de septiembre, hubo un alzamiento en contra del gobierno de facto presidido por el vicealmirante Wolfgang Larrazábal.
La toma del cuartel Bolívar en San Cristóbal, la toma de la Escuela Militar y cuartel de la Policía Militar, y el Barcelonazo, fueron intentos fallidos de derrocar a Rómulo Betancourt en la creencia equivocada de que seguía siendo el comunista de los años 30 y que toleraba los focos iniciales de guerrilla. Esto último probablemente era cierto, pero más bien para mantener ocupado y asustado al ejército sobre el peligro comunista.
El Carupanazo y El Porteñazo (mayo y junio de 1962, respectivamente) fueron insurrecciones inéditas. Por primera vez el Partido Comunista y el MIR participaron en alzamientos conjuntamente con algunos oficiales adoctrinados y otros que se dejaron arrastrar. Los alzamientos del 4 de febrero y del 27 de noviembre de 1992 tuvieron características similares.
Sobre la infiltración comunista en nuestra Fuerza Armada cabe especular si es un plan de la extrema izquierda, una consecuencia de la educación impartida por maestros y profesores de esa ideología o que últimamente ingresan jóvenes de las clases más necesitadas, que equivocadamente piensan que el comunismo resuelve las desigualdades.
¿Qué estimula a algunos oficiales a intentar derrocar un gobierno? Pensamos que no es la ambición, ya que el riesgo de perder la carrera es muy alto. Más bien es el deseo de enderezar entuertos, reales o supuestos, causados por los políticos. Consideran que son la “reserva moral” de un país y que tienen la obligación de intervenir cuando la situación económica, social y política es percibida como mala por una parte, mayor o menor, de la población.
No hay que olvidar que en todos los “golpes” han participado, activa o pasivamente, civiles y partidos políticos. Desde luego que en una democracia el único mecanismo de cambio aceptable es el voto.
Los militares solo deben intervenir para derrocar una dictadura.
Los militares no participaron en la represión durante las dictaduras de Gómez y de Pérez Jiménez, pero sí en las torturas y desaparecidos durante la guerrilla castrista y ahora con la dictadura de Chávez-Maduro. Cabe recordar que hay 127 militares presos y numerosos exiliados por enfrentar al régimen actual.
Eliminar la Fuerza Armada no es factible, ni deseable. Lo procedente es purgar la institución de corruptos y violadores de derechos humanos. Pero también redimensionar la organización.
Hoy no tiene sentido que exista para enfrentar el ejército de un país vecino. Pero sí para combatir la guerrilla de extremistas nuestros y colombianos, así como para desmantelar la red de narcotráfico. Para eso no se requieren tanques, destructores y submarinos. Tampoco aviones Sukhoi o F16.
Nuestros militares retirados deben contribuir a diseñar la Fuerza Armada del futuro, la cual debe garantizar la seguridad y apoyar en casos de desastres naturales. También trabajar para lograr una relación armónica de los militares con el resto de la sociedad.
Como (había) en botica
- Luis Pacheco, presidente de Pdvsa ad hoc, informó detalladamente sobre Citgo. Algunos deberían asesorarse antes de declarar.
- Monómeros Colombo Venezolanos reportó en el primer semestre aumentos del 30 % de ventas consolidadas, 221 % de utilidad operacional, de 17 % en aprovechamiento capacidad instalada y de 374 % del EBITDA.
- Lamentamos el fallecimiento de César Hernández Gimón, compañero de Gente del Petróleo y de Unapetrol.
- ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!
- eddiearamirez@hotmail.com
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